Monesterio, un pueblo marcado por el crimen de Manuela Chavero
Este lunes arranca el juicio por una muerte que cambió a este pueblo de Extremadura hace más de siete años y en el que siguen muy presente la secuencia de los hechos del 4 de julio de 2016
Es un pueblo blanco del sur de Extremadura y tiene 4.250 habitantes. Su casco antiguo está repleto de caserones con grandes puertas de madera y ventanas con llamativos enrejados. La plaza de pueblo tiene forma irregular, mira hacia el lateral de la Iglesia de San Pedro Apóstol, de estilo mudéjar y de ladrillo. Ahí se rompe el sosiego de la escena. En su puerta lateral hay una gran lona con la foto de Manuela Chavero.
Hace más de siete años que se colocó esta imagen en Monesterio, cuando esta vecina de 42 años desapareció. Hace cuatro que sus vecinos supieron que había sido presuntamente asesinada por otro de sus paisanos. «Nunca pensamos que podía ser alguien de aquí», se lamenta Margot Bautista, allegada a la víctima.
Este suceso ha dejado traumatizado a un pueblo entero. Ahora en las esquinas de Monesterio las conversaciones han cambiado. Han pasado de clásicos como quién vuelve en verano o si se van a la playa o a la romería a comentar con crudeza, pero con normalidad, un crimen brutal. «Parece que la asfixió, pero le faltan huesos en el cuello y no se puede saber», comenta Fernanda, una mujer de 70 años.
Los vecinos saben de informes forenses, pruebas de ADN y reconstrucciones de crímenes casi como expertos. Seguirán el juicio de este lunes con toda su atención y esperan una condena contundente contra Eugenio Delgado para tratar de ir cerrando heridas, porque su pueblo sigue siendo para ellos el escenario de un crimen.
El lugar que más marcado por la muerte de Manuela Chavero es su calle. Está en las afueras de la localidad, en la entrada sur. Cuando los conductores abandonan la A-66 para acceder al municipio entran por el Paseo de Extremadura, pasan el Museo del Jamón y, antes de la gasolinera Repsol, a la izquierda, surgen una serie de calles con distintos chalets unifamiliares. Una de ellas tiene una cuesta muy pronunciada, es la calle Cerezo, que se cruza con Eduardo Acosta. Justo en esa esquina hay un chalet grande de dos plantas con una balaustrada muy bonita y una escalera que sube a la puerta. Es el número 26, donde vivía Manoli. El 4 de julio de 2016 llegó a casa a las once de la noche. Se había separado y sus hijos pasaban tiempo con su exmarido, por lo que estaba sola en casa.
Secuencia del crimen
Las pruebas que recopiló la UCO muestran que estuvo escribiendo mensajes con su móvil hasta la 1.55 horas y que respondía rápidamente. Diez minutos después alguien la interpeló y ya no contestó.
Eran las 2.05. Una hora importante. Un minuto antes la cámara de vigilancia de la gasolinera Repsol del Paseo de Extremadura (a 240 metros de la casa de Chavero) había captado la imagen de un coche tipo berlina. Un informe de expertos mantiene que se trata del Opel Vectra de Eugenio Delgado, un joven de 23 años. El vehículo no sale en la siguiente cámara, por lo que creen que giró hacia la calle Cerezo.
Eugenio Delgado vivía en el centro de Monesterio, junto a su padre en un piso de la calle Sevilla. Sin embargo, en el número 29 de la calle Cerezo estaba la casa familiar que había quedado vacía tras la separación de sus padres. La vivienda está a solo 80 metros de la de Manoli.
La investigación del crimen concluye que a las 2.04 Eugenio llegó a la calle Cerezo en su coche y aparcó en la puerta de su casa. Posiblemente vio que había luz en la de su vecina, con la que estaba obsesionado. Ella le atraía y, según el perfil hecho por los expertos criminalistas de la Guardia Civil, es un hombre que se excita con la violencia.
La Guardia Civil también sabe a qué hora estuvo Eugenio en la antigua casa de su familia porque la vivienda no tenía conectada la luz y el consumo se reactivó entre las 2.15 y las 2.30 horas. Esta prueba sirvió para tumbar la coartada inicial de este joven que inicialmente aseguraba que estaba fuera del pueblo esa noche. Entonces cambió su versión y dijo que había ido a la casa a dejar pescado que había traído de la playa en el congelador de la casa familiar de la calle El Cerezo. Finalmente, tras su detención, admitió el encuentro con su vecina.
Según el propio acusado, llamó a la puerta de la casa de Manuela para pedirle que le acompañase a la suya, tres puertas más allá, a recoger una cuna que tenía que devolverle. Los investigadores no tienen claro si esto fue así, ya que defienden que Eugenio, de gran tamaño, era capaz de transportan la cuna sin ayuda de nadie. En todo caso, creen que usó una excusa para sacar a la mujer de su vivienda y que lo acompañase a la suya.
Chavero fue con él pensando que sería breve. Prueba de ello es que dejó la televisión encendida y su móvil sobre la mesa.
Una vez dentro de la casa del número 29, se consumó el presunto crimen. El acusado ha defendido hasta ahora que Manuela Chavero sufrió un golpe accidental y que no la agredió. Admitió que podría haber semen suyo en la víctima, pero mantuvo que era del día antes y de relaciones consentidas.
Los investigadores, sin embargo, creen que hubo agresión sexual y una muerte violenta. Manuela sufrió fracturas en tres costillas, en el hueso nasal derecho y perdió dos dientes. Los forenses creen que murió por asfixia.
Ocultando el cadáver
Lo que sí reconoció el acusado en la reconstrucción del crimen es que envolvió el cuerpo en una sábana de flores, le puso un albornoz alrededor y bolsas de basura en la cabeza. Limpió el suelo con lejía y papel, la cogió en brazos y la sacó hasta su coche. Fue un momento arriesgado porque hay varias casas alrededor con balcones y pudieron verle. No fue así.
Metió el cuerpo en el maletero y arrancó. Lo más probable es que usase la circunvalación que rodea el pueblo (Ronda de Fuentes de León), apodada por los vecinos como 'la rotonda', porque es una zona menos transitada. La otra opción es la travesía de la Nacional 630, la calle Paseo de Extremadura por la que una cámara lo captó al llegar. Este tramo es más peligroso porque hay bares, comercios y mucho movimiento.
En todo caso, finalmente tuvo que salir a la travesía porque al final de la misma, pasado el campo de fútbol municipal, arranca uno de los caminos próximos al pueblo que pudo coger para llegar hacia la finca 'La Dehesa'. Pertenece al Camino de Santiago y suele haber peregrinos, pero era de noche.
Delgado no era el propietario de este terreno, pero lo explotaba. Llevó a Manuela a una caseta de aperos y la dejó allí. Luego, se volvió a casa a dormir varias horas. Se levantó, se cambió y desayunó.
Por la mañana volvió a la finca, que está muy aislada, por lo que era muy poco probable que recibiese ninguna visita. En la caseta de aperos desnudó el cadáver, según él mismo para que los animales no escarbasen, aunque se cree que el objetivo era eliminar pruebas. Quemó las prendas.
En este punto las versiones del acusado y los investigadores vuelven a diferir. Él mantiene que llevó el cuerpo en una pala excavadora a una zanja (una antigua zorrera) y que se le cayó al deslumbrarse, lo que justificaría las lesiones. Los investigadores rechazan este argumento. En todo caso, el cuerpo fue metido en el agujero, tapado por la sábana y el albornoz por encima y cubierto por tierra y piedras.
Luego Eugenio volvió a hacer vida normal. Incluso participó en las batidas de búsqueda que organizaron para encontrar a Manuela Chavero. Cuando lo detuvieron por su muerte, sin embargo, muchos vecinos aseguran que «les cuadró que fuese él».
Ocho años después de esa noche, el crimen sigue muy presente en Monesterio, aunque los escenarios han cambiado. La casa de la víctima se ha pintado de verde a blanco y vuelve a estar habitada tras pasar mucho tiempo sellada por la investigación.
La vivienda donde tuvo lugar el crimen, sin embargo, sigue cerrada. De hecho se han desprendido varias losetas de la fachada y es difícil acceder porque la maleza crece en plena puerta de acceso. En el muro delantero alguien ha limpiado las pintadas, pero aún se puede leer el grafiti que decía: «Asesino, muérete ya».
En la plaza del pueblo continúa la lona con la imagen de Chavero. «No se la ha enterrado aún (los restos están retenidos por los investigadores) y este es el lugar donde se la recuerda, es como un panteón en la plaza del pueblo», dice un vecino de Monesterio.
Manuela Chavero, «alegre, sonriente y con ganas de vivir»
«Ante todo era la madre de sus hijos. Alegre, sonriente y quería vivir la vida». Así define a Manuela Delgado una de sus mejores amigas, María Cintado, que también fue la última persona en verla con vida antes del responsable de su muerte. Este lunes arranca el juicio y desde Monesterio llegará un autobús a Badajoz para estar en los alrededores del juzgado y pedir justicia. Lo ha facilitado el Ayuntamiento, ya que los vecinos llevan casi ocho años volcados con este caso. La desaparición de Manoli, que tenía 42 años, conmocionó a sus conocidos, que la querían mucho y apreciaban su constante sonrisa. Manuela era la segunda de cinco hermanos. Había nacido y se había criado en Monesterio y sus parientes era muchos y muy cercanos. Por eso su desaparición provocó una gran movilización de toda la localidad. En el momento de su muerte, según sus conocidos, estaba feliz. Se había separado, cuidaba de sus hijos y le gustaba estar con sus amigos. Estos mismo critican con rabia los que la juzgan porque tenía relación con un chico joven. «Merecía ser feliz y merecía vivir», dice una conocida. «Ese no la dejó».
Eugenio Delgado, un joven «raro que no tenía amigos»
Cuando en 2020 en Monesterio supieron que el detenido por la muerte de Manuela era Eugenio Delgado hubo conmoción, pero no tanta sorpresa. La palabra que más repiten sobre él es «raro». Este joven de Monesterio «de toda la vida» apenas tiene amigos y no se le ha conocido novia en su pueblo. Trabajaba en el campo y le gustaban los caballos. Es lo poco que saben sus vecinos. La UCO descubrió las actividades que no conocían, los pequeños robos y el consumo de prostitución pidiendo a las mujeres prácticas extremas. Nada más terminar su adolescencia Eugenio vivió como sus padres se separaron. Su madre se marchó fuera de Extremadura con su hermana pequeña y él se quedó con su padre, que estaba muy enfadado con su exmujer. «Siempre ha estado muy dominado por su padre», dicen sus vecinos. Los perfiladores de la Guardia Civil relacionan esa situación, los reproches que escuchó contra su madre, con su comportamiento con las mujeres. Entrevistaron a una con la que tuvo relaciones y aseguró que solo pudo excitarse cuando la tiró del pelo. En su pueblo sospecharon de Delgado por algún que otro robo y también creían que observaba a las mujeres, por ejemplo cuando estaban en la piscina. Respecto a Manuela, aunque les separaban 20 años, señalan que estaba obsesionado con ella.
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