Tuteándonos con la historia
La sistemática de las excavaciones de El Turuñuelo, distante en mucho de otros modos de hallazgos importantes pero fortuitos como el de Aliseda, el Bronce Carriazo o El Carambolo podrán ayudar en gran medida a profundizar y desentrañar la parte legendaria de su período
Cuando Ponz (Antonio Ponz Piquer, 1725-1792), ilustrador, pintor y viajero, visitó por encomienda de Campomanes nuestro país, publicó, fruto de su observación, la obra ' ... Viaje de España' en que se da noticia de las cosas apreciables, y dignas de saberse, que hay en ella. Consecuencia de 22 años de investigación (1772-1794), y con un total de 18 volúmenes, en ella se dedican párrafos a las obras de la antigüedad del arte romano que se encuentran dispersas por Extremadura en los tomos VII y VIII. Ponz fue ya de suma importancia por haber participado en la recopilación de obras y reliquias en la Biblioteca de El Escorial, considerándosele clave en la protección y difusión del patrimonio español. Cabe destacar su influencia en viajeros y posteriores saberes y como referente en el estudio de las obras de arte de nuestro país, ya que no se limitó a inventariar el Patrimonio Histórico-Artístico español, sino que además fue muy importante su transmisión sobre el deseo que tenía contribuir a la reforma ilustrada de España. Para él la antigua Emerita Augusta, una de las más grandes y principales ciudades del imperio romano, conserva todavía restos insepultos con que poder atestiguar su pasada grandeza y su poderío de otros tiempos.
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No obstante, no había sido el primero ni fue el último en considerar los restos históricos de Extremadura, ya que Luis José Velázquez en 1758, Francisco Pérez Bayer en 1782, y José Cornide en 1804, habían tomado lista de las principales ruinas que se hallan en Mérida. La relación podría culminar con Larra en 1835 y Manuel Murgía con un especial en la revista Museo Universal en 1859.
Y es que desde años antes la arqueología ya estaba de moda: uno de los más ilustres visitantes que pasó en estos primeros tiempos por el yacimiento de Herculano fue Winckelmann al que se suele considerar el padre de la arqueología clásica. Visitó Nápoles y Pompeya en 1765 y fue el primero en cuestionar el método empleado por la arqueología de la época.
El procedimiento de trabajo en la arqueología en el siglo XVIII distaba mucho de las características de la disciplina científica que es hoy en día. Las intervenciones tenían como objeto sacar a la luz grandes obras de arte (esculturas, mosaicos, frescos) que pudieran enriquecer las colecciones privadas de la monarquía y otros potentados. En estas primeras intervenciones se perdió muchísima información, que poco a poco se fue incorporando según avanzaron los métodos de investigación.
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A Giuseppe Fiorelli (1823-1896) le debemos el inicio de la arqueología científica, ya que él fue quien incorporó la sistematización de los procesos de excavación y de la investigación. Luego vendrían las campañas de Troya, y Egipto, y acabaríamos deslumbrados con la KV62 de Howard Carter en 1922.
También Extremadura ha sido suelo de excavación, investigación y museística de los mas grandes: Adolf Schulten, Jose Ramón Mélida, para quien los arqueólogos son no mas que obreros de la Ciencia, Maximiliano Bartolomé Macías y José Álvarez y Saenz de Buruaga.
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Recibimos estos días con enorme alegría el resultado exitoso e incomparable de las excavaciones de El Turuñuelo, de excepcional importancia para poder ir completando este período apasionante de nuestra protohistoria: el estudio de la civilización tartésica, dueña en su momento de más de un tercio de la península, y a la que los griegos concedían la honra de ser considerada la primera civilización de occidente. Ganadera, apicultora, orfebre, vértice entre las edades del Bronce y del Hierro, la civilización tartésica brilló con luz propia. Con delimitación sur y costera, el reino de Argantonio y de Gárgoris y Habis, su influencia y territorios se extendieron por las actuales Baja y Alta Extremadura, precisamente en una época cenit de los albores de nuestra identidad nacional, constitutiva de rasgos seguramente perdurables hoy.
La sistemática de sus excavaciones, distante en mucho de otros modos de hallazgos importantes pero fortuitos como el de Aliseda, el Bronce Carriazo o El Carambolo podrán ayudar en gran medida a profundizar y desentrañar la parte legendaria de su período.
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Naturalmente hay otros yacimientos en estudio que vienen a sumarse a la brillante nómina de discurrir de la arqueología en Extremadura, donde además de los nombrados y afamados yacimientos de Mérida podemos encontrar entre otros a numerosos dólmenes, la Alcazaba de Badajoz, Cancho Roano, Cerro de la Barca, San Miguel de los Fresnos, Granja de Toniñuelo, Harnina, Miróbriga, Nertóbriga, Valdecebadar, Hijovejo, La Mata, Torre Águila, Molino Jardánez y El Jardal en Badajoz y Albalat, Los Barruecos, Ibahernando, Cáparra, Villasviejas, Cuarto Roble, Maltravieso, Santa Ana, Eberóbriga, El Cancho que se menea, El Junquillo, El Cabezo, Arroyo de la Luz y Peña Buraca en Cáceres.
Descubran en nuestro territorio dólmenes, una alcazaba árabe que alberga un barrio romano, un palacio medieval que se torna renacentista, una basílica paleocristiana que genera una gran iglesia parroquial, un teatro de época romana que sigue siendo escenario de representaciones contemporáneas, un palacio renacentista que protege un templo romano, un extraordinario edificio contemporáneo que alberga la mejor colección de arte romano de la Península. Y ahora, la clave de Tartessos: todo en Extremadura…
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