Plasencia en 1905 y el Paseo de Cánovas versus Plaza Mayor en Cáceres
En 1905 la Sociedad Española de Excursiones realizó un viaje a Plasencia en donde el conde de Polentinos realizó sus fotografías estereoscópicas buscando el efecto 3D
Al fotógrafo Guinea se le había metido en la cabeza saber cuándo hizo el conde de Polentinos las maravillosas fotos estereoscópicas de Cáceres de ... las que hablamos la semana pasada. Él hizo estas cábalas en voz alta en la Redacción: «Vamos a pensar... Era miembro de la Sociedad Española de Excursiones, y hacía las fotos en los viajes de la Sociedad, fundada en 1893. He descubierto que publicaban las crónicas de las excursiones en un boletín; por lo tanto, en uno de ellos tiene que estar el viaje a Cáceres». Puso cara de espanto cuando se enteró de que el boletín se publicó mensualmente de 1893 a 1907, y trimestralmente desde 1908 a 1954. Cuando lo supo Caridad le dijo con cierta maldad: «Vamos a hacer cuentas. Tu conde se murió en 1940, por lo tanto... –empezó a hacer números rápidamente mientras callaba unos segundos, para luego decirle con una amplia sonrisa– tienes que mirar 296 boletines en internet, si los encuentras».
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A los tres días un ojeroso Guinea le puso encima de la mesa unas fotocopias. «Aquí está –dijo satisfecho–. Me ha costado mis horas de sueño, pero aquí está el boletín de febrero de 1905: 32 páginas con fototipias contando la excursión que hicieron a Mérida, Cáceres y Plasencia». «Has tenido suerte», le respondió Caridad, apartando de un manotazo las fotocopias que yo cogí.
Con el descubrimiento vinieron más noches en vela del fotógrafo, que se empeñó en buscar, en la página web del Instituto del Patrimonio Cultural de España, las imágenes que el conde debió hacer en Plasencia. Con cada foto que encontraba venía una alegría que compartía: vimos imágenes curiosas de cómo estaba hace 117 años el Palacio del Marqués de Mirabel, la Casa del Deán, el Palacio Episcopal, la Catedral Nueva y la Vieja... Hermosas imágenes gemelas con gallinas por la calle y coches antiguos. Caridad las miraba de reojo desde su asiento, no decía nada porque estaba algo mosqueado con el fotógrafo, que le ha puesto el mote de 'El Linterna' por usar una para no ser atropellado en las calles oscuras de Cáceres. No se aguantó más e intervino cuando Guinea mostró dos fotos en el ordenador y dijo:
–El Ministerio de Cultura dice que ésta puede ser del Valle del Jerte –comentó–, y ésta otra unas ruinas en Plasencia.
–Tú y el Ministerio sois unos zoquetes. ¡Esas peñas son el Salto del Gitano en Monfragüe, y esas ruinas están en Trujillo, porque la torre que aparece es la de Santa María la Mayor!
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Mientras empezaron a discutir fui leyendo el boletín, comprobando que quien había hecho la crónica era Juan de Armada y Losada, marqués de Figueroa, que había sido presidente del Congreso de los Diputados en 1919 y ministro de Fomento y ministro de Gracia y Justicia entre los años 1904 a 1909. Fue escritor y periodista y la verdad es que escribía bien.
Contaba que salieron en tren de Madrid a Mérida la noche del 3 de enero de 1905. Ocupaban tres departamentos. Vieron Mérida durante todo el día, contando con la presencia del escritor Felipe Trigo. Tras dormir en una fonda, a primera hora de la mañana cogieron el tren a Cáceres, acompañándoles Fernando Valhondo Calaff, el millonario que a su muerte, en 1937, regaló su enorme patrimonio a Cáceres.
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Los excursionistas fueron agasajados a la hora de comer en la casa de los Valhondo, que ahora es el Hotel Don Fernando en la Plaza Mayor, y luego visitaron la Ciudad Monumental. Vieron el aljibe de la casa de las Veletas de una manera extraña. Lo cuenta así: «Nos enseñaron el aljibe por un ventanillo, en tanto que, asomada a otro de enfrente una moza, prendía fuego en periódicos, y al resplandor de las llamas del rotativo, consumidas inmediatamente, apenas si podíamos darnos idea del pozo, las columnas y los arcos». Señala que el conde de Canilleros les llevó a su palacio, a enseñarles una estatua romana que habían encontrado sin cabeza y que le habían puesto una, atreviéndose a escribir: «Debemos pedir a voces, decapitación que la deje en su propio ser libre del postizo de aquella feísima cabeza».
La Plaza Mayor llena de gente
Interrumpí la discusión entre los compañeros. «Dejad de pelearos. Mirad lo que pone aquí: los excursionistas fueron al Paseo de Cánovas y les extraño que no hubiera nadie; pero al bajar a la Plaza Mayor vieron los soportales llenos de gente». «Igual que ahora –afirmó Caridad–, que ningún comerciante quiere montar en la Plaza Mayor un puesto de Navidad, y mientras allí no hay ni uno en Cánovas hay dos mercados de Navidad. El Ayuntamiento tiene que hacer algo para que los cacereños vuelvan a la Plaza Mayor. Igual no era mala idea montar en ese lugar el mercadillo de los miércoles». «Sí hombre –le contestó el fotógrafo–, para que se llene de puestos pregonando: '¡Una braga a un euro!', en la entrada de Ciudad Monumental. Es que dices cada tontería...»
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Siguieron discutiendo mientras yo leía la interesante crónica. Los excursionistas cenaron en el Palacio de Godoy, que entonces era El Círculo de la Concordia, y cogieron el tren hasta Plasencia-Empalme. Llegaron a las doce de la noche, y tenían que esperar hasta que a las tres de la madrugada llegara otro tren. Pero allí les estaba esperando con coches el historiador José Benavides, el chantre de la Catedral de Plasencia. En esta ciudad durmieron en la casa de «los señores de Delgado». Se quedaron un día viendo una ciudad que les asombró, marchando al día siguiente a Madrid, con la tristeza de saber que se acaba de morir, con 34 años, el poeta Gabriel y Galán.
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