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Doce horas de fe, espera y devoción
Jueves Santo y Madrugá. Cientos de cofrades desfilaron en las primeras procesiones ante calles repletas, mientras la incertidumbre por el tiempo marcó la noche
El cielo gris y el aire cargado de humedad acompañaron ayer a las cofradías placentinas en un Jueves Santo de contrastes, donde la fe venció -al menos en parte- a la amenaza de la lluvia. Cientos de personas abarrotaron las calles del casco histórico para vivir unas procesiones que, pese a los pronósticos adversos, lograron salir. Sin embargo, la incertidumbre siguió planeando sobre las dos procesiones previstas en la madrugada.
La tarde comenzó a las 19.40 horas con la Hermandad de la Sagrada Cena, cuyos 350 cofrades, ataviados con túnicas blancas y capas granates, iluminaron las calles bajo un cielo cada vez más encapotado. Los dos pasos -la 'Sagrada Cena', con sus 13 figuras, y 'Nuestra Señora del Amor', con su manto rojo bordado en oro- avanzaron entre murmullos de admiración.
A las 21.10 horas, la Hermandad de la Santa Vera Cruz tomó el relevo desde Santo Domingo en una procesión cargada de solemnidad y tradición. Fiel a su esencia, la cofradía desfiló en un silencio profundo, roto solo por las emotivas voces del coro Cum Iubilo. Unos 500 cofrades, vestidos con sus hábitos morados, custodiaron los cinco pasos que definen su identidad. Desde el 'Niño Dios con la cruz del porvenir', llevado por los más pequeños, hasta el imponente 'Cristo de los Cordeles', una talla del siglo XVII que trasciende el tiempo, la hermandad mostró su riqueza patrimonial.
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Media hora más tarde, puntual como el tañido de una campana, la Venerable Orden Tercera Dolorosa de la Cruz inició su salida desde Santo Domingo, marcando el tercer acto procesional de la noche. Unos 200 cofrades, vestidos de riguroso negro, avanzaron con solemnidad, bajo una fina lluvia, creando un impresionante contraste contra el resplandor de los cirios.
La hermandad procesionó dos pasos: el Cristo del Perdón, cargado de serena majestad, y la Dolorosa de la Cruz, cuya mirada afligida conmovió a los fieles congregados. El ritmo lo marcó la escuadra de tambores de la propia cofradía, cuyos redobles acompañaron el discurrir de las imágenes.
A la hora del cierre de esta edición, las dos procesiones de la madrugada-el Cristo de la Buena Muerte (01.00) y el Santo Vía Crucis (06.30)- aún no habían comenzado. Las previsiones meteorológicas no eran halagüeñas, y muchos cofrades esperaban bajo los soportales, mirando al cielo.
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