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¿Qué ha pasado este jueves, 4 de diciembre, en Extremadura?
Amaia en su casa de Ezcaray.
Tu casa es la mía

«Recibo notas preciosas de las familias que se alojan en mi casa»

Emma Bonilla y su familia pasarán parte del verano en la vivienda de Amaia en Ezcaray (La Rioja), que este año la ha intercambiado por otra en el Pirineo francés

Jueves, 7 de agosto 2025

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Amaia Gabiria y familia De Ezcaray (La Rioja) al Pirineo francés

«Hemos hecho cien intercambios y nunca hemos tenido una mala experiencia»

Amaia Gabiria y su marido, Felipe, se enamoraron de Ezcaray, un pintoresco pueblo de La Rioja con casas de piedra y una temperatura de lo más agradable durante los meses de verano, y decidieron establecer allí su segunda residencia. Compraron el piso hace ya 26 años, cuando sus tres hijos eran pequeños, y durante mucho tiempo fue el destino de todas sus escapadas familiares desde San Sebastián, la ciudad en la que viven. Pero como ocurre en muchos hogares, los niños crecieron, llegaron los partidos de los sábados, las colonias de verano, las agendas imposibles… y los fines de semana en Ezcaray fueron cada vez menos frecuentes. «Veía que no le estábamos sacando mucho jugo a la casa y empecé a curiosear por internet. Había oído hablar del tema del intercambio de casas, pero no conocía a nadie que lo hiciese», recuerda. Fue entonces cuando descubrió la plataforma Home Exchange «casi por casualidad» y se apuntó «por probar».

El primer intercambio llegó de la mano de una familia madrileña con casa en el Cabo de Gata (Almería). «Fueron encantadores y nos ayudaron muchísimo porque nosotros no teníamos ni idea de cómo iba esto», recuerda Amaia con cariño. Aquel fue el primer viaje de muchos. Desde entonces acumulan un centenar de intercambios en ocho años. Decenas de familias han vivido en su dúplex de cuatro habitaciones y piscina comunitaria en Ezcaray y ellos han pasado por otras tantas viviendas repartidas por medio mundo.

Nueva York e Islandia

Uno de los destinos en los que más les costó conseguir alojamiento fue en Nueva York. «Mandamos más de cien solicitudes. Al final, una familia que necesitaba puntos para ir a Suiza aceptó el intercambio». Vivieron durante una semana en Queens, un barrio alejado de los circuitos turísticos, pero que les permitió conocer otra cara de la ciudad: «Vimos un Nueva York distinto, más cotidiano, más real. Le cogimos mucho cariño», recuerdan.

Otro destino «inolvidable» fue Islandia. El contacto lo consiguieron a través del grupo de Facebook de la plataforma. Una usuaria andaluza no podía recibir a la familia islandesa en las fechas que querían y preguntó en el chat si le apetecía a alguien. Amaia no lo dudó y les escribió directamente. «Les dije que Ezcaray no era el sur de España, pero que estaban invitados. ¡No se lo pensaron ni dos minutos!». Se intercambiaron hasta el coche. «Nuestra vivienda es un apartamento normalito, pero su casa era una villa con jardín, huerta y un jacuzzi en el exterior… Increíble». Recuerda con gracia cómo, cuando recibieron a la familia islandesa en Ezcaray, iban en manga corta con 15 grados mientras Amaia llevaba jersey. «Para ellos eso era casi verano».

Imagen principal - «Recibo notas preciosas de las familias que se alojan en mi casa»
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Para esta familia donostiarra, el intercambio no es solo de casas, sino también de confianza. «El espíritu es de colaboración. Nos dejamos mensajes, recomendaciones, nos ayudamos con las fechas… En todo este tiempo, no hemos tenido ni una mala experiencia. No solo hemos descubierto lugares increíbles, sino que también hemos conocido a personas estupendas y momentos inolvidables. Lo único que hace falta es una casa, algo de flexibilidad y muchas ganas de vivir otras vidas por unos días», aconseja.

Ahora, ya jubilados, Amaia y Felipe se escapan todos los inviernos a Canarias, donde disfrutan del buen clima mientras el resto se muere de frío. Y cada año, procuran organizar un viaje con sus tres hijos. Este año les espera el Pirineo francés en una casa con piscina, ideal para hacer rutas de montaña los cinco juntos.

Mientras ellos disfrutan en la montaña, su casa de Ezcaray estará ocupada por la familia de Emma Bonilla, que ya es la segunda vez que pasa unos días en la casa de Amaia. «Después viene Marta de San Sebastián, después Daniel...», enumera la anfitriona camino de Ezcaray para poner la casa a punto y recibir a sus huéspedes como se merecen.

Emma Bonilla y familia De Valencia a Ezcaray (La Rioja)

«Lo bueno es que te puedes ir a la otra punta del mundo, pero también veranear al lado de casa»

Emma, con su marido y sus tres hijos, en el salón de su casa, ubicada en pleno centro de Valencia.

Emma y su familia han pasado la primera parte de las vacaciones en un chalé situado en primera línea de playa a veinte minutos de su vivienda habitual y ahora repetirán experiencia en el dúplex de Amaia en Ezcaray. «Es lo bueno de los intercambios. Puedes irte a la otra punta del mundo, pero también veranear al lado de casa», explica Emma Bonilla, que vive con su marido y sus tres hijos –de 16, 14 y 11 años– en un céntrico piso de la capital valenciana. Por su casa, una vivienda de tres habitaciones y dos baños, ubicada en la emblemática calle Colón, han pasado familias vascas, catalanas, madrileñas, italianas, francesas... «hasta una pareja de Nueva Zelanda».

El intercambio de casas no era una opción que esta familia numerosa contemplase o que se hubiese planteado en algún momento, pero una circunstancia familiar les animó a hacerlo. Al perder a sus padres, el hermano mayor de Emma se quedó la casa de la playa, y ella, con tres hijos y sin segunda residencia, quería encontrar una «manera asequible» de seguir disfrutando del veraneo. Fue entonces cuando, siguiendo el consejo y ejemplo de varios compañeros, decidió probar suerte con este sistema.

«En Semana Santa de 2023 nos fuimos a un apartamento vacacional en Navarra. Ese lo pagamos nosotros, pero recibimos en casa a nuestros primeros huéspedes –una familia de Barcelona– y empezamos a acumular puntos», recuerda. Esos puntos, la moneda virtual del sistema de intercambio, se ganan al ceder tu vivienda. Con ellos, Emma y su familia se lanzaron a una aventura de doce días en la Selva Negra alemana, cerca de Friburgo de Brisgovia. «Era una casa estupenda. Nos dejaron las bicis y cuidamos de su gato, una experiencia que a mis hijos les encantó. Fue tan especial que hasta lloraron al volver», cuenta.

Desde entonces, su pasaporte de puntos no ha dejado de acumular saldo. Usurbil, Málaga, Logroño, Laredo, Italia, Estados Unidos... Y también vacaciones más cercanas, como las que han disfrutado hace unos días en la playa del Puig, a 20 minutos de su casa. «Estaba en primera línea y, además, podía ir y venir al trabajo todos los días. Como los propietarios eran nuevos en Home Exchange necesitaban puntos y a nosotros nos vino de maravilla. Pasamos tres semanas estupendas sin irnos lejos», explica.

Su red de contactos dentro de la comunidad también ha crecido y una de esas amistades a distancia es Amaia, la propietaria de la casa de Ezcaray en la que pasarán la primera quincena de agosto por segundo año consecutivo, mientras ellos reciben a otra familia en su piso de Valencia. «Siempre dejamos las casas muy limpias y preparadas para los siguientes huéspedes. Es parte del compromiso».

Próximo objetivo: Canadá

Y aunque muchos creen que esta modalidad solo se presta para segundas residencias, Emma lo tiene claro: su casa habitual está perfectamente preparada para compartirla. «La gente se sorprende de que intercambie mi vivienda habitual. Me preguntan, sobre todo, por mis cosas personales, pero si lo piensas bien, no hay tanto de valor. La gente es muy respetuosa y encima recibo notas preciosas, pequeños regalos... Me han hecho llorar diciéndome lo felices que han sido en mi casa».

Porque más allá del evidente ahorro económico —viajar con cinco personas no es barato—, Emma destaca el valor emocional de este modelo vacacional. «El vínculo invisible que se crea entre familias, aun sin conocernos en persona, es increíble. Creamos felicidad. En mi casa hay juguetes, hay vida... y eso se nota. Me han escrito huéspedes diciéndome que han sido de sus mejores vacaciones, que se han sentido como en casa. La gente no lo entiende hasta que lo prueba. Y cuando lo hace, ya no quiere otra cosa», asegura Emma.

El lugar más lejano en el que han estado ha sido Texas. A diferencia de otros intercambios, en este caso conocieron personalmente a la familia, que los alojó en una pequeña casa de invitados y «la conexión fue total». Su próximo sueño: Canadá... y quizás Nueva York.

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