En marzo de 1995 entró en vigor el Acuerdo de Schengen. De repente, en la frontera portuguesa desaparecieron los controles aduaneros y la vida que ... generaban aquellas esperas se fue extinguiendo lentamente. En Badajoz, del lado español, el inmueble que hacía de aduana en Caya ha sido víctima del rateo en estas casi tres décadas. Y eso que una instalación de la Guardia Civil, otra de Policía Nacional y el depósito municipal de vehículos prácticamente rodean el gran edificio de tres plantas propiedad del Ministerio de Hacienda cuyos accesos al fin han sido tapiados.
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Mucho más entretenido es el lado portugués. Y fotogénico. Además de resistir con vida un restaurante típico –Snack Bar Caia– tras quedar abandonados los muchos que hubo cuando a frontera estaba operativa, los restos del conjunto aduanero luso incluyen una capilla que ayudaron a construir en 1947 el torero Juan Belmonte y la rejoneadora peruana Conchita Cintrón. También queda alguna familia viviendo en lo que queda de un poblado y varios corrales con cabras y gallinas que atienden los antiguos inquilinos que en la actualidad residen casi todos en Elvas.
Llegó a haber hasta un colegio para los hijos de funcionarios destinados a este punto del país, y como en todas las fronteras, había oficinas de información turística. Hoy día predominan las casas que empezaron a ser abandonadas allá por 1998, las cuales han sido aprovechadas luego para rodar escenas tenebrosas de aficionados al cine. Una de ellas, el antiguo restaurante-bar Caia, exhibe la pared donde Los Ganglios, grupo musical alternativo de origen extremeño afincado en Barcelona, grabó uno de sus videoclips, cuando dibujaron en grandes letras 'Canibal graffiti', eslogan que aún permanece en un rincón de la antigua frontera. Pero no es el único rastro artístico pues también ha dejado su huella con varias obras murales el artista cacereño Digo Diego, que decoró en 2017 por ejemplo el silo de Olivenza hoy convertido en un contenedor de arte.
Otro episodio ocurrido en este punto divisorio del mapa ocurrió en noviembre de 2022, cuando se celebró el Festival Negativo, que trae a Badajoz para realizar talleres y conferencias a prestigiosos fotógrafos que son tendencia en España. Por casualidad, la mayoría de los asistentes recalaron en el Snack Bar que queda en la aduana para comer unas bifanas antes de marcharse a sus ciudades de origen. Sin embargo, según cuenta Francisco Pimienta, uno de los participantes, quedaron cautivados por la decadencia del enclave, que está poblado de gatos y que de vez en cuando sirve de escala a gitanos portugueses. «Muchos volvieron a sacar sus cámaras y se desperdigaron por la zona. Estaban maravillados con el lugar que acababan de descubrir hasta el punto de que más de uno ha vuelto después para volver a hacer fotos en esta antigua aduana, decían que tenía un encanto especial».
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Pese a estas visitas esporádicas, el lugar es poco parecido a un centro artístico pues lo que predomina es la mugre en el interior y una vegetación desbocada en el exterior de la docena de casas que siguen en pie. Solo una está habitada a diario y en perfecto estado de revista. En el resto no se ve gente o están abandonadas, pero no pueden ser vendidos por un litigio entre el Estado y los propietarios.
José Jesuino es el dueño de la venta familiar cuyas bifanas y bacalao tanto éxito tienen– entre ciclistas, viandantes y camioneros que aprovechan las explanadas de la zona. Es visitado desde ambos lados de la autovía A-6 (prolongación de la A-5 española) gracias a una pasarela peatonal elevada.
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Pacenses interesados
Algunas personas de Badajoz le preguntan por la posibilidad de adquirir alguna de estas casas para rehabilitarlas. Y él les explica lo complicado que resultaría intentar adquirir algunos de estos inmuebles para rehabilitarlos, como pretenden los interesados atraídos por un entorno rural, pero a la vez perfectamente comunicado.
Según relata este empresario, los terrenos eran de José Antonio Luis Pereira, de Elvas, y la finca en cuestión se denomina Las Caldeiras. Al parecer, este particular regaló al Estado el suelo y el Gobierno portugués levantó los edificios. Desaparecida la aduana, los herederos han reclamado la propiedad argumentando que aquello fue una cesión, no una donación, pero faltan pruebas documentales y el litigio no se ha resuelto.
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Un litigio entre herederos y el Estado impide que se puedan vender las viviendas abandonadas
Lo cuenta al frente de la tasca familiar que tiene más de treinta años. Según explica, él empezó trabajando de cocinero con catorce años un 6 de febrero de 1971 en el restaurante Caia que había al lado. De aquel negocio donde muchos pacenses han comido hoy apenas quedan las letras y las paredes las han grafiteado los artistas mencionados.
Después, José construyó su restaurante en un terreno que es de la iglesia, lo que explica la presencia de esta capilla con dos frescos vandalizados en sus laterales y cuyas placas dan fe de sus orígenes, como que fue construida en época de Pío XII y bendecida en la inauguración por el arzobispo de Évora.
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Aunque más de un pacense recuerda las misas que allí se celebraron, está desacralizada, pero en su interior permanecen los ocho bancos de madera donde no hace mucho se arrodillaban los fieles y un cura revisa de vez en cuando su estado. José Jesuino desmiente que la campana, de la que destaca su ausencia por el hueco que ha dejado, haya sido robada, igual que sus imágenes, que hoy se encuentran en otra iglesia de Elvas.
Nada más dar estas explicaciones, a pocos metros un grupo de senderistas se detiene a pocos metros y dos sacan sus móviles para hacer fotos. Uno se centra en la antigua fuente que todavía conserva sus azulejos y donde posan un sin saberlo dos gatos, otro muestra en la pantalla un viejo tobogán oxidado con el que se acaba de topar su objetivo, de nuevo otra señal de que antes el lugar tuvo mucha vida y también de que la zona aún conserva un magnetismo especial que a menudo hipnotiza a quienes pasan por aquí.
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Varios tipos de casas, alguna habitada
Son muchos los pacenses que de vez en cuando se interesan por algunas de las viejas casas de la aduana, casi todas abandonadas y que avanzan hacia la ruina. Le preguntan a José Jesuino, el hostelero portugués que está al frente de la tasca típica que aún sigue en abierta en el lado portugués de la antigua aduana. El problema es que hay un litigio entre el Estado y los herederos que reclaman el terreno. Según explica José Jesuino, estas casas están divididas en cuatro grupos. Las que pertenecieron a la policía secreta (en Portugal conocida como PIDE), las de los agentes de la Guardia Nacional Republicana (GNR, conocidos como guardinhas), y otras en las que residieron las trabajadoras de la oficina de turismo portuguesa. Por último, en la hilera más cercana a la autovía, están las únicas propiedades particulares. Antaño pertenecieron a un banco, el cual se deshizo de ellas vendiéndolas a sus antiguos empleados. Que están habitadas no solo da fe su aspecto sino el conjunto de buzones donde al menos cuatro vecinos reciben todavía correspondencia, aunque solo una está en perfectas condiciones.
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