Soria (Jarandilla de La Vera, 1965) lleva lustros recorriendo España y otros países a pie y en bicicleta. Hoy

Ramón J. Soria: «La ruta del contrabando por La Raya es deslumbrante»

Ramón J. Soria Antropólogo y escritor ·

El autor extremeño acaba de publicar 'Sendas perdidas. Rutas y caminos para perderse por la España olvidada'

Domingo, 20 de abril 2025, 08:06

Antropólogo y escritor, apasionado de los ríos y las rutas en bici, el extremeño Ramón J. Soria Breña (Jarandilla de La Vera, 1965) acaba de ... publicar 'Sendas perdidas. Rutas y caminos poco transitados para perderse por la España olvidada' (Anaya Touring, 246 páginas, 22,95 euros).

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–¿De verdad son caminos poco transitados?

–La mayoría, sí. Algunos son directamente caminos perdidos que todavía no se han 'turistizados', aunque supongo que en un futuro lo harán. Son caminos que en un momento determinado sí fueron utilizados por caminantes, comerciantes o viajeros y sobre los que luego se perdió su memoria, que ha quedado en los libros o en la memoria oral. Pero que ahí siguen, olvidados no sé si por desgracia o por fortuna.

–Dice también que son caminos en los que es fácil perderse. ¿Esconde esto una reivindicación del viajar como se hacía en otro tiempo, sin gps?

–Sí. Yo viajo mucho por Europa y el mundo en bicicleta, y siempre vamos con el gps y aplicaciones del móvil, con las que es difícil perderse, aunque aun así, a veces te pierdes. En el libro no hay mapas minuciosos ni puntos gps. El objetivo es que cada ruta pueda seducir al lector y que el caminante o viajero o paseante se pierda en esa ruta. El libro es como una antiguía. Son rutas para hacer sin prisas, saboreando el paisaje, disfrutando de cada recodo, no fiándonos de los pueblos específicos o los lugares concretos de visita aconsejada.

–Titula el prólogo 'Mochila, bicicleta, palo de andar, sombrero y agua fresca'. ¿Se olvida del móvil a propósito?

–Siempre apago el móvil cuando voy en bicicleta. Porque si no, estás condenado. Me fío de los compañeros que llevan el gps. En España todavía hay muchas zonas sin cobertura. Le ocurre a bastantes de las que cito en el libro.

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El autor, en uno de sus viajes. Hoy

–Incluye varias rutas que pasan por Extremadura...

–Citaría en primer lugar la del contrabando por La Raya. La emprendieron diferentes personas en la posguerra en España para intentar sacar unas pesetas traficando o trapicheando con productos que podían conseguir en Portugal y que en España escaseaban o eran más caros: la penicilina, el café, todo tipo de encargos... Me parece la ruta más deslumbrante. En ella conocí a la persona que hizo esa ruta, ya muy mayor, con alzhéimer, y que es la abuela de un amigo. Y luego está una ruta que no es extremeña pero es curiosa. La descubrí hace poco. El periodista que habló de ella, Ramón Carnicer, en su libro que luego fue censurado, la tituló 'Donde Las Hurdes se llaman Cabrera'. Cabrera es una comarca de León lindando con Galicia. Él hizo ese viaje en los años sesenta, cuando se supone que la modernidad había llegado a todos los puntos de España, y sin embargo, esa comarca del río Cabrera que él pinta, es prácticamente igual a las descripciones que los viajeros de los años veinte hacían de Las Hurdes, que en los sesenta ya habían cambiado. Hace poco estuve en la zona y hay en esa zona pueblos que son muy parecidos a los de Las Hurdes.

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–Otra que incluye por la región es la ruta de los agateadores...

–El agateador es un pajarillo pequeñísimo, pesa cuatro o cinco gramos, que está en toda Extremadura y no se conoce mucho. Me pareció buena idea elegirle a él en vez de a las grandes aves como el buitre leonado o el águila real que tanto turismo ornitológico atraen a Extremadura, sobre todo a Monfragüe. Elegí el agateador para hablar de las rutas por robledales y castañares que hay por toda Extremadura.

–Y la de los arrieros...

–Esa ruta está dedicada a los arrieros que venían del norte del país, de Galicia, Cantabria... Discurre por la Ruta de la Plata.

«El libro es como una antiguía, con caminos para hacer sin prisa y saborear el paisaje»

–Menciona la de las especias, por el pimentón de La Vera...

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–Los extremeños no damos demasiado valor al pimentón ahumado de La Vera, porque lo tenemos desde siempre y nos parece muy normal usarlo. Pero yo he utilizado pimentón húngaro, murciano o griego, y no tienen nada que ver. El nuestro se ahuma, se seca con leña de encina o roble, y eso le da un matiz y una intensidad ahumados que no tienen esos otros que se secan al sol. Merece la pena poner en valor una especie como el pimentón de La Vera. Ver un campo de pimientos maduros, ya rojos, por el Tiétar, es algo excepcional.

–Y dos más en clave extremeña: la de la cereza y la del cerdo...

–La ruta cerderista, con los jamones ibéricos de nuestra tierra, es un homenaje a un periodista amigo que falleció este año, Luis Felipe Torrente (hijo del escritor Torrente Ballester y que tenía casa en La Vera), que era director científico de 'The conversation', una revista científica. Siempre quiso que hiciéramos un libro que se iba a titular 'Las rutas cerderistas', con las rutas que tienen que ver con los distintos usos y cuidados que en España se le dan al cerdo. No tiene nada cómo lo convierten en alimentos en Cataluña o el País Vasco o Galicia a cómo lo hacen en Salamanca o Extremadura o Andalucía. En cada lugar se hacen morcillas y chacinas diferentes. Incluso los jamones ibéricos se hacen distintos. Y sobre las cerezas, yo soy un fanático de las del Valle del Jerte y las de La Vera, que se venden bajo la misma denominación de origen. En paseos por España he descubierto que hay otros pequeños valles donde también se cultiva la cereza, en Aragón o Guadalajara. Y merece la pena salir de nuestro territorio y tomar cerezas de otros lugares del país.

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Soria es un gran aficionado a la bicicleta. Hoy

–Ha hecho rutas por gran parte de España. ¿Hasta qué punto es Extremadura un buen destino para hacer rutas a pie o en bici?

–Es un sitio excepcional para hacer rutas a pie, porque tenemos una geografía extensa y diversa, paisajes, bosques, ríos, pueblos, dehesas, sierras y montañas. En bicicleta ya es otra cosa, porque no tenemos muchos kilómetros de carril bici, y además, ir por carretera, en España sigue siendo inseguro. Tenemos muchas sendas que para caminar están bien, pero que para una bici de cicloturista serían complicadas.

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–¿Tiene alguna comarca o zona de Extremadura preferida?

–Me gusta mucho la comarca de Villuercas, Ibores y La Jara. He hecho muchas rutas por ella y no me he cruzado con nadie, pese a tener el Geoparque y Guadalupe. Tiene un montón de caminos y sendas más o menos señalizadas. Tiene unos paisajes excepcionales, unos ríos delicados que todavía están intactos, en los que se suele poder beber. Yo he visto linces en esos ríos, porque sigue siendo una naturaleza salvaje. El río Guadija, el Descuernacabras, el Ibor... Son ríos excepcionales, de aguas limpias. Junto a ellos se ven ciervos, corzos, jabalíes, todo tipo de aves rapaces, que ni siquiera se asustan porque va muy poca gente por allí. Y hay patrimonio: acueductos olvidados que daban agua a antiguas minas de hierro o ferrerías, sendas medievales puestas en valor y que están en guías pero por las que no va nadie, como al de Alfonso Onceno entre Bohonal de Ibor y Guadalupe. La he hecho dos veces en fines de semana o festivos y no he visto nunca a nadie. Y luego están sus quesos y aceites. Es una comarca increíble, una zona ideal para ser recorrida justo ahora, en abril y mayo. También me gusta mucho La Vera, de donde soy yo.

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