Senderistas de otoño. Miguel Ángel Muñoz
FEDEXCAZA

Llega el otoño y una luz celestial inunda los campos

José Manuel Llerena Cabanillas

Viernes, 22 de noviembre 2024, 14:09

Llega el otoño y una luz celestial inunda los campos. Un anhelado ejército de nubes pardas derrama agua tibia preñando la tierra seca y la humedad impregna el aire de un olor embriagador con aroma a nostalgia. Los árboles, que comienzan a desfoliarse tímidamente, muestran sin pudor su rugosa desnudez y las hormigas de la sementera despiertan de su letargo anunciándonos que hay que ir preparando el grano que fecunde nuestros suelos para que la siembra florezca en primavera.

Publicidad

Llega el otoño, se respira el cambio de fronteras como decía Neruda y el agua corre sigilosa por los arroyos componiendo una armónica melodía que nutre ríos, charcas y pantanos. La tierna hierba percute lentamente la corteza del barbecho y comienza a despuntar coloreando los campos de un verde redentor. Los pájaros cantan, los ciervos berrean y el ganado pace saciado y tranquilo.

Llega el otoño, y queda atrás el sofoco de un estirado y agotador estío que apetece olvidar. El reclamo abandona el terrero y vuelve a su jaula. Las recovas vuelven al campo comandadas por intrépidos rehaleros que no temen a nada y las ladras de perros valientes retumban entonces entre collados y hoces acelerando el corazón de novicios monteros que esperan con inquietud su primer lance.

Llega el otoño y miles de ilusiones venatorias campan libremente por el monte llenándolo de podencos y traíllas que sueñan con esquivos conejos y veloces liebres; de cuadrillas de soñadores que se reencuentran al alba para salir al campo, olvidar sus penas y respirar libertad; de verdaderos cazadores que anhelan sufrir pateando sierras, rastrojos y bosques tras codornices, becadas y perdices.

Ansiado otoño, ansiados lances preñados de incertidumbre que impiden dormir, pero no soñar.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Primer mes sólo 1€

Publicidad