Cubas geolocalizadas que garantizan la frescura del tomate para industria
Conesa tiene sus 200 plataformas equipadas con dispositivos que avisan del momento en el que están llenas para optimizar en el transporte hasta la fábrica, y transformar ese producto en el momento más adecuado sin merma de calidad
Martes, 17 de diciembre 2024
Tiene capacidad de procesar un millón de toneladas de tomate fresco por campaña. Una cifra que ha convertido a Conesa en la empresa líder indiscutible de la transformación de tomate en España. A esa posición ha llegado gracias a su potente expansión –actualmente tiene fábricas en Extremadura, Andalucía y Portugal–, pero también a su constante evolución tecnológica. Y es que sin esa apuesta por la innovación, tampoco podría manejar las cantidades de producto que mueve cada campaña.
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Uno de los más recientes proyectos que ha desarrollado esta compañía es la sensorización de todas las cubas en las que transporta el producto fresco hasta la industria. Unos dispositivos que avisan a los responsables de producción de su volumen de carga y de su exacta ubicación geográfica. «Para nosotros es un desarrollo muy importante en el que llevamos trabajando desde hace cinco años», explica Antonio Bernabé, responsable del departamento agrícola de Conesa.
Esos sensores volumétricos envían los datos a una plataforma web y con esa información se puede planificar con tiempo el trabajo diario en la fábrica. Es decir, reducen los tiempos en los que el tomate tiene que esperar para su transformación, con lo que puede recogerse en un punto más óptimo de maduración.
Esa plataforma de recogida de datos es un desarrollo propio de la empresa en la que se registra toda la información que se genera en el campo. «A ese programa de recepción de materia prima le hemos incorporado la descarga de los datos de estos sensores», aporta Bernabé.
En función de la información que aportan los dispositivos –que en la empresa compran a dos proveedores externos– se envían los camiones a recoger los tomates a las diferentes fincas. «Al instante tenemos los datos en la pantalla del ordenador y sabemos qué cantidad de tomate tenemos cosechada en cada momento», añade Bernabé.
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Las cubas con las que trabaja Conesa –todas ya de fibra de vidrio; las antiguas de chapa están desapareciendo– tienen capacidad para 12.000 kilos, pero casi nunca se completan. Normalmente se trasladan a la industria cuando están entre diez y doce toneladas, eso hace que pueda haber centenares de kilos de diferencia. Con los sensores ya no hay duda de con qué peso llegará la cuba hasta la fábrica.
En total son 400 los recipientes, dos por plataforma, que tiene la empresa sensorizados y en movimiento durante los dos meses de la campaña. Son muchos, pero así garantizan un buen funcionamiento del proceso. «Preferimos tener un poco sobredimensionado el sistema para darle un mejor servicio al agricultor», defiende el responsable del departamento agrícola del grupo.
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Registro horario
Entre las variables que quedan registradas en la plataforma está la fecha exacta, al minuto, en la que se completó la cuba en el campo. Un detalle fundamental a la hora de programar la descarga del producto para su transformación. «De esta forma lo podemos hacer siempre en el orden adecuado para que esté más fresco; antes no teníamos tanta información de lo que sucedía en las fincas», señala el responsable agrícola de Conesa, que en sus más de tres décadas de experiencia en el sector ha vivido una gran evolución. «Lo máximo que hacíamos de control del momento de recogida era a través de llamadas de teléfono, mientras que ahora podemos adecuar la fábrica a la capacidad exacta que vamos a tener que procesar», añade.
Al final, estos detalles repercuten en una mayor calidad del producto final. «Se nota mucho en la homogeneidad que logramos en fábrica y esa mayor uniformidad la conseguimos gracias a que sabemos lo que tenemos en cada momento», destaca Bernabé.
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La instalación de los sensores generó ciertas dudas en los directivos de la empresa en un primer momento. «Al principio, cuando valoramos el proyecto, éramos un poco reacios a llevarlo adelante», reconocen en la empresa. «Al final, como en cualquier tipo de inversión en tecnología teníamos que tener muy claros los costes y los beneficios», detalla el directivo.
Con el paso del tiempo, se ha demostrado una herramienta muy útil. «Es un apero importante para nosotros», sonríe el responsable de la sección agrícola tras utilizar una expresión muy pegada al terreno. Sobre todo, la información facilita mucho la tarea de gestión y ayuda en la toma de decisiones a la hora de programar una fábrica de gran tamaño, como es la de Conesa. Solo la instalación de Villafranco (Badajoz) recibió durante la pasada campaña producto de 3.200 hectáreas y transformó unos 300 millones de kilos (300.000 toneladas) de tomate. «Estamos realmente satisfechos, principalmente con la posibilidad de controlar los tiempos que se ha demostrado que es una gran ventaja, porque hemos comprobado que mejora mucho la calidad», certifica Bernabé.
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La fábrica de Villafranco transformó en la pasada campaña 300 millones de kilos de tomate
La prueba es que desde Conesa, año tras año, le piden a los proveedores más funcionalidades en los sensores para que cubran necesidades que detectan. Una de las últimas es la alimentación de los dispositivos. Actualmente tienen dos tipos. Unos funcionan con batería y se sitúan dentro de la cuba. Los otros, los más nuevos, se colocan en el borde del recipiente y tienen una pequeña placa solar con la que reciben la energía necesaria.
Especialmente se han beneficiado de este proyecto de geolocalización las áreas de trabajo centradas en los productos especiales, como son los ecológicos o los destinados al consumo infantil. Son líneas de producción en las que, por su menor volumen de trabajo, más necesidad tienen de programar sus tiempos.
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La empresa tiene en proyecto incorporar la IAa los sistemas de riego para su optimización
Estos alimentos especiales, además, se suelen realizar con la materia prima que sale de las fincas que son propiedad de Conesa. «En la planta de Villafranco se hace en torno al 30% de producción propia, con la que podemos controlar mejor que la gestión del tomate en el campo se adecua a los requisitos ecológicos, por ejemplo», puntualiza Bernabé.
Predicciones
El siguiente paso, para tener una mejor previsión de cara a organizar el trabajo en las fábricas, es predecir el volumen de tomate con el que tendrán que trabajar antes de que empiece la cosecha.
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En Conesa ya llevan varios años avanzando en esa idea, pero en las últimas tres o cuatro campañas han iniciado un proyecto denominado 'smart factory'. «Tratamos de hacer estimaciones, tanto en cantidad como en tiempo; para así saber los kilos que vamos a tener de una determinada finca y cual será el momento óptimo para su recolección», aporta el directivo del grupo.
Con esos datos, siempre que sean correctos, tendrán la capacidad de conocer con mucha antelación la variedad y la cantidad de tomate que llegará a la fábrica. Más facilidades para programar el trabajo y un mayor conocimiento a la hora de gestionar las ventas de producto terminado.
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Para acercarse a unas buenas previsiones se utilizan cifras históricas de campañas anteriores, pero también se introducen en el modelo predictivo información como las precipitaciones, las temperaturas o el riego y se analizan variables como el desarrollo de la planta. «Cuantos más datos, más se van a aproximar en la estimación», dice Bernabé, que añade que hasta el momento están contentos con las predicciones efectuadas.
Igualmente incide en que este sistema de predicciones se está enfocando a sus productos especiales. De nuevo, conocer los días de producción ecológica o de alimentos infantiles que van a necesitar resulta muy útil para programar el funcionamiento de las líneas en la industria.
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Control en campo
En Conesa trabajan con un programa informático de registro en el que agrupan toda la información agrícola: las parcelas, el agricultor al que pertenecen, las operaciones que éste realiza sobre el terreno, desde el laboreo a la aplicación de fertilizantes o al uso de fitosanitarios. «Al llegar el camión a la fábrica, lo enlazamos a nuestra base de datos y tenemos toda la trazabilidad de ese agricultor», indica Bernabé.
Uno de los aspectos destacados de ese programa es que es el mismo para todos los agricultores que venden su producción a Conesa y está instalado en todas las fábricas del grupo. Así, cualquier cliente tiene acceso a la trazabilidad del producto que compra y, en definitiva, contribuye, como tantos otros proyectos de digitalización, a la estandarización de los procedimientos.
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Entre las tareas que se efectúan en el campo, una de las más importantes para el resultado final de la cosecha es el riego. «Tenemos buenas condiciones y buen suelo, pero el agua es un factor fundamental en nuestro cultivo», remarca Bernabé, para insistir en que todas las fincas con las que trabajan ya tienen instalado el riego por goteo.
Este es uno de los trabajos que más han cambiado en sus años de vida laboral. «Antes se regaba a pie, ahora, el riego por goteo, la programación, los equipos electrónicos..., han optimizado mucho el uso del agua».
El objetivo es ir a más y el responsable agrícola de Conesa avanza que tienen en proyecto incorporar la inteligencia artificial (IA) a los programas de riego. Un sistema mediante el cual se aplicarían el agua y los fertilizantes en función de las condiciones climáticas y del estado del suelo. «La IA iría poniendo las cantidades necesarias para el cultivo», comenta Bernabé, que pone el foco en la importancia del agua. «Es fundamental y lo será más a futuro, tenemos que optimizar al máximo su aplicación».
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