Desde la Moto de Papel
El político que dio un pelotazo con las minas de CáceresSegismundo Moret, tres veces presidente del Consejo de Ministros, dos veces presidente del Congreso, once veces ministro... fue el administrador de la Sociedad General de Fosfatos de Cáceres
Aprovechando las temperaturas casi primaverales sacamos de paseo al cascarrabias de Caridad, a ver si el sol le fortalecía. Fue un paseo corto, para que ... no se cansara. Salimos de su casa, en la Plaza de Antonio Canales, y camino de la Plaza Mayor pasamos por la calle Moret.
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Con andar pausado, acompañado de su fiel Jack, se detuvo a mirar el edificio en estado ruinoso que se encuentra en la esquina con la calle Pintores, al lado del bar Lizarrán. «Es una pena –se lamentó- lo mal que está esta calle que lleva el nombre de una de las personas que más hizo por Cáceres». Por el rabillo del ojo vi que el fotógrafo Guinea mascullaba algo. Seguimos los pasos lentos del compañero hasta que se paró a mitad de la calle, ante una placa que leyó en voz alta:
–'Segismundo Moret y Prendergast (Cádiz, 1838-Madrid, 1913). Hijo adoptivo de la villa de Cáceres en 1881 y distinguido con el nombre de calle de Moret de esta ciudad en 1913' –luego añadió– ¡Qué ejemplo para los hombres de bien!
–¡No me jorobes! –explotó Guinea– ¡¿Qué ejemplo, ni qué niño muerto?! Si éste fue un político que uso sus influencias para forrarse, para dar el pelotazo en Cáceres con las minas de fosfatos.
–¡Eh! –se revolvió el otro– No te consiento que delante de mí hables mal de esta eminencia que trajo el tren a Cáceres, que dio trabajo a 500 personas en las minas, y hasta creó una aldea para los trabajadores, que lleva su nombre, que fue un ejemplo para la época, con casas dignas para los obreros y escuelas para sus hijos.
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–Bah. Trajo el tren porque le convino para ganar más dinero, porque así el fosfato llegaba antes a Lisboa, y se exportaba a otros países. Se forró con el sudor de los cacereños y fue un cacique –Le rebatió el fotógrafo ante la mirada callada de Jack, que estaba entre los dos, y desde el suelo les miraba como si siguiera un partido de tenis.
–¡Tengamos paz! –dijo entonces el difunto Sanjosé–. Vamos a la Plaza de la Concepción, y os cuento lo que la otra noche leí en la Biblioteca Pública en dos libros dedicados a Moret, uno escrito por Carlos Ferrera y otro un trabajo de varios autores de la Biblioteca de Historia Social.
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Sentados en los bancos de piedra, empezó su charla:
–Segismundo Moret era un hombre muy preparado, que fue tres veces presidente del Consejo de Ministros, dos veces presidente del Congreso y once veces ministro. Hablaba varios idiomas y fue embajador en Londres. Tenía una gran fortuna, en parte porque se casó con una prima hermana suya, María Beruete y Moret que tenía muchas propiedades; y porque como abogado tuvo negocios en Francia, Italia, Inglaterra y Alemania. Era un terrateniente con propiedades en Badajoz y en Navalmoral de la Mata, y ganó mucho dinero vendiendo terrenos en la ciudad de Madrid. Invirtió también en compañías de ferrocarril, de electricidad y en minas.
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–¿Cómo fue su relación con Cáceres? –le pregunté.
–Tal como cuenta Carlos Ferrera en su libro, en 1876 se creó la Sociedad General de Fosfatos de Cáceres, que era una fusión de minas aportadas por Moret y Joaquín de la Gándara y otras del Banco de París y Países Bajos. Moret, además de copropietario, actuó como administrador en compañía de Luciano Villars, subgobernador del Banco Hipotecario. Es cierto que ganaron mucho dinero con el tren Madrid-Cáceres-Lisboa, pero el negocio decayó con la competencia de los Estados Unidos, y en 1890 se liquidó la Sociedad General de Fosfatos de Cáceres. Moret se dedicó entonces más a otras inversiones, sobre todo en trenes, eléctricas y bancos.
–Pero, bueno... ¿Caciqueó o no caciqueó en Cáceres? –Quiso saber Guinea.
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–Hombre, hay una carta de Moret a Cánovas, en 1896, pidiendo el puesto de secretario de la Audiencia Territorial de Cáceres para un protegido suyo, y en 1907 el propio presidente de la Audiencia Territorial le manda una carta llamándole 'jefe'. Él controló políticamente los sitios en los que tenía intereses económicos, sobre todo Cáceres y Zaragoza. Metió a un yerno en el Senado representando a la provincia de Cáceres, y su hijo Lorenzo fue diputado por Cáceres.
–Pero él era un liberal que miraba por los pobres. –Apuntó Caridad.
–En 1883 hace una intervención en el Congreso lamentando la pobreza que hay en España. Dijo que los pastores, los labriegos, solo tenían en su zurrón mendrugos de pan de centeno, duro, negro y de sabor desagradable, como única comida para todo el día. Contó la miseria que había en las familias, y terminó de esta manera su discurso: «Así viven más de la mitad de los españoles. Sí, señores, así viven más de la mitad de nuestros hermanos». Es llamativo que se metía con los curas, con los seminarios, de los que decía: «En el seno de una sociedad de holgazanes, transforma todos los años una enorme cantidad de hijos de labradores y de modestas gentes del pueblo, destinados al trabajo, en licenciados en teología, perfectamente inútiles para todo».
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–Tenía un pico de oro. –Dijo sonriente Caridad.
–En 1881 se esmeró en Cáceres, aprovechando que tenía aquí a muchos periodistas que vinieron al encuentro de Alfonso XII con el rey de Portugal, para inaugurar el tren Madrid-Lisboa. Les dio dos discursos memorables, uno en la cena del día de la inauguración, en donde dijo que la última vez que había estado un rey en Cáceres había sido en 1583, cuando Felipe II venía de Portugal de pelear. «Entonces –dijo Moret– se quemaba a los hombres por sus ideas; mientras que hoy... ¡el fuego mueve a las locomotoras que llevan civilización y progreso, y dos reyes celebran en Cáceres una fiesta de paz!». Al día siguiente les dio otro banquete a los periodistas antes de que se fueran a Madrid. Publio Hurtado escribió que estuvo sublime como orador. Lo cuenta así: «Cada metáfora, cada imagen, era acogida con una salva de aplausos. Hacía enloquecer al auditorio. Un frenesí indescriptible se apoderó de los comensales: bravos, palmadas, aturdidora gritería se levantó de todos los ángulos del espacioso salón, hasta que el señor Moret, ronco de perorar, rendido y fatigado de tanto esfuerzo intelectual y material, cayó sin fuerzas en su asiento».
–Oye –le interrumpió Guinea– Tú que parece que lo sabes todo. Si Moret fue el que dio el pelotazo con las minas de fosfatos... ¿Quién va a dar el pelotazo ahora con la mina de litio?
–Bueno. Habrá que esperar a las elecciones municipales que vienen. Hay que esperar a que los candidatos digan, de una vez, si quieren o no la mina; y luego los cacereños decidirán si hay pelotazo... y trabajo.
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