O Álvaro: «Una buena sopa de sangre»
En el Álvaro de Urra (Portalegre), sirven un rico lacón al horno
«De primero voy a tomar una sopa de «miúdos»», informo al chef, que frunce el ceño y prefiere prevenir: «¿Sabe usted qué lleva esa sopa?». Lo tranquilizo: «Claro, sangre, higadillos, bofes y esas cosas». El jefe asiente sonriendo y al instante coloca ante mí un bol blanco lleno de tropezones de sangre, miga de pan, pimiento, pedazos de bofe e hígado (2.50 euros). ¡Delicioso!
Vuelve la sangre. Los platos para vampiros eran comunes en los 60, cuando las madres preparaban aquellos ricos arroces con sangre cocida e higadillos de pollo. En los puestos de las plazas de abasto, se exponían grandes bloques de sangre coagulada. «Deme medio kilo», solicitaba tu madre, y el carnicero cortaba un pedazo y se lo servía envuelto en papel de estraza. Pasaron los años, llegaron el miedo al colesterol, a las vacas locas y otros pánicos y la sangre fue desterrada de los mostradores. Pero ha vuelto. En Mercadona, la venden empaquetada y envasada al vacío y en el restaurante que visitamos hoy, la preparan en una sopa de menudos que sabe a gloria si tienes gustos draculianos o espanta si detestas las vísceras y derivados.
Estamos en Urra, entre Arronches y Portalegre, una aldea a la que se llega cogiendo la EM-530 al llegar a Santiago por la N-246 Elvas-Portalegre. Está cerca y el viaje es cómodo. En medio del pueblo, en plena carretera, abre uno de los restaurantes más característicos de la Raya: O Álvaro. Como la sala es pequeña (29 plazas), conviene reservar (+351 245 382 283). A pesar de haber llamado, hemos de comer en la segunda tanda. Somos los únicos españoles y también los únicos capaces de comer a las tres y media, hora extremeña.
Como mi mujer escapa espantada de la sangre, las criadillas y otras golosinas, opta por el bacalao de la casa (10): al horno, con cebolla y pimientos verdes y unas ricas patatas panadera. También lo hay al estilo braz, ya saben, parecido al dorado (8.50). Es correcto el bacalao del Álvaro de Urra, pero creo que este restaurante es más bien de carne. Y no hace falta lanzarse a por las sopas de sangre. Sin salir del campo visceral, tienen fiscas de fígado o rins de cebolada (riñones encebollados) muy sabrosos ambos (8).
Nos olvidábamos de las entradas (5), que en el Álvaro nunca rechazamos y que son las mismas desde que pasamos por aquí en 2008: unos petiscos a base de bolitas de bacalao rebozadas, tocino churruscadito y longaniza y farinheira fritas. El pan, alentejano típico y sin fallo, llega en una cestita. Don Álvaro recomienda el ensopado de cabrito (9.50), que sería algo así como una caldereta de chivo, las bochechas o carrilleras asadas están muy buenas (9.50) y el lomo con piña (9.50), está rico y es de lo menos contundente de la carta, pero no emociona tanto como el plato que pedimos: un lacão assado (9.50), es decir, un gran pedazo de lacón al horno, doradito y en su punto de melosidad, reposando sobre huevo revuelto y acompañado por patatas menudas muy bien fritas en bandeja aparte.
O Álvaro
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Dirección Largo Cap. António Manuel Simão Redondo 7
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Localidad Urra, Portalegre
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Teléfono 351 245382283
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Horario Abre todos los días
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Terraza Sí
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La sección de carnes de la carta es espectacular y justifica el viaje: tienen unos pezinhos (pies de cerdo) con tomate (8.50) que piden mucho los clientes portugueses de toda la vida. El arroz de pato (9) es de los mejores de la frontera y las migas con carnes de cerdo son como se espera: contundentes. Hay guarrito frito, es decir, leitão frito (9), secreto de ibérico (10) y filetes de venado (10) o de ternera (10) los platos más caros de la carta junto con el bacalao de la casa, lo que nos invita a destacar la magnífica relación calidad precio de este restaurante escondido, donde no es raro encontrarse con algún político extremeño experto en Portugal.
En los postres (2.50), el dulce dulcísimo de la casa (leche condensada, crema y bizcocho), las babas de camelo, el bolo de bolacha (bizcocho, galletas, mantequilla y café), la serradura, la deliciosa cericaia (sic) o dulces conventuales como el fidalgo o el pão de rala. Tomé piña (2), necesitaba desengrasar.