Aquí un servidor tiene publicado un libro con ese título: «El Raso de la Viña». Se trata de un con junto de artículos aparecidos en diversos medios y que, recopilados, fueron publicados por la Editorial Canchales en el año de 2016. El título tiene su motivo, porque fue precisamente en ese paraje donde servidor cazó-mató su primera liebre.
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El Raso de la Viña es un pinar en la falda de la sierra de Arenalejo. ¿Qué pasó aquella tarde para que yo fuese con unos y otros a cazar al Raso de la Viña? No acierto a recordar detalles. Sí que alguien me puso junto al tronco de una encina y que más abajo estaba Don Fausto, nuestro señor cura párroco con su sotana y todo, esperando lo mismo que yo: que apareciese alguna pieza de caza. Vi que se acercaba lo que me pareció un monstruo apocalíptico, pero era la liebre que trotaba escorzando para salir del pinar y escurrirse entre el señor cura y yo. Como a mí me pasaba más cerca, encaré la del doce y la fulminé de un tirascazo. Allí quedó muertita la estupenda liebraza. Fui felicitado por los que asistían a la cacería y creo que nos la comimos al día siguiente en la taberna de tío Justo.
Fue la primera. ¿Cuántas hubo después, a lo largo de la vida? Qué más da. No importa el número, sino recordar los lances. A la postre, sentimos respeto y admiración por esas criaturas nocturnas que, sentadas sobre sus cuartos traseros, contemplan los misterios del cielo estrellado, de la luna llena o del oscuro firmamento. Luego pasan el día camufladas en su yacija. Y ya sabéis, amigos: «En diciembre y en enero, la liebre en el tollero». Recuerdos y olvidos.
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