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La Extremadura antigua sale a la luz por la sequía
A la vista. Construcciones antiguas que pasan décadas sumergidas son hoy visitables debido al nivel del agua tan bajo de muchos pantanos de la región
La sequía en una región agrícola como Extremadura es indeseable, pero puestos a ver el vaso medio lleno el descenso del nivel del agua de los pantanos está haciendo emerger auténticos tesoros ocultos que solo asoman una vez cada muchos años. Son vestigios del pasado que ahora atraen la mirada de visitantes y que permiten estudiar de cerca algunas construcciones.
En Villarta de los Montes ha sido la sequía ha dejado al descubierto en su totalidad el puente de la Mesta, situado a unos 5 kilómetros del municipio.
Con más de una veintena de arcos y 225 metros de longitud fue paso obligado del ganado por la Cañada Real Leonesa además de la puerta principal de entrada a los pastos de invierno para las ovejas de Casilla y León.
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Esta joya arquitectónica de estilo gótico-mudéjar se puede ver al completo por primera vez en mucho tiempo y ha desvelado su avanzado estado de deterioro. «El agua desgasta el mortero que hicieron con cal y barro, sería una técnica muy buena porque lleva muchos años y ahí sigue, el problema es que donde se apartaban los burros ya hay una grieta de arriba abajo que compromete toda la estructura del puente», explicó la semana pasada Carmen Sánchez, de la plataforma 'Villarta se mueve'.
Desde esta agrupación ciudadana, siendo conscientes del peligro de derrumbe que tiene, piden ayuda. «En Patrimonio nos dicen que compete a la Confederación Hidrográfica del Guadiana. Allí nos dan los permisos para llevar a cabo los trabajos de restauración, pero necesitamos financiación por parte de las administraciones», señala. Construido de mampostería y ladrillo, ha sobrevivido al paso del tiempo y del agua, puesto que durante décadas permaneció sumergido en las aguas del embalse del Cijara, ahora convertido en un riachuelo, informa María Fortuna.
Una torre y una casa
Pero si hay un embalse que a menudo deja entrever que bajo sus aguas hubo mucha vida es el de Alcántara, cercano a Cáceres. Allí, al circular por la N-630 es fácil divisar una torre que cuando baja el nivel se muestra más evidente, la Torre de Floripes, perteneciente al castillo de Alconétar, también llamado de Rocafrida. Es de origen árabe y fue conquistada por Fernando II de León, que en 1166 lo cedió a la Orden del Temple. De esta construcción se sabe que Cervantes se inspiró en ella y aparece en algunos pasajes de El Quijote. Esta torre a veces está bajo el agua, otras veces el nivel deja ver solo sus almenas y de manera excepcional, como ahora, asoman varios metros de esta construcción.
No muy lejos, a pocos metros, queda lo que se conoce como Casa de Don David, igualmente sepultada en este embalse de Alcántara cuando se creó hace ahora 53 años y que en este 2022 corona una isla que a medida que se vacía el pantano se convierte en isla y luego en península.
El mediático dolmen de Gaudalperal no se ve, es más fácil que emerja con los desemblases de verano
Se trata de una vivienda situada en un promontorio que los conductores que han utilizado la carretera nacional 630 en ese tramo estaban acostumbrados a ver por detrás de la Torre de Floripes. Lo habitual era que asomara el tejado y poco más. Ahora no sólo se aprecia entera, sino que se puede acceder andando.
Este mismo pantano, el segundo más grande de España por detrás del de la Serena, se unen los ríos Almonte y Tamuja, con dos puentes que la mayor parte del tiempo no se ven. Ahora con la sequía han aflorado, pero lo verdaderamente valioso es la hornacina del siglo XVI que en su día tuvo una imagen de San Francisco en su interior y que está sobre uno de estos puentes.
Hace diez años, cuando volvió a quedar al descubierto, se debatió sobre la conveniencia de rescatarla y trasladarla a un lugar seco y visitable en cualqueir momento, pero al final la Junta de Extramadura optó por no moverla para no descontextualizarla. Todo este conjunto –los puentes y la hornacina– están a tan solo veinte minutos de Cáceres en coche y en estos días de sequía es cómodamente visitable.
Están ahí, pero no afloran
Pero si hay una construcción del pasado que se erigió en protagonista en el contexto de los embalses vaciados ese fue el dolmen de Guadalperal, a la vista de manera muy mediática en 2019 y de nuevo el año pasado. Esta disposición de unas 150 lajas de granito dieron lugar a un monumento megalítico que data de entre finales del V y el III milenio a.C al que se le atribuyen ritos funerarios.
Fue hallado en 1926 por primera vez y en esta temporada la sequía es más acuciante, pero se ubica en el embalse de Valdecañas, menos vulnerable a la ausencia de lluvias, un lugar que cuando baja la cota de agua se debe a la suelta de agua de su presa, que suele ocurrir en verano. En estos momentos el dolmen se encuentra bajo el agua de Orellana, un embalse que se encuentra entre los más llenos de la cuenca del Guadiana, al 59%.
Y pese a la sequía acuciante, con pantanos como el de La Serena o Cijara, por debajo del 18%, y en la cuenca del Tajo con el de Alcántara por debajo del 50% o Valdecañas, al 39% de su capacidad, todavía hay muchos elementos por aflorar.
Cualquier embalse tiene construcciones ocultas bajo sus aguas pues no hay que olvidar que la mayoría se formaron a mediados del siglo pasado, cuando las aguas sepultaron viejas vías de comunicación.
El pantano más reciente en llenarse es el de Alqueva, cuya presa se construyó en 2002. Sin embargo, este es uno de los que menos agua ha perdido, por lo que no han quedado a la vista restos que quedaron sumergidos en esta zona, principalmente viejas carreteras.
En Orellana también es frecuente que una vieja mina salga a la luz cuando baja mucho el nivel del agua, hueco que la gente del lugar usa excepcionalmente para bañarse. Según explica el alcalde de Orellana, Cayetano Ramos, un elemento que le gustaría que aflorara son los antiguos molinos de pienso, que servían para moler el cereal cuando por el lugar lo que pasaba era un arroyo. Según le han informado, permanecen intactos, si bien es poco probable que vean la luz puesto que están a unos 30 metros de profundidad. El regidor de Orellana sabe de su existencia y estado porque recientemente un equipo de buceo hizo prácticas en la zona y observaron de cerca esos molinos.
Y es que las actividades de buceo sirven a menudo para catalogar algunas construcciones hoy sumergidas. De hecho, en el verano de 2020 la Escuela Española de Actividades Subacuáticas (EEAS) llevó a cabo un proyecto para visitar el patrimonio histórico sumergido en los pantanos extremeños.
Los buceadores visitaron el dolmen de Guadalperal en el pantano de Valdecañas, la torre de Floripes en el de Alcántara y el puente pontón del Guijo, en el embalse del mismo nombre.
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