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Santa Lucía del Trampal: La maravilla visigoda al sur peninsular
RINCONES CON ENCANTO DE EXTREMADURA ·
Año 1980. Iba Juan Rosco Madruga con su moto cuando vio algo en el paisaje que le llamó la atención. Eran unas vacas pastando junto a una iglesia que por su planta le recordó a los templos visigodos que había visto en los libros. El maestro, poeta visual, licenciado en Geografía e Historia y ex director general de Acción Social de la Junta de Extremadura acababa de dar el primer paso para salvar de la ruina a Santa Lucía del Trampal, una de las ermitas visigodas mejor conservadas de la península ibérica desde el río Duero hacia abajo.
Está en mitad del campo, en las estribaciones de la sierra del Centinela, a unos cuatro kilómetros de la localidad cacereña de Alcuéscar, y pese a la maravilla que es, aún no es todo lo conocida que debería. Tampoco es fácil explicar cómo es posible que no tenga una señal en la autovía A-66 ni tampoco después. De hecho, ándese con ojo el viajero aficionado a encomendarse a los navegadores, porque el Google Maps regala una 'tournée' por las calles más estrechas de Alcuéscar.
Santa Lucía del Trampal, el mejor exponente extremeño de la arquitectura prerrománica hispánica, es una joya del patrimonio que quizás estaría muerta de no ser por ese descubrimiento casual y feliz de Rosco, que falleció en mayo de 2017. Construida en torno al año 700 como basílica para un convento de monjes templarios, fue reformada en los siglos XIV y XV. La iglesia que se puede recorrer hoy no es como la original, porque el abandono prolongado durante siglos hizo mella. El proceso de reforma al que se sometió, con un trabajo conjunto de arquitectos y arqueólogos, está explicado de forma somera en los paneles que dan sentido al centro de interpretación levantado cien metros por debajo del templo, que de junio a septiembre se puede visitar de martes a sábado de 10 a 14 horas y de 17 a 20, y los domingos solo en el horario de mañana.
Los tres ábsides, el crucero y el coro son los que mejor se han conservado, aunque se perdieron los cimborrios. Y de las naves, permanecen los muros en toda su altura, pero desaparecieron las arquerías y bóvedas