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¿Qué ha pasado este lunes, 16 de junio, en Extremadura?
Cartel de las Ferias y Fiestas de 1945, firmado por Francisco Mirón. HOY

Plasencia, del esplendor de las Ferias al éxodo veraniego

Viaje en el tiempo. El Archivo recupera una revista de la edición de 1945, cuando la ciudad vibró con Manolete, los cabezudos y verbenas hasta el amanecer

Juan Carlos Ramos

Domingo, 8 de junio 2025, 09:30

Las Ferias ya están aquí. Y también, rozando el oxímoron, los primeros días de playa. Cuando junio comienza a alcanzar su ecuador -a veces incluso antes-, muchos placentinos hacen las maletas, ajustan las sombrillas y enfilan el camino hacia la costa. Aprovechan los días festivos que otorgan las Ferias de Plasencia para escapar al mar, buscando el primer chapuzón del año. ¿La razón? Para algunos, el calor apremia; para otros, el precio de los cacharritos, la escasez de atractivos subjetivos en la programación o una desconexión emocional con las fiestas de su ciudad han hecho que lo que antes era una cita ineludible, hoy se sienta como un trámite prescindible.

Pero no siempre fue así. Hubo un tiempo -no tan lejano- en el que irse fuera durante las Ferias de Plasencia parecía una locura. Un tiempo en el que las calles se llenaban de música, toros, juegos, cultura y gente con ganas de compartir. Un tiempo de esplendor que aún resuena en los papeles de una vieja revista de feria, rescatada esta semana por el Archivo Municipal: la de 1945.

Aquel año, la feria no era solo una fiesta: era la fiesta. No había una sola revista, sino dos. Ambas llevaban en portada al ilustrador Francisco Mirón y, aunque fueron editadas por imprentas diferentes -Montero y Sanguino-, compartían contenidos, como si lo importante fuera sumar, no competir. Una especie de colaboración espontánea en tiempos difíciles.

Del viernes 8 al lunes 11 de junio de aquel 1945, Plasencia se transformó por completo. Ya el jueves 7 arrancaron los conciertos en la Plaza de España con la banda del Regimiento Órdenes Militares número 37. A las 8 de la mañana del viernes sonó la diana, y con ella, los Gigantes y Cabezudos recorrieron las calles provocando carreras y risas entre los niños. El mediodía trajo más conciertos en la Plaza. Por la tarde, circo, teatro, cine y más música. Y por la noche, verbenas que llenaron de vida rincones como el Parque de San Antón. Incluso, se celebraron las tradicionales cucañas en la Plaza, para disfrute de grandes y pequeños.

Doblete de Manolete

Los toros eran la cita ineludible para la alta y no tan alta sociedad. El sábado, la plaza se vistió de gala para recibir a seis toros de la prestigiosa ganadería de Sánchez Cobaleda. Los lidiaban nada menos que Manolete -dos años antes de su cogida mortal-, Arruza y Pepe Luis Vázquez. Y al día siguiente, otra corrida con figuras como Ortega, el propio Manolete y Dominguín. Hasta hubo un toro para el rejoneador Álvaro Domecq. La expectación era tal que la gente llegaba dos horas antes, buscando sombra, asiento y conversación. Al acabar, fuegos artificiales junto a los Arcos de San Antón.

La mañana del domingo también tenía fútbol: un partido entre el S.D. Emeritense -germen del Mérida- y el Plasencia Club de Fútbol. Y un curioso concurso que brindaba la revista de ferias y que combinaba deporte, comercio y solidaridad. Había que adivinar el resultado exacto y enviar la respuesta a una firma local escondida en el acróstico. «Eso, si tu cabeza puede, as». Si nadie acertaba, el dinero del premio se destinaba a una familia necesitada.

La revista de ferias también tenía su lado literario. Artículos costumbristas, exaltados, divertidos. Firmas como Pedro Sánchez-Ocaña o Francisco Roco García, que se atrevía a describir la Plaza de España con una belleza que aún emociona: «íntima como el patio de un gran casino», «señorita y ciudadana en su mejor hora del paseo».

Las corporaciones municipales desfilaron hacia la Catedral, con maceros y campanas que marcaban el ritmo de la fiesta. Y por supuesto, no faltaba la publicidad: anuncios de talleres, bodegas, tiendas, bares como el Placentino o el Rialto, y bailes en el Hotel Iberia. Un retrato completo de la ciudad que celebraba su feria como el corazón de su año.

Hoy, en 2025, mientras muchos se preparan para dejar atrás la ciudad y extender la toalla junto al mar, hay quienes miran hacia ese pasado con cierta melancolía. No por nostalgia vacía, sino porque entienden que las Ferias eran algo más que unos días festivos. Eran el espejo de la ciudad, un punto de encuentro, un motivo para volver, para estar, para compartir.

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