Un edificio de 2.500 años bajo una chapa
Las excavaciones en el yacimiento tartesio del Turuñuelo, cerca de Yelbes, llevan un año paradas
Violento final. Incendiaron su propio recinto. Lo sellaron con arcilla y lo abandonaron. Muchas leyendas rodean a lo que ocurrió hace de 2.500 años en el Turuñuelo.
Publicidad
A esta finca de regadío de 150 hectáreas se llega gracias a Google. Ni una sola indicación sobre el yacimiento. Encajonada entre la pedanía de Yelbes y el badén de Valdetorres en el que ahora los soldados de la UME sacan camalote del río Guadiana.
Allí se plantan tomates, maíz, arroz y brócoli. Las cancelas de la entrada están abiertas. Detrás de la nave de los tractores destaca un pequeño cerro.
Aunque lleva un año tapado, el goteo de visitantes no se ha detenido
El Ayuntamiento de Guareña ha diseñado un plan de promoción con hosteleros y comerciantes
Moisés baja por el camino enfundado en su mono azul con un gato negro en los brazos. Su familia explota el Turuñuelo. La llevan en alquiler desde hace más de cincuenta años. Moisés dice que muchas veces su mujer le ha contado que su abuelo siempre sospechó del cerro. Siempre que metían las vertederas, la tierra cambiaba de color.
Intuía el veterano agricultor que aquella elevación del terreno no era natural.
Por eso no le extrañó cuando en el 2014 se presentaron los investigadores del CSIC para las primeras catas en busca de alguna huella tartésica.
Desde entonces, Moisés ha visto desfilar por allí a muchos arqueólogos, historiadores y aficionados de medio mundo por las expectativas que ha despertado. «Tú estás aquí a tu tarea, pendiente de los tomates y del maíz, ajeno a todo, pero es una pasada verlos trabajar».
Publicidad
Muestra en el móvil una foto aérea de la excavación a cielo abierto con los técnicos a seis metros de la superficie. Periodistas y visitantes en la puerta cada pocos días. La mayoría, cuenta, vienen con buenos modales. Piden permiso para entrar en una propiedad privada y agradecen la cortesía.
Pero al final tuvieron que poner en la puerta el típico cartel de 'Prohibido el paso a toda persona ajena' para mantener el orden.
Algunos visitantes se meten sin complejos hasta el interior de la nave de los tractores para aparcar allí sus coches, otros bloquean el camino y hubo hasta quien se llevó los botes de aceitunas que tenían en una estantería. A pesar de las incomodidades, Moisés insiste: La mayoría respeta el entorno.
Publicidad
Lo curioso es el goteo de interesados a pesar de que allí no hay nada que ver. Ni rastro, por ejemplo, de la famosa escalinata de dos metros y medio que desveló una edificación insólita.
Lo único que luce en este cerro es una chapa roja. Los cinco mil metros cuadrados de excavación permanecen bajo las enormes planchas metálicas.
Los arqueólogos no pisan por allí desde hace un año. Los propietarios de la finca y la Junta intentan cerrar desde entonces un acuerdo definitivo para desgajar el cerro de la finca. Todo apunta a que está al caer, pero, de momento, no hay anuncio oficial.
Publicidad
Abel González es el alcalde de Guareña, el término municipal en el que se encuentra la finca. Cuenta el primer edil que estos cuatro años de excavaciones ha puesto a su pueblo en el mapa. Revistas especializadas en arqueología de medio mundo han seguido con detalle las sorpresas que guardaba el Turuñuelo.
En el Consistorio esperan que en tres o cuatro años puedan contar con un centro de interpretación en el que recibir a los visitantes y explicar el valor histórico. Incluso cuentan con un plan de promoción interna para que hosteleros y comerciantes del pueblo conozcan a fondo los restos y hagan de cicerones entre los visitantes.
Publicidad
Pedro Fernández Lozano es corresponsal de HOY en Guareña. A través del hiperlocal HOYGuareña ha seguido cada paso que se ha dado en el cerro y las novedades que le contaban Esther Rodríguez y Sebastián Celestino, los directores de la investigación. También ha sido testigo de la repercusión mediática de lo que ha contado en este diario.
En mayo, por ejemplo, se topó en la librería de Guareña con Ian Gibson. El hispanista entró en la librería a comprar el periódico y preguntó por la localización del Turuñuelo. Pedro le acompañó hasta la misma puerta de la finca, pero lo único que pudo fotografiar Gibson fue la chapa roja que cubre los restos.
Noticia Patrocinada
Si finalmente hay fumata blanca entre la Junta y la propiedad, la previsión es que pronto se retire, vuelva el equipo de Sebastián Celestino y se instale una cubierta para proteger lo que se ha encontrado.
Incógnitas
Por delante, todavía quedan muchas incógnitas por despejar sobre este pueblo prerromano que ocupó el suroeste de la península ibérica. De los tartesos se conoce, por ejemplo, su opulencia mineral y 2.500 años después, todavía no ha logrado desprenderse de la mitología que rodeó su declive.
Publicidad
No hay evidencias que expliquen la desaparición de Tarteso. El Turuñuelo puede ayudar a entender parte de la fascinación que rodea a esta cultura para entender por qué llegaron hasta esta zona. Tradicionalmente, los arqueólogos sitúan el núcleo tarteso en el triángulo Cádiz, Sevilla y Huelva pero a partir de los años setenta, con las intervenciones en Cancho Roano (Zalamea de la Serena) y en Medellín, Extremadura entra en el mapa de esta civilización prerromana. El encaje cronológico puede explicarse por una crisis en siglo VI a. C. que propició el desplazamiento.
Pobladores Cádiz-Sevilla-Huelva buscaron nuevos territorios y llegaron hasta el valle medio del Guadiana en la provincia de Badajoz. De ahí la importancia que dan los arqueólogos al Turuñuelo para entender el modo de vida en la periferia tartésica. El edificio desenterrado en el cerro destaca por su arquitectura. Conserva muros de hasta tres metros de altura con suelos de pizarra y mobiliario decorado.
Publicidad
La fosilización del yacimiento ha permitido identificar maderas, alfombras de esparto o bolsas de semilla. De la habitación principal se ha retirado más de un centenar de piezas de vajilla y todavía queda mucho más porque solo se ha excavado un veinte por ciento del total.
El Turuñuelo es tres veces Cancho Roano, pero sobre todo, puede ayudar a documentar la tesis de que a partir del siglo VI a. C. se fraguó una cultura propia en el valle del Guadiana. Solo la ciencia y el conocimiento entierra al mito. Pero, la ciencia, de momento, permanece bajo una chapa roja para que no se moje con la lluvia.
Primer mes sólo 1€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión