José Alberto Pardo, en el patio de su vivienda en El Batán. ANDY SOLÉ
José Alberto Pardo, vecino de El Batán

«Los ladridos de los perros me han echado de mi casa»

Arquitecto de profesión, la casa que diseñó y levantó en El Batán para vivir y trabajar se ha convertido «en una sala de martirio»

Ana B. Hernández

Sábado, 30 de noviembre 2024, 08:01

Hace un mes que José Alberto Pardo ya no vive en la casa de sus sueños en El Batán, a unos 30 kilómetros de Plasencia. ... La vivienda que diseñó y levantó a semejanza de aquella en la que había pasado su infancia se ha terminado convirtiendo en una pesadilla. «De mi paraíso ha pasado a ser una sala de martirio», resume este arquitecto. «He tenido que abandonarla por los ladridos de los perros de los vecinos, la situación era insoportable», aclara.

Publicidad

José Alberto compró en 2006 un solar de 600 metros cuadrados en El Batán. «Una casa de colonos con un amplio corral que diseñé y remodelé para vivir y poder trabajar en algunos momentos en ella».

Este arquitecto placentino se decidió por un pueblo de menos de un millar de habitantes por su tranquilidad y calidad de vida. Las obras en la vivienda se prolongaron hasta 2012, cuando comenzó a residir en ella. «Y durante una década todo ha sido perfecto, he estado muy bien allí, de maravilla», cuenta.

Tanto es así que había decidido poner a la venta el estudio de arquitectura que tenía en Plasencia, al que acudía a diario de lunes a viernes. «En la casa de El Batán monté también un despacho para trabajar algunas tardes y los fines de semana y, estaba tan bien, que pensé en vender el estudio y trabajar de continuo en la casa».

Pero la situación comenzó a torcerse a finales de 2022, cuando el número de perros empezó a crecer de manera notable en su barrio. Según dice, «vecinos que hasta entonces no tenían perro, comenzaron a tenerlo; otros que los tenían fallecieron y los animales, aunque iban a atenderlos familiares, se quedaban solos en la vivienda la mayor parte del tiempo; y otros vecinos más, que no residen en la zona, comenzaron a utilizar los corrales para guardar a perros de caza». En total, «doce perros rodean la vivienda», en el número 15 de la calle Chamaco. «Y aunque son puntuales las ocasiones en las que ladran todos a la vez, lo que hace que la situación sea directamente insoportable, es rarísimo el momento en el que no está ladrando uno de ellos, lo que incita a ladrar a otros y lo que ocurre a cualquier hora del día y de la noche».

Publicidad

Mella en la salud

Decenas de llamadas a la Guardia Civil, un par de escritos y un centenar de vídeos al Ayuntamiento de El Batán resumen la lucha emprendida por este vecinos para tratar de conseguir resolver una situación que le convirtió el día a día en un tormento. «Primero hablé con los dueños de los perros y conseguí poco; después con los responsables municipales y tampoco sirvió de nada».

Más tarde fueron las llamadas a la Guardia Civil y las quejas al Ayuntamiento, «pero la situación mejoraba solo unos días, después todo volvía a ser igual. Así que al final he tenido que abandonar mi casa y dejar el pueblo».

Publicidad

La lucha, no obstante, no ha terminado. «He puesto el asunto en manos de un abogado para emprender acciones en la vía judicial». Su objetivo es regresar a la casa de sus sueños y ser capaz de vivir en ella. «Hoy, claramente, no es posible».

Asegura que los dos últimos años le han supuesto un sufrimiento. «La situación me ha hecho mella en la salud. No era posible descansar ni de día ni de noche, la falta de sueño me afectaba cada vez más, me encontraba nervioso, estresado, me estaba cambiando hasta el carácter, por eso he tenido que irme».

Publicidad

José Alberto, en el salón de la casa en la que no puede vivir. ANDY SOLÉ

En uno de los escritos que ha remitido al Ayuntamiento relata «los daños y perjuicios» de los ladridos: «No puedo conciliar fácilmente el sueño ni, por ende, descansar, y ello sin necesidad de que algún perro esté ladrando continuamente, sino que bastan dos o tres ladridos a las tres, cuatro o cinco de la madrugada para despertarme de manera repentina. Por ello, cuando he de acostarme tarde por quedarme trabajando, apenas puedo dormir dos o tres horas sin sobresaltos». Además, añade, «no puede levantarme más tarde de las 8.30 por las mañanas porque a esas horas suelen ser varios los perros que ladran a la vez».

José Alberto cuenta también en su escrito al Ayuntamiento que no puede abrir las ventanas de la casa para ventilar, «las tengo que mantener cerradas para minimizar el sonido de los ladridos», ni tampoco puede recibir a clientes ni invitados, «me da vergüenza, pues normalmente los perros ladran a todo aquel que pasa por la calle, a mí cada vez que entro y salgo por la puerta».

Publicidad

Compró la casa, sobre todo, por el corral, para disponer de un espacio al aire libre. «Pero no puedo hacer vida en él, porque los perros empiezan a ladrar en cuanto me oyen o me huelen, si estornudo o riego las plantas».

Pero, sobre todo, «lo verdaderamente preocupante es que ni aun en los ratos en que se hace el silencio puedo estar tranquilo o iniciar una actividad o descanso, porque no sé en qué momento alguno de los perros comenzará a ladrar».

Noticia Patrocinada

Las peticiones a dueños de perros y Ayuntamiento, que le respondió que está pendiente de elaborar una ordenanza reguladora de la tenencia de animales, fueron «infructuosas» y José Alberto decidió abandonar El Batán.

Ahora va un día o dos a la semana a dar una vuelta a la casa y limpiar el patio. «No me quedo más, el rato que paso allí revivo el estrés y empeoro. De verdad que es triste no poder vivir en tu propia casa, pero es lo que me ocurre a mí, me han echado de ella». Su estudio de arquitectura en Plasencia ya no está a la venta.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Primer mes sólo 1€

Publicidad