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Una ballena en Cáceres y recuerdos de Sabina en La Madrila

Desde la moto de papel ·

Sergio Lorenzo

Cáceres

Domingo, 19 de abril 2020, 08:59

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Ya no veo a los compañeros desde que estamos con el teletrabajo. Con el fotógrafo Salvador Guinea comparto el ir a casa de Caridad a cuidarle, pero no podemos coincidir y no nos vemos. No obstante, con Guinea hablo bastante por teléfono para no repetirnos en las comidas que hacemos al enfermo. Últimamente le veíamos bastante alicaído y nos preocupaba.

–Está triste. Ni se entretiene con sus películas en blanco y negro, ni con sus libros sobre Extremadura. – Le contaba yo al fotógrafo por teléfono.

–Sí. Ya lleva más de un mes encerrado en casa y echa de menos sus bares – explicaba Guinea –. Le falta las tertulias, ese arreglar el mundo en la barra de un bar; pero creo que tengo la solución.

Vaya sí la tenía. El fotógrafo le hizo miembro del grupo de facebook 'Bares antiguos de Cáceres', que ya son más de 5.600 las personas que están dentro, y eso le ha dado vida. Está todo el tiempo viendo fotografías y escribiendo comentarios, encontrándose con otros conocidos que son nostálgicos de estos peculiares templos de la filosofía de la vida.

Cuando voy a su casa siempre me está enseñando fotos: «¡Madre mía! Mira está foto de El Adarve. ¿Te acuerdas cuando tomábamos allí las gambas con gabardina? Y qué salaos eran los camareros. Eso sí que eran profesionales. Y esta fotografía del Jamec que tenía entrada por la calle Pintores y por la calle Moret. ¡Mira, mira! Mira esta foto del pub 'Blanco y Negro', aquí están en la barra Fernando y Jacinto, qué pronto se nos fueron. Igual que Fernando, el de La Marina, el bar de la avenida Virgen de la Montaña, aquí está con el soplete. Menuda plancha tiene este bar en el que ya van tres generaciones de la misma familia».

Me enseñaba las fotografías, en las que él conocía a casi todos los que salían en ellas, hablando maravillas de cada uno. Lo que me salió de ojo es que en varias fotografías vi al cantante Joaquín Sabina.

–¿Y eso? ¿Qué hacía Sabina por aquí? – Le pregunté.

–Pues vivir la vida. En los ba res de Cáceres antes te podías encontrar de todo. Mira aquí está sirviéndose una copa en El Faunos, en La Madrila. Comenta sobre esta foto Maribel Corrales, una de las mejores camareras que he visto, que esa noche el cantante fue a Yoyo, y luego fueron a la Sala de Fiestas Faunos; que ella se fue a las doce de la mañana y allí seguía el crápula de Sabina. Menudo era.

A Caridad también le entretiene mucho las historias que cuenta Antonio García Villalón, el que tuvo la brillante idea de crear el grupo. Me llamó mucho la atención una historia que no conocía: que en 1954 estuvo durante varios días en Cáceres una ballena gigante. Lo cuenta así Antonio: «Estuvo expuesta en la Plaza de Colón, y para poder verla había que pagar 2 pesetas. Alguno de los niños que la vieron recuerdan los carteles indicando dónde estaban los ojos y otros datos del cetáceo. También se hacía mención especial a su corazón, que pesaba más de quinientos kilos. Pero lo que más recuerdan es el olor que desprendía a productos químicos, entonces irreconocibles para ellos, para retrasar todo lo posible la putrefacción de un animal que llevaba tiempo muerto. Por mucho formol que utilizasen para intentar combatir dicho olor, un cadáver en descomposición en pleno verano durante meses desprendía un hedor repugnante, apenas respirable». Se acuerdan de ese mal olor tres personas que hacen comentarios: Pedro Álvarez Mora, Diego Sanguino Leo y Manolo Grisalvo. Este último señala: «yo vivía en lo que se llamaba Ronda del Carmen baja, hoy calle Hernández Pacheco, y recuerdo a mi madre pulverizando colonia todo el día por la casa; y nos daba pañuelos con colonia para que nos los pusiéramos en las narices».

Para entretener a Caridad estuvimos investigando sobre esta atracción y, la verdad, que es de lo más curioso. Resulta que fue en abril de 1954 cuando cerca del Estrecho de Gribraltar se dio muerte a esta ballena de 60 toneladas de peso y 20 metros de largo, y a un avispado feriante se le ocurrió embalsamar al animal y llevarlo de ciudad en ciudad, transportándolo en un enorme camión.

Vimos que en mayo de 1954 estuvo en Córdoba; en junio, 15 días en Madrid, en una carpa en la Plaza de la Moncloa; en julio, en Zaragoza; en septiembre, en Barcelona y en diciembre en Gerona. En todos los sitios se recuerda aún el mal olor que despedía, diciendo que era infernal. Varios autores escribieron que en Cataluña terminó el espectáculo; pero resulta que Caridad descubrió que en febrero de 1955 se expuso en Granada; y encontró una noticia de marzo de 1955, en la que se indica que el camión que transportaba a Moby Dick (así fue bautizada la ballena), hundió una carretera a su paso, destrozando la conducción de agua que abastecía Lorca, en Murcia. «Cómo debería oler entonces la ballena, después de estar casi un año descomponiéndose. ¿Sabes – me señaló Caridad – que de ahí viene la expresión 'oler a ballena' para decir que algo o alguien huele muy mal? Desde luego... ¡Qué buena historia para contar en un bar!», dijo lleno de pena.

Imagen.
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