El Cáceres que unió a dos reyes en 1881 dibujado por Comba
El 8 de octubre de 1881 los reyes Luis I y Alfonso XII mostraron su buena sintonía en Cáceres, cuando acudieron a inaugurar el tren directo que unía Madrid con Lisboa. Una línea que dejó de existir en 2012.
Me resulta sorprendente ver que parece que no termina, el filón de cosas curiosas que han pasado en Extremadura y los personajes interesantes que han ... nacido aquí. El otro día descubríamos la figura del sabio Cipriano Segundo Montesino, el ingeniero extremeño que fue decisivo para construir el Canal de Suez. Nos lo mostró el excompañero Sanjosé, diciendo también que fue uno de los impulsores del tren directo de Madrid a Lisboa; que empezó a funcionar en 1880, pero no fue inaugurado hasta el 8 de octubre de 1881, cuando vinieron a Cáceres el rey de Portugal Luis I y el de España Alfonso XII.
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Se nos dio por buscar en viejos periódicos, cómo se había informado sobre esa inauguración, y el fotógrafo Salvador Guinea se volvió como loco cuando dio con varios ejemplares de La Ilustración Española y Americana, una revista que se publicó entre 1869 y 1921.
–Es increíble –nos dijo tomando unas cervezas por la noche en el mesón de la Plaza Mayor en el que trabaja Juan, el nieto de Sanjosé–. De aquella no había fotos en las publicaciones; pero había ilustradores muy diestros y rápidos, que hacían dibujos al natural de los acontecimientos importantes.
–Algunos eran verdaderos artistas –añadió su novia Ana.
–Uno de ellos era éste... el andaluz Juan Comba. –Nos lo dijo dejando en la mesa, entre los botellines, unas fotocopias del viejo semanario, con tres páginas con dibujos de Cáceres–. Este artista trabajó como cronista gráfico de la Ilustración desde 1872 (cuando tenía 20 años) hasta 1907. Él acompañó a Alfonso XII a los viajes que realizó por España y Centroeuropa. A lo largo de su vida realizó 683 informaciones gráficas, de las que 15 son fotos, porque al final se pasó a la fotografía como muchos pintores.
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Estuvimos viendo los dibujos de Cáceres, que no entendimos bien hasta que no apareció el difunto Sanjosé.
–¡Enhorabuena, Chispacero! –Le felicitó el viejo periodista cogiendo la fotocopias–. Os lo voy a explicar. Lo primero que tenéis que saber es que el tren vino a Cáceres lo antes posible por las influencias de Segismundo Moret (1838-1913), el político que fue tres veces presidente del Consejo de Ministros. Resulta que en 1876 se creó la Sociedad General de Fosfatos de Cáceres, que él administraba, y le hacía falta el tren para exportar el tesoro que tenía el subsuelo de Cáceres. Él hizo que llegará a Cáceres, y su amigo Montesino que pasara por Valencia de Alcántara.
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–No te enrolles y explica los dibujos –pidió Caridad dando un sorbo a su vaso de agua.
–Bueno, pues al principio se pensó inaugurar la línea en Valencia de Alcántara, pero fue el rey portugués el que insistió en que se hiciera en Cáceres. La historia fue así: El 8 de octubre de 1881, sábado para más señas, a las ocho de la mañana llegó Alfonso XII en tren a Valencia de Alcántara. y allí esperó a que llegara Luis I en el tren portugués a las nueve de la mañana. Se vio la buena sintonía que había entre los dos soberanos. Luis I le dio tres besos en el rostro a Alfonso XII. El portugués era un intelectual como la copa de un pino, un hombre de ciencia, había traducido a Shakespeare y Homero. Hablaba español con soltura...
–No te enrolles, que mañana trabajo. –Le volvió a cortar Caridad.
–Vale, vale. Comieron en unas lujosas carpas preparadas con mesas y sillas frente a la estación. Un banquete servido por Lhardy, y a las once tomaron el tren español hasta Cáceres. Llegaron a las dos de la tarde bajó un mar de lluvia. En la estación de tren, que estaba en Los Fratres, el obispo de Plasencia bendijo las tres locomotoras que unían Madrid y Lisboa. Eso lo dibujó Comba. Los monarcas se dirigieron juntos en carruaje de caballos a la Iglesia de Santa María pasando por la Plaza Mayor, aquí está el documento gráfico –dijo señalando un dibujo–. Escucharon un 'Te Deum' en el templo, y los monarcas fueron a sus aposentos preparados en la Casa Consistorial, en el nuevo Ayuntamiento que se había terminado hacía 20 años. Descansaron unos minutos y se fueron a los toros, que empezaban a las tres y media de la tarde.
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–¡Vaya ajetreo! –dije.
–Y tanto, pero como diluviaba la corrida se suspendió al tercer toro. Los dos reyes ya tuvieron la tarde más tranquila para hablar ellos y sus ministros, que cenaron en el salón de plenos de la Diputación. Hubo 80 comensales. El rey portugués se fue a coger el tren hacia su país a las diez y media de la noche. Alfonso XII se mostró entonces en los tres bailes preparados en Cáceres, según las clases sociales. Al día siguiente fue a misa a Santa María, paseó por la villa y tomó el tren para hacer parada en las minas, porque allí le tenía preparada un buen agasajo Moret.
–Vaya tío, el Segismundo. No daba puntada sin hilo –comentó Ana.
–Era listo. Le interesaba que se viera qué estaba haciendo, sobre todo los periodistas de Madrid, que dijeron que en lo que antes era un desierto él había levantado una población minera ejemplar. Uno escribió: «hay 137 viviendas de inmejorables cualidades higiénicas, en las que se albergan, por reducidísimo alquiler, 150 familias. Hay escuelas de niños y niñas y una capilla». El Rey vio las cuatro minas que había: La Esmeralda, San Salvador, San Eugenio y La Abundancia. Luego desfilaron ante él los 500 trabajadores, entre ellos mujeres que separaban el fosfato de la piedra. Alfonso XII comió, puede que perdices, y marchó en tren a su palacio de Madrid.
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–Lo triste de todo esto –dijo pensativo Caridad–, es que en 2012 el Tren Lusitania dejó de hacer el trayecto directo Madrid-Lisboa pasando por Cáceres y Valencia de Alcántara. Igual estamos peor que en 1881. Me voy.– Y se marchó, enfilando la calle Gran Vía alumbrado por su linterna.
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