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San Agustín, junto a la calle Chapín, donde fue el asesinato. HOY

La guapa de la fiesta no quiso bailar y acabó en asesinato

CRONICA NEGRA DE EXTREMADURA ·

El crimen de la calle Chapín, 1905. En una sociedad de Badajoz se celebraba una fiesta que acabó en escándalo cuando la novia de uno de los socios rechazó a otro de los asistentes

Sábado, 4 de marzo 2023, 07:47

del siglo XX en Badajoz el ocio de los jóvenes era ir a los bailes que organizaban las distintas sociedades de la ciudad. Una vez ... dentro se sentaban a charlar con una copa en los sofás o divanes que se colocaban en la sala u ocupaban el centro de la misma para sacar a bailar a una chica. Un ritual que suena muy anticuado y que acabó muy mal una noche de junio de 1905.

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Había distintas sociedades y en la mayoría solo se podía entrar siendo socio o hijos de los titulares. Estaba el Liceo, que actualmente es el Casino de Badajoz, el Gimnasio que era muy popular e incluía instalaciones deportivas y sociales, el Casino Repúblicano o el Recreo de los Artesanos (también apodado Sociedad Espronceda).

Este última sociedad estaba en la calle Chapín. El 22 de junio de 1905 había un baile muy animado. Entre los asistentes estaba Ataulfo D., un joven socio de familia acomodada. Vio en la pista a Carmen R, un chica agraciada. Se acercó a ella y le pidió bailar juntos. La joven le dijo que sí, que más adelante. Más tarde, sin embargo, cuando el hombre insistió, Carmen alegó que no podía bailar porque tenía callos en las manos.

La respuesta molestó a Ataulfo que se enfadó y se dio cuenta, además, que no conocía Carmen y que su respuesta no encajaba en ese baile. Comprendió que no se trataba de la hija de un socio, sino de una joven que se había colado en la fiesta. En efecto era así, solía hacerlo con sus amigas y le interesaba la Sociedad Espronceda, entre otras razones, porque su novio solía ir allí.

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Esa noche, sin embargo, Carmen no estaba con su novio y Ataulfo, enfadado por el desplante, acudió al presidente de la sociedad y pidió que echasen a la chica del baile.

La humillación de Carmen no quedó sin repuesta. Una semana después se organizó un nuevo baile en esta sociedad. La chica expulsada no estaba, pero sí su novio, Manuel G, un joven de buena familia y muy conocido en Badajoz.

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Manuel iba acompañado de un amigo suyo, Ángel M, alias 'Cagueta'. Ambos vieron a Ataulfo bailando en la pista con una invitada llamada Pastora. Se acercaron y le pidieron que les acompañase para hablar. Los tres salieron a la calle Chapín, pero Manuel le dijo a 'Cagueta' que volviese dentro a buscar sus sombreros.

Una escena sangrienta

Cuando Ataulfo y Manuel se quedaron a solas, el segundo le recriminó al primero que provocase la expulsión de su novia tras rechazarle. La discusión subió de tono, hubo varios empujones y Ataulfo sacó una faca, un cuchillo casero, y apuñaló a Manuel. Lo hizo con tanto acierto que el vientre de su rival se abrió y, tal y como contaron los testigos horrorizados, se le salieron las tripas.

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Ataulfo huyó de la escena, pero fue detenido en la esquina por José, el sereno de la zona. Éste lo vio correr con el cuchillo ensangrentado, le dio el alto e hizo sonar el pito. Pronto llegó otro sereno, Florencio, que fue el que localizó al herido y se dio cuenta de la gravedad de las heridas. Entre ambos serenos trataron de llevar a Manuel al hospital, pero el joven se les murió en el camino.

El suceso causó mucha conmoción en Badajoz por implicar a dos jóvenes de familias conocidas. Corrieron todo tipo de rumores hasta que se fue extendiendo, gracias a los testigos, la historia de Carmen y su desplante alegando que tenía callos.

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El juicio se celebró menos de un año después de los hechos. Los otros jóvenes que estaban en el baile y los serenos narraron con claridad lo que había pasado. El testimonio más emotivo fue el de Carmen que se derrumbó testificando y tuvo que ser atendida por un médico. Estaba muy afectada por haber perdido a su novio y aseguró que nunca le había prometido a Ataulfo bailar con él en la sociedad.

El acusado alegó legítima defensa. Dijo que en la calle, en la pelea, vio como Manuel sacaba un arma de su chaqueta y se adelantó apuñalándolo. En este punto fue determinante el testimonio de los dos serenos que registraron al fallecido y el lugar del suceso y no encontraron ningún cuchillo más.

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El fiscal y la acusación particular argumentaron, por su parte, que se trataba de un asesinato con alevosía, especialmente por la gravedad de la herida. A pesar de que el arma casera que usó apenas tenía filo, se la clavó con tan fuerza que le atravesó los intestinos y le alcanzó la espina dorsal desde delante. En concreto la acusación definió la alevosía de este acto como «la más agravante de las circunstancias que pueden calificar a un homicidio, definida por el Rey Sabio, como la lepra del alma, porque es la que más perversión acusa».

Más allá de la grandilocuencia de estas palabras, la alevosía supone que el autor se asegura de cometer el delito sin que la víctima tenga medio de defenderse. Es decir, la clave es que Manuel no estaba armado.

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En un gesto final efectista el abogado de la acusación particular mostró un dibujo al jurado representando la herida. La imagen causó gran malestar en la sala de la Audiencia Provincial de Badajoz, donde se juzgaba el caso. Finalmente el fiscal pidió 17 años de cárcel y la acusación particular cadena perpetua.

La juventud se pierde

El abogado defensor, por su parte, sorprendió al jurado y a los asistentes con una alegato final indicando que el acusado era un buen joven, con buena educación, pero que se había dejado llevar por una idea romántica del valor, como enfrentándose a un duelo. Rechazó que su defendido fuese un pendenciero, como señalaron algunos testigos, «y en cuanto a las compañías y el uso del arma homicida es común en ambos contendientes (...) es efecto de este viciado ambiente social que corrompe a los jóvenes desde su primera edad con falsas ideas de valor y rectitud».

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Sus argumentos no calaron y Ataulfo fue condenado a 20 años de cárcel y 3.000 pesetas (18 euros) de indemnización.

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