Alberto Castaño e Israel Núñez este fin de semana a las puertas del garaje donde han estado trabajando como voluntarios varios días. J. L. G.

HOY, en el centro de la catástrofe

Los héroes extremeños del garaje llegan en 4x4

Alberto e Israel llegaron de Badajoz en un Nissan Patrol y con una legión de voluntarios han sacado 120 coches en tres días del aparcamiento subterráneo más grande de Aldaia, otra población valenciana inundada por la DANA

Domingo, 10 de noviembre 2024, 19:47

Antigüamente las historias de héroes empezaban con un destello y una inesperada llamada sobrenatural o mandato divino. Ahora arrancan con un mensaje en Facebook y ... se terminan concretando por casualidad.

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El pacense Alberto Castaño se dedica al transporte y se ofreció en la red social como chófer para ir voluntario a Valencia con mercancía cuando vio la dimensión de la tragedia. No le llamó nadie, pero Israel Núñez, antiguo compañero de una empresa logística extremeña pensaba que podía estar allí y lo telefoneó para otra cosa. Las eslingas son esas cinchas textiles de amarre y enganche.

– ¿Alberto, tú sabes dónde venden eslingas?

– Claro, ¿por qué?

– Porque me voy ahora a Valencia con el todoterreno a echar una mano sacando coches de los garajes, por lo visto hace falta.

– Espera, que me voy contigo.

«Cogí una manta, algunas mudas de ropa y un martillo para romper cristales». Lo siguiente fue decidir dónde ir exactamente. «Teníamos varias opciones –explicaba este sábado Alberto– pero la organización es una asignatura pendiente en este país cuando hay catástrofes. Llamábamos a los ayuntamientos y las líneas estaban colapsadas y cuando lo cogían no sabían dónde dirigirnos. Luego empezamos a llamar a la Policía Local de varias poblaciones, nos contestó en Aldaia el jefe y nos dijo 'id a tal calle'. Y aquí hemos venido», relata con barro hasta en las cejas y exhausto. Su testimonio a HOY lo da en el acceso a un inmenso garaje en el cual ha pasado prácticamente tres días enteros. De la luz a la oscuridad y de la oscuridad a la luz subiendo y bajando una rampa embarrada mientras daba instrucciones a unos y otros. Eran todo ciudadanos de a pie, no había otra. En un par de horas ya se oía 'preguntad a Alberto el de Badajoz'.

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30.000 vecinos en el pueblo

Aldaia no es la zona cero de Valencia, pero casi. Allí los coches también han salido flotando y este fin de semana el rastro de la riada de hace trece días aún es muy visible. En las calles el agua lo desordenó todo con violencia. Además de parques, bancos o bajos comerciales, dejó inservibles las vías del metro, por lo que muchos de sus más de 30.000 vecinos seguirán meses desconectados de Valencia capital, a ocho kilómetros. Casi no hay tiendas funcionando.

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Voluntarios en Aldaia intentando devolver la normalidad a la población. J. L. G.

Paralela a lo que queda de esos raíles discurre la calle Luis Portabella, que termina en Vicente Guillot. Allí ahí un polideportivo convertido en base logística para repartir bienes de primera necesidad a afectados y también un instituto de FP donde voluntarios empujan cepillos para alejar poco a poco el barro, que sale en cubas que chavales portean a pulso.

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Estas dos instalaciones llevan la placa del político que un día las inauguró, pero quizás habría que empezar a revisar estas cuestiones. Si en las comunidades de vecinos existiera esa costumbre, en el portal, o en alguna de las siete plantas del número 1 de Vicente Guillot, habría que poner el nombre de estos dos amigos de Badajoz. 'El garaje de este edificio fue vaciado de coches por los pacenses Alberto Castaño y Israel Núñez entre el 6 y el 9 de noviembre del fatídico año 2024', rezaría ese hipotético recuerdo. O poner su foto en los botones -1 y -2 de los ascensores, cuando vuelvan a funcionar, claro.

Para ser justos, hay que decir que primero la UME y los bomberos con los medios que tienen achicaron el agua, sobre todo la de la planta inferior, donde el agua llegó hasta el techo y los coches estuvieron cinco días sumergidos completamente.

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El pacense Alberto Castaño en la planta -1 del garaje del edificio J. L. G.

Luego fueron decenas los voluntarios implicados en sacar coches y barro de este garaje subterráneo, según les han dicho el más grande Aldaia.

«De ahí han salido Mercedes, BMW, algún Tesla y otros coches con solo tres meses. La mayoría los están pagando los dueños y no se ha salvado ni uno, todos para tirarlos a la basura», cuenta mientras da un brinco porque una retroexcavadora saca en ese momento un vehículo que le interesa. «Es que una vecina del bloque que se ha ido a ayudar a otra población me ha pedido que esté pendiente del suyo y me dio su matrícula, pero no es. Por lo visto les pedirán los del seguro las llaves, fotos y la documentación, y ella la tiene dentro».

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Ya solo quedan los trasteros

Cualquiera que haya estado allí sabe que si no es por el Nissan Patrol de Israel y el liderazgo de Alberto Castaño, de allí no salen 120 coches en tres días, paso ineludible para empezar a devolver la normalidad a este edificio. Lo siguiente serán los trasteros. Y este no es un piso cualquiera de Aldaia. Allí viven en torno a mil vecinos. «Nos han dicho que este es el garaje más grande de Aldaia y había que organizarse». Este extremeño ha trabajado en la empresa de limpieza de FCC y se ha enfrentado mas de una mañana a los botellones más terribles para un operario. Sabe que para limpiar hay que llevar un orden, por eso tomó el mando y el resto de voluntarios le siguieron.

Como profesional del transporte, tampoco le es ajeno mover vehículos. Salvo el último día, este sábado, en que llegaron dos retroexcavadoras, el trabajo lo han realizado solo con dos Nissan Patrol, el GR 61 de Israel, al que le encantan los todoterrenos, y un GR 61 de otro voluntario. A ambos les pusieron una pegatina de SOS 4x4 para poder acceder al meollo del desastre y cada mañana enganchaban coches y los subían hasta la calle, donde ya otra maquinaria la iba retirando y montando en grúas que iban llegando para luego abandonarlos donde estorbaran lo mínimo posible. De enganchar las eslingas en el sitio correcto, de mover el volante para dirigir coches remolcados que eran cadáveres con ruedas, de abrir y cerrar el paso en la calle para que el trabajo fuera seguro y tuviera un sentido, de indicar dónde dejar cada carga, de resolver dudas, de encargar tareas a los nuevos voluntarios que llegaban y hasta de aplaudirles para que el ánimo no decayera, de todo eso se encargaba este extremeño. HOY ha sido testigo.

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El extremeño dando paso a una furgoneta en Aldaia. J. L. G.

Los dos amigos viajaron una madrugada entera de Badajoz a Valencia. Han dormido tres noches en las colchonetas de un gimnasio de un colegio con unas veinte personas, la mayoría adolescentes a los ambos declaran toda su admiración por venir a ayudar a Valencia «en vez de irse de marcha el fin de semana».

Mientras escurría sus calcetines este sábado a la hora de comer y un voluntario se bajaba la mascarilla para dirigirse a él con una buena noticia – «Alberto, aunque no te lo creas ya solo quedan seis coches»–, el pacense confesaba a este diario que se encuentra agotado. «Tanto tiempo ahí abajo sin apenas luz, donde olía mal, sin saber al principio lo que nos íbamos encontrando, tomando decisiones todo el rato... ha sido muy duro psicológicamente. Por eso necesitaba salir un rato y me iba a limpiar el colegio de al lado. Hasta un policía local me puso en una calle un par de horas a dirigir el tráfico», cuenta este extremeño de 51 años sobre su experiencia en Valencia.

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Alberto escuchando a otro voluntario en el sótano del edificio. J. L. G.

A las cinco de la mañana se levantaban desvelados y el día de regreso, pues debían atender sus trabajos en Badajoz, echaron toda la mañana en el garaje valenciano. Antes de partir, tanto Israel como Alberto celebran que no haya habido ningún accidente con semejante trasiego de personas y vehículos en un entorno sin la mínima seguridad laboral, con gente inexperta alumbrando con móviles y sin ver el suelo que pisaban la mayor parte del tiempo.

«Trajimos seis o siete eslingas de Badajoz y al final hemos gastado más de treinta que nos iban consiguiendo voluntarios porque se iban rompiendo. Se ha portado todo el mundo muy bien, por suerte a ninguno le ha dado un latigazo, nadie se ha hecho daño», explica Israel, de 31 años, antes de emprender el viaje de vuelta.

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Su todoterreno, parte de imprescindible de una experiencia épica subiendo y bajando por ese garaje, sí vuelve a casa con cicatrices. Además de infinidad de golpes y arañazos a Israel no le cierra una puerta.

– Alberto, al salir de Valencia deberíamos mirar el embrague porque creo que se ha roto.

– Bueno, pero ha merecido la pena.

– Eso sí es verdad.

Elena Simarro ha perdido su Nissan y todo su trastero al inundarse su garaje. J. L. G.

Elena, vecina del edificio: «Al hermano de una amiga lo encontraron muerto»

Elena Simarro es vecina del bloque en el que han estado trabajando los extremeños Alberto e Israel. «No puedo acceder a mi trastero a ver cómo ha auedado todo lo que hay dentro porque hay cuatro palmos de fango», decía sentada fuera en la calle. Su coche, un Nissan Pulsar de color negro que estaba a punto de ser sacado a la calle lo da por perdido. Elena no solo da las gracias a todos los voluntarios que se han desplazado a su garaje y a cualquier punto de Valencia afectado, que son miles sino que critica que el Gobierno no haya actuado antes. Con todo, las pérdidas materiales que Elena ha sufrido, como su coche o sus enseres del sótano lo minimiza en comparación con otras tragedias. «Al hermano de una amiga de Aldaia lo encontraron hace dos días muerto. Y otra amiga mía estuvo a punto de ahogarse si no la llega a salvar el marido. Pero está muy mal, la han operado ya cinco veces y le están amputando pies y dedos», explicó a HOY antes de romper a llorar.

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