Emile Dickinson, traducida e ilustrada

Tapa dura. Esta cuidada edición de 120 poemas de la autora norteamericana ha sido posible gracias a la contribución de los aficionados

Manuel Pecellín

Viernes, 11 de julio 2025, 23:19

El trabajo conjunto de Marino González (Almaraz, 1963) y José Paulete (Badajoz, 1956) ha permitido la publicación de esta obra, seguramente la más admirable de ... las aparecidas en Extremadura durante el año en curso. Profesor, escritor y editor, el primero; licenciado en Historia y pintor, el segundo, han sabido ensamblar esfuerzos para conseguir esta hermosísima edición en tapa dura, a cuyos costos hemos contribuido los aficionados merced a la solicitud para el oportuno crowdfunding.

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El volumen recoge 120 poemas de Emile Dickinson (Amherst, Massachusetts, 1830-1886), seleccionados y traducidos por M. González, que se ilustran con 140 dibujos en color de J. Paulete. Ambos explican en sendos preámbulos cómo acordaron emprender esta admirable labor, al fin felizmente culminada.

Dickinson fue una mujer muy especial, pionera en no pocos aspectos, y, aunque murió en el anonimato, hoy se la considera entre las mayores escritoras norteamericanas. De familia culta y rica, recibió una sólida formación humanística (con estudios de literatura, música, historia, religión, geografía, matemáticas, biología, botánica, astronomía, griego y latín). Sus biógrafos destacan que, si bien ingresó en el Seminario Femenino de Mount Holyoke, donde recibe una rígida educación calvinista, no se interesaría mucho por la vida religiosa y, con problemas de salud, se recluyó en el hogar dedicándose a sus aficiones múltiples y a la escritura. A escasos metros se encontraba su gran amiga, amante y confidente, Susan Huntington Gilbert, compañera de estudios, a quien le dedicó más de 300 poemas amorosos.

Forman parte de un corpus lírico del que apenas quiso publicar una media docena de los casi dos mil que compuso y escribió en los más diferentes materiales, guardándolos en un cajón (hay versos a lápiz en trozos de periódicos, sobres vacíos y pequeños papeles sueltos). Po fortuna, su hermana Lavinia no respetó la voluntad expresa destruirlos y asumió la publicación póstuma de los mismos, arriesgada empresa editorial para la que supo hacerse con buenos asesores. Sumamente perfeccionista, a la Dickinson se le atribuye una frase reveladora: «Si tengo la sensación física de que me levantan la tapa de los sesos, sé que eso es poesía».

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Hasta qué grado se mantuvo fie la autora a dicho lema, podrán comprobarlo los lectores de esta antología ilustrada. Nunca resulta fácil trasladar versos del idioma original a otros diferentes. Célebre es el viejo adagio italiano 'traduttore…tradittore' (el traductor resulta un traidor). Respetar el sentido literal de los textos y, a la vez, su belleza estilística constituye una auténtica aventura. Recomendamos consultar a uno de los más acreditados, premio nacional 1983 por sus versiones, el extremeño José María Valverde en 'Mi experiencia como traductor' (Cuadernos de Traducción e Interpretación 2 (1983), 9–26). Marino expone en su prólogo las dificultades que ha debido afrontar y los criterios, a mi parecer acertados, para superarlas cumplidamente, anotando que estos «poemas, en su aparente sencillez, son de una complejidad y abstracción realmente abrumadoras» (pág. 12).

Tampoco lo debió tener fácil Paulete para expresar con grafismo abstracto unas veces, más representativas otras, pero que consideramos muy adecuadas y brillantes ilustraciones. «Para mí ha sido una experiencia iluminadora y muy emocionante», concluye el artista su apunte preliminar. Estamos ante el producto exquisito de dos tensiones creadoras, la literaria y la pictórica, por cuya armónica conjunción no cabe sino felicitarse.

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Poemas Selectos

Emily Dickinson

Mérida, De la luna libros, 2025

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