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Eva y Carmen Moreno, delante del pabellón donde la joven practica voleibol en Brozas. CEDIDA

A Brozas para jugar al voleibol

Las caras del deporte ·

Eva Moreno vive en Villa del Rey y coge el coche dos días a la semana para llevar a sus hijas a hacer deporte a otro municipio. Lleva haciéndolo durante diez años, primero con su hija mayor Andrea y ahora, con Carmen

Martes, 17 de noviembre 2020, 00:32

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Carmen Moreno Moreno tiene quince años y vive en Villa del Rey, un municipio enclavado en la mancomunidad Tajo-Salor que se limita con Alcántara, Mata de Alcántara y Brozas. Según el último dato del Instituto Nacional de Estadística, de 2019, cuenta con 128 habitantes. Uno de ellos es esta estudiante de cuarto curso de Educación Secundaria Obligatoria a la que le encanta el deporte y más concretamente, el voleibol, pero en su pueblo no hay un club deportivo. Su madre, Eva, recuerda cómo desde bien pequeña siempre pedía un balón como regalo.

Por entonces, Carmen ya veía jugar a su hermana mayor, Andrea, en Brozas (1.867 habitantes), un municipio que durante décadas ha agrupado deportivamente hablando a los jóvenes de la comarca al contar con equipos de fútbol y de voleibol en todas las categorías base a través del Club Polideportivo Brocense. Así, en los grupos había residentes en Alcántara (a casi 16 kilómeros), de Mata (15,2 kilómetros), de Navas del Madroño (a 11,5 kilómetros) y de Herreruela (a 24 kilómetros). Antes de la covid-19, cada dos o tres días, según el deporte y la categoría, viajaban hasta Brozas para entrenar. Ahora, el club está a medio gas, sin competiciones ni balompié, pero los entrenamientos de voleibol han seguido adelante.

Eva coge el coche dos días a la semana para llevar a sus hijas a otro municipio a hacer deporte. Cada miércoles y cada viernes, las tardes son para el voleibol. Y eso, durante cerca de diez años. Primero con su hija mayor, Andrea (que ha empezado este año el Grado de Filología Portuguesa en la Universidad de Extremadura), después con ambas y ahora, con su hija pequeña, que empezó a entrenar con siete años. «Al principio me quedaba allí con la pequeña, esperando a que la mayor terminase», cuenta. Carmen se iba con su madre y lloraba mientras esperaba a que acabara el entrenamiento. «Una de las entrenadoras, al ver que lloraba, me dijo que dejara bajar a la niña para enredar con la pelota. Y desde entonces no hay quien se la quite», resume su madre, que ahora se vuelve para casa tras dejarla a las seis de la tarde y después, vuelve a recogerla.

Imagen de febrero, antes del comienzo de la crisis sanitaria del coronavirus, de madre e hija dentro del pabellón. cedida

A Eva no le da pereza coger el coche y recorrer los 7,2 kilómetros que separan ambos municipios. Para ella, es algo muy habitual. «El colegio y la Escuela de Música está en Brozas, el instituto y el centro de salud en Alcántara, mi marido y yo también trabajamos en Brozas... Lo hago bien, de buena gana, por eso llevo diez años haciéndolo. La carretera no está mal y tardo diez minutos», comenta.

Los beneficios son muchos, explica. No es solo que la joven haga deporte, sino también que se relacione. De hecho, su grupo de amigas de toda la vida es de Brozas. «Villa es pequeño y hay mucha gente mayor. No hay niñas de su edad», comenta. Eva trabaja en los pisos tutelados para mayores y su marido, Vicente, en una panadería. «Tenemos dos coches, pero alguna vez hemos tenido que pedir prestado a mi hermana o al vecino», cuenta la madre, que aunque es la que le lleva en la mayoria de ocasiones, también cuenta con ayuda.

«Su mundo y su vida es el voleibol», repite su madre. Con la irrupción del coronavirus, llegó el estado de alarma, el confinamiento y las restricciones, y los entrenamientos terminaron, aunque el contacto se mantuvo. «Quedaban por videollamadas para hacer los ejercicios», señala. Aunque todo paró, Eva continuó desplazándose a Brozas a diario para trabajar en los pisos tutelados. «Fue bastante complicado. Los dos primeros meses, los peores», cuenta.

Desde hace aproximadamente un mes, Carmen y su equipo han vuelto a reunirse presencialmente. «Ahora con la pandemia, pues siguiendo todas las medidas de seguridad que corresponden», explica. Eso sí, no competirán. «La Federación no ha hecho test antes de comenzar, así que se ha decidido no jugar», explica la madre.

El Club El Brocense contaba la pasada temporada con 300 fichas de jóvenes deportistas, desde prebenjamines hasta senior, en fútbol y en voleibol. Los monitores, algunos directivos, realizan la tarea de manera voluntaria. Esta temporada, el coronavirus ha dado un vuelco a la entidad, que no participa en competiciones y no tiene grupos de balompié. «Llevamos más de 30 años, somos un club histórico, pero es un momento crítico y nos hemos tomado un descanso. Ojalá podamos ir recuperando poco a poco la actividad en el fútbol y en un futuro, volver a competir», señala Mila Pineda, secretaria.

Carmen juega en la categoría cadete y de central en el equipo. Siempre tiene una sonrisa en la boca, destaca su madre. «Y pelotas de voleibol por toda la casa». Y es que la pandemia habrá paralizado muchas cosas, pero otras permanecen intactas, como la pasión de Carmen por ir a Brozas a jugar al voleibol.

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