Sacerdote católico / budista

Martes, 6 de septiembre 2022

  1. Manuel Fernández Rico | Sacerdote

    «En la medida que nos abramos a los demás haremos de esta tierra un lugar mejor»

Vídeo. Manuel Fernández Rico es párroco en la barriada pacense del Cerro Gordo. J.V. ARNELAS

Manuel Fernández Rico tiene 50 años y justo la mitad de su vida la ha dedicado al sacerdocio. Nacido en Campillo de Llerena (Badajoz, 1. ... 333 habitantes), su infancia la pasó entre el colegio y el ultramarino de su abuela Paca. En aquellos primeros años ayudaba a la familia en todo lo que podía. Incluso desde detrás del mostrador pesando lo que se despachaba.

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Le gustaba la tienda, pero también se sentía a gusto en la iglesia, donde ayudaba como monaguillo, una experiencia que le animó a estudiar Secundaria en el Seminario de San Atón. «Me atraía la experiencia de convivir con la gente, abrir el corazón y tener una experiencia de Dios. Yo quería ser como Jesús».

En esa etapa jugó mucho al baloncesto, lo hacía bien y a punto estuvo de estudiar periodismo para convertirse en cronista deportivo.

Finalmente inició los estudios eclesiásticos y su primer destino fue Usagre, donde ejerció como diácono. «Descubrí lo que era el sacerdocio junto a Paco Sayago, que era el párroco, y a su mamá. Fue una experiencia gozosa que me animó a continuar».

Pero aún no había hecho la 'mili' y tuvo que enrolarse en el Ejército para hacer el servicio obligatorio. En esa época tenía ciertos prejuicios con el mundo militar, «Me destinaron a San Fernando (Cádiz) y allí descubrí que los militares viven su trabajo como una verdadera vocación, cambié para siempre mi forma de mirarlos».

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«La Iglesia puede aportar unión y en la medida en que sea capaz de trabajar con otras entidades podrá hacer mucho bien»

Después se licenció, lo ordenaron sacerdote y fue enviado a Esparragosa de Lares. Estuvo un tiempo y cuando tenía 30 años el entonces arzobispo de Mérida-Badajoz, Antonio Montero, le pidió que se convirtiera en el formador del seminario. «Apenas les sacaba 10 o 12 años a los chavales, pero fue una experiencia muy bonita, se trataba de ayudarles a descubrir cuál era su camino».

En la parroquia de San Fernando de Badajoz ejerció por primera vez como párroco en una gran población y ahora trabaja en la puesta en marcha de la parroquia de San Juan Pablo II, que está enclavada en la joven barriada del Cerro Gordo de Badajoz.

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Además, es delegado de Pastoral Juvenil y acompaña a los Equipos de Nuestra Señora. «Vivo por primera vez en un barrio superjoven en el que yo me siento supermayor. Nuestro templo es provisional, pequeñito, pero ya tenemos 150 niños en las catequesis y el contacto con sus familias es una maravilla».

«Yo soy de pueblo y sé lo importante que son las comunicaciones para poner en marcha multitud de iniciativas»

Su ilusión pasa por construir el templo definitivo, pero ese objetivo material no lo aparta de su gran meta: hacer de la Iglesia un lugar en el que los vecinos se sientan cómodos. «La Iglesia puede aportar unión y en la medida en la que sea capaz de trabajar con otras entidades podrá hacer mucho bien, especialmente a las personas que más lo necesitan».

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«Los extremeños vivimos en una tierra que es maravillosa, una tierra por descubrir. Yo soy de pueblo y sé lo importante que es mejorar las comunicaciones porque eso permitirá poner en marcha multitud de iniciativas. Somos una tierra diversa en la se pueden hacer grandes cosas si trabajamos juntos. Me apena ver cómo se marchan muchos jóvenes porque no encuentran un futuro aquí», afirma convencido.

Sacerdote en un barrio diverso donde hay vecinos que van a la Iglesia y otros que no creen o profesan otras religiones –hay una iglesia evangélica, algún budista...–, Manuel Fernández Rico cree que la diversidad, lejos de ser un problema, puede ser enriquecedora. «En la medida en que seamos capaces de romper los prejuicios y estemos abiertos a los demás, seremos capaces de hacer de este mundo un lugar mejor y abierto a todos».

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  1. Ten Boal | Monje Budista

    «Hay personas que se paran a hacernos fotos cuando nos ven por la calle»

Vídeo.

La entrevista se desarrolla en una vivienda clásica de cualquier pueblo extremeño, en este caso en Casar de Cáceres. La diferencia la pone Teo Borrella, que en realidad se presenta con su nombre budista, Ten Boal. Ha convertido su residencia en un templo de Gautama Buddha. Por allí han pasado ya 25 personas a las que ha iniciado en la filosofía budista. Porque para este monje que acaba de volver a su tierra a los 64 años, el budismo «más que una religión es filosofía de vida».

–¿Qué hace un budista en Cáceres?

–Yo he vivido mucho tiempo en Barcelona y los últimos cuatro años en un centro budista en Denia. Me vine a Extremadura en 2020 porque me quiero retirar ya y de paso aportar conocimiento sobre el darma a la gente que tiene inquietudes por la filosofía budista. Sigo mucho el Olivar del Buda y Tierra de Budas. Esperemos que arranque de una vez el proyecto de Arropez y poder construir el templo. Me dijo José Manuel Vilanova (presidente de la Fundación Lumbini) que me quedaría allí para cuidarlo y como ermitaño para apuntalar la filosofía budista.

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–¿Cómo llegó al Budismo?

–Salí en 1958 de Casar de Cáceres. Era un niño de 9 meses. Mis padres se fueron a la Costa Brava. Por circunstancias, nos trasladamos a Barcelona. Allí me casé y tuve una niña, que falleció al poco tiempo. Toqué fondo en mi vida, caí muy abajo en la sociedad. En un concierto de Bob Marley en Ibiza tuve la inmensa suerte de conocer al Lama Yeshe. No sabía quién era ese señor, pero me hizo dar un cambio a mi vida. También conocer al director de la Casa del Tibet en Barcelona.

–¿Cómo cambió su vida?

–Mi camino cambió con el Budismo. Me enseñó a superar la muerte de una hija, algo que duele mucho. Fue gracias a ella. Me dio una lección de vida. Decidí ponerme los hábitos. Buscaba algo después de ver morir a mi hija. Esta filosofía vale la pena. Depende del karma que hayas acumulado vivirás tu presente o tu próxima vida.

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–Para usted, ¿el Budismo es una filosofía o una religión?

–Como dice el Dalai Lama, cada uno lleva la religión como la siente. Si eres monje, como es mi caso, lo puedes ver como una religión, pero así y todo nosotros más que una religión lo vemos como una filosofía de vida, una conducta, unos valores, algo genuino... Sin dogmas. Es una búsqueda. El Dalai lo dice. Nunca cambies de religión si eres un buen budista.

–¿Y cómo se adapta a Extremadura? Porque en los pueblos extremeños no es habitual ni esta práctica ni su forma de vestir...

–Saliendo del Pedrilla a San Francisco los coches paraban y hacían fotos a los monjes. Ellos se reían y me preguntaban si era normal. En Barcelona puede ser más normal. Aquí llama más la atención. Cuando vinieron los monjes theravadas, que son unos monjes muy austeros de Birmania, se sorprendían de la construcción del casco antiguo. Preguntaban cómo podían poner esas piedras, si se podrían caer. Un señor se paró y saludó en inglés. Fue de agradecer. Sobre todo si no te juzgan por ser distinto o vestir de otra forma. Todos somos iguales y deberíamos ver a todos por igual.

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–¿Siguen parándose y haciéndoles fotos por la calle?

–Sí.

–¿Cuántas horas dedica a meditar cada día?

–Entre seis y ocho horas. Cuando trabajaba podía dedicar menos tiempoero, eran dos o tres.

–¿Habrá complejo budista en Arropez? La tramitación es lenta.

–Prefiero que el complejo budista vaya despacio. Que no pare pero que vaya a su ritmo. Todo tiene un proceso. Lo que ha frenado mucho es el problema de la ZEPA. Se va solucionando. Hay un proyecto en marcha que debe empezar. Esperamos el permiso de obra para ese pequeño templo. Es un primer paso. Que Cáceres tenga un centro budista de esta magnitud es algo tremendo. Hay muchísima gente interesada, más de lo que imaginamos.

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