El mundo rural, cada vez más denostado y olvidado por una inconsciente y sibarita sociedad sumida en la hipocresía, languidece y muere lentamente. Muere ante la aquiescencia tácita de aquellos que visten y peinan a canes en exclusivas peluquerías y pasean a cerdos en carritos de bebés hasta la hamburguesería más famosa del barrio; muere, mientras ellos saborean una suculenta hamburguesa de buey cuyo jugo les gotea barbilla abajo. Poco importa entonces esa España rural que se desmorona bajo imposiciones legales carentes de sentido y de responsabilidad civil, como aquellas que persiguen el fin de la caza. Porque, ¿puede existir un pensamiento más antinatural que abogar por el fin de la caza? ¿Hay algo que altere más la vida rural que el fin de la actividad cinegética? La ciencia, la antropología y otras muchas disciplinas científicas se han empeñado en demostrar de un tiempo a esta parte que el ser humano es tal y como es, física y psicológicamente, gracias a la caza y a su actividad depredadora. Desvincular al hombre de su actividad predadora sería igual que sacar a un pez del agua y pretender que viva. El hombre ha llegado hasta aquí, hasta el siglo XXI, aunque hoy algunos quieran renegar de ello, gracias a su adaptación al medio y a su supervivencia a través de la caza. ¿O qué reflejan si no las pinturas rupestres y el arte mueble del paleolítico superior? ¿O los relieves de los palacios sumerios? ¿O las pinturas de Paul de Vos? La caza es el elemento natural y cultural más primigenio y esta es irremediablemente necesaria e imprescindible para mantener el equilibrio biológico. ¿Cuál es el principio que impera en la naturaleza estableciendo una necesaria e inevitable jerarquía? ¿Acaso no están todas las especies animales supeditadas unas a otras, hasta el punto de que la caza y la muerte son la esencia de la vida? La diferencia entre la vida y la muerte se encuentra en la supervivencia y, por ende, en la caza, queramos o no. La caza actúa como elemento regulador de las poblaciones estableciendo una selección natural necesaria para la sostenibilidad de los ecosistemas. La caza elimina a los más débiles, a los enfermos.. , evitando así la propagación de enfermedades y epidemias.
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Pero el ambiguo reducto 'ecologeta', cegado por la luz espiritual de las subvenciones, no lo ve y sostiene concienzudamente que para avanzar hacia un mundo más justo y mejor es necesario que el hombre deje de cazar y que conviva pacíficamente con los animales. Les gusta imaginarse inmerso en un mundo utópico en el que todos los animales conviven pacíficamente sin atacarse ni devorarse unos a otros porque eso les dota de una aureola mística que les acerca a la beatificación. Su encorsetada mentalidad oprime su coeficiente intelectual impidiéndole entender que en ese mundo onírico que ellos imaginan imperaría el caos y el desorden y lejos de ser un mundo ideal sería una realidad distópica. La supervivencia humana está supeditada al aprovechamiento de los recursos naturales de los que dispone y, entre ellos inevitablemente, están los animales. La muerte y el sufrimiento son inherentes a la vida misma y constituyen la esencia del mundo animal. ¿O acaso, el leopardo que degolla a una gacela y la eviscera cuando todavía esta tiene aliento, o el mismo zorro que se come una pollada entera de perdices o ahoga a un cordero recién nacido, para satisfacer el apetito de su joven camada, sobrevivirían si no cazaran? Desnaturalizar a los animales, no cambiará nada. Para que el queso fresco, los huevos, el jamón de york, las sabrosas salchichas o el chuletón de buey estén en los supermercados y en la carta de los más selectos restaurantes esperando a ser devorados por los urbanistas debe haber alguien que domestique, estabule, críe y sacrifique a los animales de los que estos productos proceden. Es una forma más de aprovechar los recursos que la naturaleza nos ofrece para satisfacer las necesidades humanas, igual que la caza. Porque, llegados a este punto, estaremos de acuerdo en que el hombre utiliza a los animales para satisfacer sus necesidades vitales, alimenticias, económicas e incluso afectivas, o ¿tener una mascota en casa, privándola en muchas ocasiones de sus instintos primarios y naturales para que nos de cariño y compañía cuando nos sentimos solos, no es utilizar un animal?
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