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Vista aérea parcial de la instalación, con sus dos reactores. HOY

Luces y sombras de 40 años de Almaraz

Cuenta atrás de la central nuclear (III). La planta ha repartido dinero y trabajo en la zona y ha retenido población, pero su impacto ha sido «mucho menor de lo que cabría esperar», concluye un informe para la asociación de pueblos en áreas nucleares

Domingo, 5 de enero 2025, 08:45

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Maradona fichaba por el Nápoles y el segundo canal de TVE emitía un recital de Raimon el mismo día que la unidad dos de la central nuclear de Almaraz empezaba a operar comercialmente. Era el 1 de julio de 1984, y para entonces el reactor uno cumplía diez meses activo comercialmente. La incorporación de ambas unidades al mercado energético nacional fue discreta, apenas tuvo eco en la prensa, pese a la trascendencia del hecho para España en general y Extremadura en particular. Nada que ver con la situación actual, en la que no hay día que no se hable de la planta, abocada al cierre en el año 2028 si el Gobierno central no cambia sus planes. Han pasado, pues, 40 años desde que la instalación empezó a vender la energía que genera, un tiempo con luces y sombras.

«Coyunturalmente, la central ha sido y es un impacto positivo», pero «ha influido en el territorio muy poco, mucho menos de lo que cabría esperar». Son dos párrafos de un informe de la consultora Payperthink para AMAC (Asociación Española de Municipios en áreas Nucleares y almacenamientos de residuos radiactivos). El documento, presentado en diciembre del año 2022, se titula 'Impacto socioeconómico del cierre de la CNA' y sus 194 páginas contienen conclusiones llamativas teniendo en cuenta que es un informe de parte pagado no por una asociación ecologista o un partido político contrario a la energía nuclear, sino por quienes quieren que la planta siga operando.

  • La central paga cada año 435 millones de euros en impuestos, aseguran sus propietarios, que añade que cien de ellos van a Extremadura Unos 15 millones anuales reciben los 12 pueblos situados en un radio de 10 kilómetros.

  • 500 M 500 millones es lo que la instalación asegura haber invertido en la última década en «mejorar la seguridad, actualización tecnológica y modernización».

  • 248 M Desde que empezó a funcionar, la planta ha evitado emitir 248 millones de toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera, aseguran sus gestores.

  • 70% Porcentaje del personal que trabaja en la central (321 personas en plantilla y 400 en empresas externas) que vive en Navalmoral de la Mata.

«Los números –concluye el estudio– demuestran que el impacto no ha sido el esperable para una estructura económica de estas dimensiones y con estas connotaciones. Se puede decir que en el momento en que la central pare su actividad, el territorio estará en una situación mucho más delicada que otros de similares características». Pese a esta valoración negativa, el informe también deja claro que la clausura tendrá un «impacto tremendo» en la zona, que es con diferencia la más rica de la comunidad.

El mayor impacto ha sido el dinero recibido por los ayuntamientos, que ha servido para mejorar servicios y reducir el paro

A finales del pasado octubre, el Instituto Nacional de Estadística publicó los datos de renta de todos los municipios del país, y la clasificación extremeña la lidera Almaraz, con una renta neta media anual de 15.492 euros. Le siguen Romangordo, Valdecañas de Tajo e Higuera de Albalat. Y en los puestos seis y ocho aparecen Belvís de Monroy y Casas de Miravete. Los seis pertenecen a la Zona 1 de Almaraz, integrada por los doce pueblos con término municipal en un radio de diez kilómetros a partir de la planta. Estos doce se reparten cada año unos 15 millones de euros de impuestos que pagan la central y Enresa (Empresa Nacional de Residuos Radiactivos), si bien 12,5 los suman entre solo tres (Almaraz, Saucedilla y Romangordo).

Sala de control, el lugar desde el que se controlan todos los parámetros de funcionamiento de la planta extremeña. HOY

Clave para el sistema nacional

En definitiva: seis de los ochos pueblos con mayor renta de la región deben su riqueza a la central que este año ha soplado cuarenta velas.

Cuando cierre la central, la zona estará en peor posición que otras de características similares, asegura la investigación

Construida entre los años 1972 y 1981, sus «primeros años de operación no sirvieron para revertir la pérdida de población del territorio», asegura el informe para AMAC. «Es solo a partir del censo de 1991 cuando podemos observar una evolución demográfica positiva en la Zona 1, con un incremento de más del 20% frente a la pérdida del 12% en el medio rural de la provincia».

Señalada con frecuencia como la industria más importante de Extremadura, lo que nadie le discute a la instalación es su rol clave en el sistema energético español, porque no hay otra que haya aportado más producción.

El entorno tiene un 15% más de afiliados al régimen general de la Seguridad Social y un 30% menos de autónomos

En la primera mitad de este año, según Red Eléctrica Española, en el conjunto del país se generaron 125.424 gigavatios hora de energía, 24.476 de ellos procedentes de energía nuclear, o sea, el 19% del total. De esta última cifra, la central extremeña aportó 7.430, o sea, el 30% de toda la producción nuclear española, cuyo parque de centrales irá cerrando progresivamente a partir del año 2027 y hasta 2035, según recoge la estrategia del Gobierno central en este capítulo.

Trabajos de recarga, que suponen una inyección de empleo para los municipios del entorno. HOY

611.000 megavatios hora ha servido Almaraz desde que empezó a operar y hasta el cierre del año pasado. Sus dos reactores –solo la de Ascó (Tarragona) tiene también más de uno– producen el 7% de la demanda eléctrica anual de todo el país, o lo que es lo mismo, lo que consumen en un año cuatro millones de hogares españoles.

«La planta –valoran sus propietarios– es una instalación clave para la garantía de suministro debido a la alta disponibilidad de funcionamiento». Es decir, gracias a que puede funcionar casi siempre, día y noche, y no según el sol o el viento que haga, como ocurre con la fotovoltaica y la eólica.

En estas ya más de cuatro décadas funcionando, la planta extremeña asegura haber evitado la emisión a la atmósfera de 248 millones de toneladas de dióxido de carbono, señalado como uno de los grandes culpables del cambio climático.

En estos más de cuarenta años, la instalación «no ha registrado ningún suceso significativo ni ninguna degradación o declive no esperado en su desempeño», aseguran sus gestores, que la definen como «el principal motor socioeconómico de su entorno». Entre otros motivos, por su capacidad, argumentan, para «generar puestos de trabajo de alta cualificación y larga duración, además de tener un efecto tractor sobre otras industrias».

«No se han creado empresas»

Disiente sobre esta afirmación el informe encargado por la asociación de municipios. «La central nuclear de Almaraz –afirman los autores de la investigación– ha generado una riqueza inmensa para sus propietarios y para las diferentes administraciones, pero los datos apuntan a que en la zona 1, los cambios han sido meramente coyunturales, y hasta cierto punto negativos, pues no se han modernizado los recursos económicos tradicionales, se ha eliminado toda cultura de emprendimiento y tampoco se ha creado un tejido industrial».

No se para aquí el estudio, que detalla que en la zona 1 hay un 15% más de afiliados al régimen general de la Seguridad Social y un 30% menos de autónomos que en el conjunto de la provincia, lo que ilustra sobre la menor capacidad de emprendimiento.

«El panorama descrito en la actualidad para la zona 1 no es el que podría esperarse de un territorio que ha albergado durante 40 años una empresa con las dimensiones económicas, sociales, medioambientales y estratégicas como las que tiene la central». Esta, sigue el capítulo de conclusiones del resumen ejecutivo, «no ha tenido el efecto tractor y generador de sinergias industriales que podía esperarse de sus dimensiones».

Porque «no se han creado empresas auxiliares sostenibles por sí mismas, ni un tejido industrial capaz de generar empleo de calidad, conocimiento y riqueza para poder afrontar con más solvencia el cierre previsto de la central».

El mayor impacto en la zona, valora el informe, ha sido la millonada recibida cada año por los ayuntamientos, un dinero que estos han dedicado a contratar personal y mejorar servicios, dos circunstancias que han resultado cruciales para retener y atraer población. De hecho, «la media de gasto por habitante en creación de empleo entre los municipios de la zona 1 triplica el gasto medio de las localidades menores de dos mil habitantes de la provincia de Cáceres», concreta el estudio, que anticipa que la clausura de la central será un puñetazo en la boca del estómago para varios de los pueblos más próximos a ella.

«La zona 1 perderá casi uno de cada tres habitantes, y la población activa disminuirá un 36% como consecuencia del tremendo envejecimiento de la población». «Algunos de los municipios de esta área, los más pequeños, se situarían ante una posibilidad real de desaparecer», añade la investigación, que vaticina también otra serie de consecuencias negativas. «Además de la pérdida directa del empleo que genera, el cierre de la central implicará que los presupuestos de los ayuntamientos bajarán a la mitad, lo que reducirá de forma drástica su capacidad de crear empleo, de ofrecer servicios y de hacer compras en su territorio, paralizando gravemente la dinámica económica».

Este declive va de la mano de otro problema ya mencionado, el del envejecimiento de la población. «En muchas poblaciones del medio rural –concluye el informe–, los ayuntamientos representan el principal actor económico de la zona. A la pérdida de ingresos que estas corporaciones van a sufrir hay que sumar el dramático escenario demográfico, agudizándolo y retroalimentándolo, en un círculo vicioso del que será imposible salir sin una intervención exterior inmediata».

El cierre de la central nuclear de Almaraz, apunta también la investigación, no se ceñirá a los doce pueblos de la zona 1, sino que afectará especialmente a Navalmoral de la Mata, donde viven en torno a siete de cada diez trabajadores de la planta. Y repercutirá por extensión al conjunto de la provincia y la región. Pero no tanto por el empleo asociado a la central, sino sobre todo por la jugosa inyección de impuestos que dejarán de ingresarse.

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