La Avenida de la Suerte
Las Vegas en Cáceres. En Antonio Hurtado, hay siete negocios de apuestas en 200 metros
A la calle de Cáceres donde nací y pervivo empiezan a llamarla Las Vegas. De un tiempo a esta parte, el juego y, sobre todo, ... los premios millonarios han convertido la avenida de Antonio Hurtado en un remedo extremeño del paraíso americano de los casinos. La verdad es que nuestro universo ludopático cacereño es más de andar por casa, pero tiene su gracia y, sobre todo, demuestra que la también llamada Avenida de la Suerte se está convirtiendo en la calle más comercial-popular de Cáceres.
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Porque en las ciudades hay calles comerciales pijas y calles comerciales populares. La mía es muy de clase media con sus droguerías de venta a granel, sus mercerías con precios de risa, sus perfumerías con colonias divinas y estos negocios chinos, aquellas zapaterías de lujo asequible, esos restaurantes de comida rápida y popular que tanto gustan a los niños. En fin, una calle donde late el Cáceres auténtico, el de toda la vida de verdad, no el catovi relamido del que no se note, que no se mueva, que no traspase.
Fíjense: en mi calle hay, en 200 metros, tres quioscos de la ONCE; una administración de lotería; ¡atención!, un quiosco resistente que vende periódicos, pero también bonoloto y dos salas de juegos y apuestas. Si le sumamos un bingo en una esquina y otra sala de juegos y apuestas en una paralela, queda dibujado el mapa y aclarado por qué vivo en Las Vegas. ¡Nada más y nada menos que siete 'casinos' callejeros en 200 metros y otros dos a la vuelta de la esquina!
Hace una semana, un amigo compró en uno de los 'casinos' un Rasca de la ONCE. Rascó y le tocaron 20.000 euros. El miércoles pasado, una bonoloto sellada en el quiosco Mellado, el que también vende periódicos, fue premiada con 1.207.997 euros. Con tantos premios en tan pocos días y el gordo de la Navidad asomándose, se entiende el trasiego de apostadores y jugadores que se ve estos días en Las Vegas.
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Me gusta el quiosco Mellado porque nací enfrente y ahí compré mis primeros periódicos. Ahora, cuando voy a comprarlos, tengo que pedir la vez porque hay cola de apostadores. En Las Vegas americanas se ven millonarios despendolados. En el quiosco Mellado espero junto a jubilados juiciosos que se juegan un euro.
En Las Vegas cacereñas, estos días prenavideños hay mucho ambiente en la administración de lotería y las colas interrumpen el paso ante los puestos de la ONCE. Estos quioscos en la calle contagian alegría, pero las salas de apuestas dan un poco de yuyu porque son algo siniestras, con esa puerta estrecha, esas cortinas, la oscuridad, los jóvenes que entran desde temprano para apostar 20 euros a que el Igman Konjic y el Zrinjski Mostar empatan a 2 en la jornada 14 de la liga de Bosnia-Herzegovina. En los quioscos es distinto: apuestas un euro a la luz del día y ganas un millón.
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Los apostadores callejeros de Las Vegas de Cáceres son mayormente jubilados. Salen a la calle con cinco euros y se los gastan en el cupón, el café y la cañita con morros. Nunca la felicidad fue tan barata ni una calle tuvo tanta vida a todas horas. Porque en Las Vegas de Nevada, el ambientillo revive al atardecer y, sobre todo, los fines de semana, pero en Las Vegas de Cáceres, el jolgorio empieza bien temprano con cientos de estudiantes yendo a coger el bus, sigue durante el día, con cientos de vecinos comprando, charlando y apostando un euro y acaba por la noche, con cientos de estudiantes caminando hacia el centro buscando diversión. En mi calle somos así: sociables, animosos y capaces de ilusionarnos con un cupón. Si toca hoy, bien y si no, ya tocará mañana, que para eso vivimos en Las Vegas.
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