Día de Extremadura 2025
«Me gustaría ver una región que tenga como motor de desarrollo la innovación»Juan Manuel Sánchez Guzmán | Biólogo y exprofesor de la Universidad de Extremadura
Hablar del sistema científico extremeño significa referirse a Juan Manuel Sánchez Guzmán. Catedrático, biólogo, profesor, gestor incansable e impulsor de una cultura científica que ha trascendido más allá de los muros de la Universidad de Extremadura (UEx). Hoy, la región celebra su figura otorgándole la Medalla de Extremadura, una distinción que reconoce su carrera brillante y una vida dedicada a conectar el conocimiento con la realidad social, económica y cultural de la región.
Desde las aulas de la Universidad de Extremadura hasta el impulso del Parque Científico y Tecnológico que hoy da empleo y esperanza a miles de extremeños, su labor ha sido crucial. Más allá de cifras, logros y méritos, lo que define a Sánchez Guzmán es una convicción profunda por el potencial que posee una región como Extremadura y que la ciencia puede ser una de las llaves para abrir las puertas al futuro.
«He intentado dar a mis alumnos todo lo que ellos me han demandado, buscando siempre su crecimiento profesional y, a veces, también el personal»
Hablamos con él para conocer también al apasionado defensor de Extremadura y al soñador que hace décadas decidió que la ciencia debía salir del laboratorio y echar raíces en el territorio.
–A lo largo de su carrera ha sido profesor, científico, gestor e impulsor del Parque Científico de Extremadura, pero ¿podría describirse con una sola palabra? ¿Qué diría que ha guiado realmente su trayectoria?
–Yo me siento básicamente un profesor que ha disfrutado cada minuto que ha pasado en las aulas de la Universidad de Extremadura y que ha intentado dar a sus alumnos todo lo que ellos le han demandado, buscando siempre su crecimiento profesional y, a veces, el personal, hasta ver un progreso que ellos mismos no siempre detectaban. Esta vocación me ha permitido que cada día fuera también una oportunidad de aprendizaje personal, haciendo que ir a trabajar cada día fuera muy ilusionante.
–En más de una ocasión ha dicho que es 'extremeño por vocación', pero jerezano de nacimiento. ¿En qué momento decidió que esta tierra no era solo su casa, sino también su proyecto de vida? ¿Fue una decisión meditada o un sentimiento que creció con los años?
–Bueno, más específicamente soy jerezano de nacimiento, malagueño de crianza y extremeño por vocación, por ser esta última la que me trajo hasta esta región. Creo que no hubo un momento en el que tuvo lugar la 'conversión', sino que fue un proceso. Me integré en unos grupos sociales muy ligados al sentir extremeño, amigos pertenecientes a la asociación de coros y danzas de Badajoz y la comparsa carnavalera de Vendaval. Además, me casé con una extremeña, Consuelo da Silva Rubio, pasando a formar parte de una familia de valores excepcionales y a la que estoy orgulloso de pertenecer. Ahora bien, siempre tengo presente mis raíces, el recuerdo de mis padres y hermana, mi familia y mis amigos de facultad, todos ellos me han ayudado a dar lo mejor de mí allí donde he estado.
«Me integré en unos grupos sociales muy ligados al sentir extremeño y me casé con una extremeña, pasando a formar parte de una familia de valores excepcionales»
–Como biólogo, ¿le ha otorgado la naturaleza algún aprendizaje que después le haya servido para construir un sistema científico funcional y duradero?
–Creo que tu formación te marca en el día a día. Realmente, yo trataba de realizar una mejora de hábitat que supusiera un enriquecimiento del ecosistema dirigido a un aumento de su producción. Se trataba de mejorar las relaciones entre los distintos actores, algo que debía conducir a una mayor estabilidad del ecosistema que se estaba modelando y a una mayor resiliencia de los actores que lo componían. Dicho así, podríamos estar hablando del ecosistema de ciencia y tecnología o del matorral mediterráneo. Por otra parte, si analizásemos objetivamente cuántas reglas y principios adaptativos o evolutivos influyen en nuestra toma de decisiones en el día a día, nos quedaríamos muy positivamente sorprendidos. Quizás uno de los principios más interesantes para mí en esos momentos era dar con la estructura que permitiera desarrollar plenamente los objetivos planteados, teniendo claro que estructuras muy similares no tienen por qué ser capaces de desarrollar la misma función. Basta con ver lo próximos que son en origen y estructura el pie y la mano humana y el trabajo que nos cuesta pelar una naranja con los pies y lo fácil que nos resulta con las manos. La complejidad que poseen los ecosistemas de investigación e innovación implica que las estructuras e infraestructuras generadas deben ser muy específicas respecto a las funciones que se pretende que desarrollen. Ese principio me obsesionó durante buena parte de aquel período.
–Es usted considerado por muchos el arquitecto del sistema científico extremeño. ¿Cuál fue el mayor reto que se encontró a la hora de construir esos puentes entre universidad, empresa y sociedad? ¿Llegó a pensar que era imposible?
–No, no creo que sea así. Yo estructuré un sistema en la Universidad de Extremadura que respondía a unos objetivos concretos. Por una parte, aumentar la eficacia y eficiencia de la gestión de la investigación, el desarrollo y la innovación (I+D+i), intentando que el investigador estuviera suficientemente asistido por técnicos y personal de administración y servicios para que pudiera dedicarse plenamente a la producción de conocimiento. Por otra parte, una obsesión que ha vertebrado mi vida profesional ha sido la transferencia del conocimiento atesorado en el mundo académico hacia los sectores empresarial y social. Y no solo me estoy refiriendo a los resultados de la actividad investigadora, sino también a los de muchos procesos o 'formas de hacer' consustanciales al mundo académico, que podían aportar mejoras a estos sectores mencionados. Lógicamente, estamos hablando del mayor agente del Servicio Extremeño de Ciencia y Tecnología y, por tanto, el efecto tractor que ejercía sobre el resto del sistema era muy grande. Ahora bien, la arquitectura general correspondía a la Secretaría General de Ciencia y Tecnología y Extremadura ha tenido un gran profesional en ese puesto. Nunca llegué a pensar que era imposible, pero sí resultó en ocasiones muy complicado, ya que sobre estos temas no existía ningún manual de usuario que asegurara el éxito.
«Nunca llegué a pensar que fuese imposible construir puentes entre la universidad, y la sociedad, pero sí resultó muy complicado, ya que no existía ningún manual»
–Cuando impulsó el Parque Científico y Tecnológico, ¿se sintió más como un pionero o como un jardinero que prepara la tierra para 'otros', es decir, sentando las bases de un futuro?
–Lo que detecté es que la estructura desarrollada en la universidad no era suficiente para que los cambios producidos fueran duraderos y que necesitábamos un interfaz de contacto con el sector empresarial, es decir, era necesario un lugar de encuentro entre productores de conocimiento y usuarios de estos. En este lugar, el idioma de ambos sectores debía ser el mismo. Esta infraestructura fue creada en un tiempo récord, con la participación equitativa entre la Junta y la Universidad de Extremadura y esa es la razón por la que es un Parque Científico y Tecnológico. Yo fui su primer director general y el coordinador de su plan de viabilidad, pero luego han venido otros que le han dado la proyección que tiene ahora. De esto parece desprenderse que efectivamente debí ser aquel jardinero que preparó el terreno y plantó las primeras flores, y son otros los que lo han mantenido y desarrollado.
–A lo largo de su trayectoria ha lidiado con burocracia, resistencia al cambio y escasez de recursos. ¿Qué ha sido más difícil: convencer a los de dentro o a los de fuera?
–Todo sistema tiene tendencia a la inercia y a evitar cambios, más aún cuando tienen el tamaño de una universidad. Ahora bien, si los cambios se realizan desde el respeto a los actores que intervienen y habiendo estudiado suficientemente los problemas de dicho sistema, lo que no siempre ocurre, es relativamente fácil. Además, si los resultados son positivos, terminan retroalimentando el cambio, acelerándolo. Hubo mucho trabajo por parte de un equipo de personas ilusionadas y comprometidas a las que nunca agradeceré suficientemente su implicación. Esta situación facilitó mucho los proyectos y disminuyó mucho la resistencia externa. Ahora bien, hubo compañeros muy críticos con los cambios. En la última reunión que tuve con los grupos de investigación de la UEx, alguno se me acercó y me dijo «ahora veo todo lo que has estado intentando hacer». Fue una corta conversación, pero me supuso una gran satisfacción.
–Ha demostrado que la transferencia de conocimiento no es solo posible, sino imprescindible. ¿Qué consejo le daría hoy a un investigador que no ve claro cómo aplicar su trabajo 'al mundo real'?
–El día que desde los órganos competentes equiparen la transferencia de conocimientos a la investigación, no será necesario convencer a nadie; todos los investigadores serán 'creyentes'. También es necesario que se ponga en valor que la transferencia de conocimiento en las universidades se realiza de manera masiva en sus aulas, formando a muchas personas. De ellas saldrán los profesionales, empresarios y líderes que dirigirán las nuevas generaciones.
«Es una experiencia extraordinaria encontrarte o recibir un correo electrónico de antiguos alumnos que se están desarrollando actividades que a mí nunca se me habrían ocurrido que fueran posible»
–¿Qué le emociona más: ver cómo florece una idea en un joven investigador o saber que una empresa ha encontrado una solución gracias a la ciencia desarrollada en la universidad?
–Me emocionan por igual ambas situaciones. Cuando un joven investigador tiene una idea o intenta dar respuesta a una pregunta planteada está generando conocimiento. Más tarde, cuando ese conocimiento esté maduro, el mismo u otro investigador terminará transfiriéndolo al sector socioeconómico y se habrá completado el ciclo de la I+D+i. En investigación, los tiempos son importantes y es necesario que cada paso de la actividad investigadora sea suficientemente sólido antes de dar el siguiente. No todos los conocimientos pueden ser transferidos en el mismo momento de su aparición; muchos necesitan madurar y ajustarse a diversos condicionantes del entorno donde se producen y al objetivo que persiguen.
–¿Ha habido alguna generación de estudiantes o algún alumno en particular que le haya hecho pensar que todo el trabajo y esfuerzo que ha realizado ha valido la pena?
–La verdad, muchos grupos de alumnos y muchos alumnos individualmente. Gracias a ellos mi vida profesional ha sido tan gratificante. Es una experiencia extraordinaria encontrarte o recibir un correo electrónico de antiguos alumnos que están desarrollando actividades que a mí nunca se me habrían ocurrido que fueran posible o, simplemente, cuando después de veinte años se te acerca un antiguo alumno y comparte contigo sus vivencias en las clases y/o posteriormente en su actividad profesional.
–Tras haber hecho tanto por la región, ¿qué sueño personal le queda por cumplir en relación con Extremadura?
–Ver una región que tiene como motor de desarrollo económico la investigación, el desarrollo y la innovación, con estructuras e infraestructuras consolidadas y adecuadamente desarrolladas para alcanzar el mayor valor añadido posible al conocimiento que en ella se genera. Y, puesto a soñar, sin complejos, que ese motor permitiera un desarrollo sostenible, aportando nuevas tecnologías y procesos que aumenten el aprovechamiento del medio natural de una manera equilibrada, permitiendo que las próximas generaciones puedan seguir explotando esos recursos naturales. Hoy día, parece imposible pensar que esto se pueda conseguir si no se basa en nuevas tecnologías más eficaces, y por lo tanto, es necesario entender el desarrollo tecnológico como un gran aliado.
«He sido el jardinero que prepara el terreno y planta las primeras flores que luego otros han mantenido y desarrollado»
–Recibir la Medalla de Extremadura no es solo un honor, es también una declaración pública de lo que ha significado su trabajo para esta tierra. ¿Qué sintió cuando supo que le sería concedida a petición de la Fundación Xavier Salas?
–Un tremendo honor. Además, la forma en la que la presidenta me lo comunicó me resultó entrañable e hizo que me sintiera enormemente recompensado por mis años de actividad en Extremadura. Indudablemente, este momento no habría sido posible si la Fundación Xavier de Salas no hubiera decidido presentar esta candidatura. Estaré siempre agradecido a Jaime de Salas Ortueta por su implicación y a uno de sus patronos, José Manuel López Caballero, antiguo alumno y amigo, por su empeño en conseguirlo. La distinción también me ha servido para traer al corazón muchas personas y hechos que a lo largo de mi vida se han ido acumulando y que corres el riesgo de olvidar.
–Si tuviera que escribir una nota a los extremeños del futuro, esos que heredarán su legado, ¿qué les diría?
–Recuperando la idea anterior del 'jardinero' les pediría que respeten, cuiden y sean capaces de hacer crecer esos jardines para que otras generaciones puedan seguir disfrutándolos y desarrollando actividades sobre ellos. Parafraseando a J.R.R. Tolkien en el Señor de los Anillos: «Las aventuras nunca tienen un final, alguien tiene que continuar con la historia».