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La grada del Príncipe Felipe se pobló con 10.000 gargantas que animaron sin descanso a los suyos. Armando Méndez
Copa del Rey

El Cacereño da otro sorbo en el manantial de la eterna felicidad

El conjunto de Cobos amplía el repertorio de momentos memorables con otra actuación épica ante el Atlético de Madrid

Manuel García

Badajoz

Viernes, 6 de diciembre 2024, 21:12

Una parte de Cáceres, la más futbolera, está de resaca este viernes. Pero de la agradable, ese letargo dulce tras una fiesta antológica, con ... mayúsculas y de las que se rememoran en conversaciones de bar durante meses y años por ese poso de felicidad compartida en el imaginario colectivo de una ciudad. Porque el aficionado verdiblanco disfrutó de lo lindo. Era imposible no vibrar con un Príncipe Felipe que se adornó con 10.000 gargantas de todos los timbres. Concurrieron desde las voces más pueriles a las vetustas y rasgadas pasando por otras neófitas atraídas por la majestuosidad del evento; todos al unísono y bajo el mismo son, la oda al fútbol humilde que entonó el bloque de Julio Cobos en una tarde-noche que se apropió de pleno derecho de un lugar de honor en el podio de los anales de su centenaria historia.

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El ambiente era suficiente motivo para el jolgorio y el disfrute de la gente, pero los jugadores se negaron a conformarse y desafiaron a la tozuda lógica de la realidad futbolística que separa a ambas entidades cuatro categorías y un sinfín de ceros en el presupuesto. Hace 40 años, el Cacereño sentó un precedente y lejos de ser una batallita de abuelo cebolleta, se erigió en una lección de historia que se aprendieron al dedillo un Julio Cobos ducho en los menesteres del torneo del KO y sus discípulos. Porque aquella proeza de 1982 tuvo su remasterización en el siglo XXI, con más color pero con la misma esencia, aunque quizás, con más mérito, porque la polarización del balompié sigue imparable entre la vertiente más modesta y la que se moderniza sin mesura.

En aquel 15 de septiembre de hace cuatro décadas, el Atlético de Madrid padeció en sus carnes un idilio copero de los verdiblancos que atravesaba entonces su etapa primigenia hasta adquirir el clímax de su tórrido romance con los dos enfrentamientos contra los dos equipos de vanguardia de la capital de España.

Este jueves el Cacereño hizo besar la lona a un gigante pese a contar con algunos de sus principales estiletes. Solo Griezmann faltó a la cita. Los extremeños asestaron un golpe certero en la primera parte y contuvieron el arsenal inagotable de recursos ofensivos del rival con una disciplina táctica digna de los primeros espadas y una garra que llevó al límite a muchos gladiadores, que se vaciaron para poner patas arriba al sentido común y dejarlo al borde del abismo.

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Solo cuando el último hilo de vida se resquebrajaba, el Atlético tiró de un estertor virulento cebado de adrenalina para revolverse y escapar de un final lúgubre con las fauces de la eliminación mostrando sus colmillos afilados. En los instantes decisivos, Lenglet dejó en el limbo las esperanzas con ínfulas del olimpo del Cacereño, que resistía con el tanque bajo mínimos sostenido por la grada y el calibre de su gesta. Pero cuando el combate expiraba, la fortuna hizo un guiño cómplice al Atleti cambiando la dirección de un inofensivo gancho de Rodrigo de Paul para que aterrizara en el mentón de las ilusiones verdiblancas batiendo a un Diego Nieves estelar. Ese gol le robó al Cacereño una prórroga para la que había opositado cargado de méritos. El 1-3 que certificó Julián Álvarez en el 96 registró un guarismo que quizás no sea el testimonio más fiel para quienes tiren de hemeroteca en generaciones posteriores. Pero bastará con que se formule un '¿qué pasó el 5 de diciembre de 2024 en el Príncipe Felipe?' para que el legado inmaterial de esa gesta beba del manantial de la eterna felicidad.

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