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El 14 de septiembre de 1992 Olivenza vivió una noche de terror con dos sucesos terribles en hora y media. Fue el inicio de seis meses de miedo en Extremadura que culminaron con la detención del llamado 'violador de novias'.
«Honda preocupación en Olivenza por las violaciones en el fin de semana de dos chicas de 15 y 18 años». Así tituló HOY la crónica sobre un suceso impactante que luego se demostró que suponía un riesgo para toda la región. Un hombre atacó a dos parejas la misma noche, inmovilizó a los novios, violó a las novias y luego les robó.
El primer suceso tuvo lugar poco después de las once de la noche de un sábado. Una pareja estaba subiendo a un coche para marcharse cerca de un hotel de la localidad. Cuando se sentaron, un hombre entró en el asiento trasero y colocó una navaja en el cuello del conductor. Le dijo que quería dinero para drogas, pero solo era una excusa. Le obligó a circular hasta un polígono. Allí le pidió a la mujer, de 18 años, que atase a su novio y luego violó a la chica.
El agresor se marchó a pie y cruzó la localidad hasta un parque que estaba a 3,5 kilómetros. Buscaba más víctimas. En esos momentos la Guardia Civil ya lo estaba buscando porque la primera pareja denunció inmediatamente. Los agentes rastrearon los bares de la localidad pensando que podría haberse escondido entre la gente. Le miraban a los hombres las zapatillas en busca de unas deportivas azules.
En realidad el agresor estaba al acecho. Vio a una pareja con una moto y repitió el mismo método. Les obligó a ir caminando a una zona de campo. Allí inmovilizó al hombre y agredió sexualmente a una menor de 15 años.
Al día siguiente la psicosis se desató en Olivenza. La prensa comentó que incluso había habido problemas de ansiedad entre los profesionales médicos que atendieron a las víctimas. Los vecinos no se atrevían a salir de casa, entendían que las mujeres no estaban seguras ni yendo acompañadas.
Veinte días después de estos sucesos hubo un intento de agresión que en su día parecía anecdótico, pero que luego se sospechó que estaba relacionado. HOY tituló este extraño hecho como 'Un rambo de pacotilla'. El artículo contaba que una pareja de Fuente del Maestre puso en fuga a un individuo que les amenazó. El hombre les atacó cuando estaban en el coche, rompió un cristal y quiso hacerse con las llaves del vehículo, pero el novio las tiró lejos. Se enfadó e hirió a la mujer. Iba vestido de camuflaje y llevaba una carabina inutilizada por antigua, pero con un cuchillo de cocina atado a modo de bayoneta. Luego logró que la joven atase a su novio y fue a atacarla. Sin embargo el novio logró quitarse las ataduras, cogió el arma del hombre que había dejado en el suelo y logró que huyese de la zona.
No se probó que el autor de este intento de agresión fuese la misma persona y quedó en un incidente, pero pronto se repitieron otros ataques que sí se confirmó que eran del mismo hombre. Hubo otros cuatro hasta marzo de 1993. Uno en Guareña, otro en Santa Marta de los Barros y dos en Calamonte con meses de diferencia aunque en la misma localidad. En una de las agresiones obligó a una pareja a mantener relaciones sexuales delante de él y posteriormente violó a la mujer.
Tras Olivenza tomó otras precauciones, por ejemplo, llevaba capuchas que se confeccionaba él mismo con plásticos o bolsas de basura. También llevaba linterna y cuerda que abandonaba en la escena siempre para marcharse en la oscuridad.
La forma de huir dio una pista a los investigadores que fue fundamental. Era capaz de marcharse en plena noche por el campo y alejarse de la localidad donde había cometido una violación. Esto llevó a la Guardia Civil, en colaboración con la Policía Nacional, a pensar que se refugiaba en el monte y buscar a alguien con este perfil y que quizá mendigaba, por otros datos que habían recopilado.
El 22 de abril de 1993 los investigadores habían estrechado el cerco hasta saber que podía ser un vagabundo que usaba una taquilla de la estación de trenes de Mérida. Lanzaron una operación y detuvieron a un hombre de 45 años que trabajaba como pastor, por lo que iba andando de pueblo en pueblo. Era de Albacete, pero llevaba años acudiendo por trabajo a Extremadura donde residía y tenía pareja en Almendralejo.
En la taquilla de la estación de tren se encontró la ropa que se ponía cuando salía a agredir. Algunas de las víctimas lo identificaron en una rueda de reconocimiento. Tras un largo interrogatorio admitió ser el autor de cinco violaciones y una agresión sexual en el transcurso de siete meses.
Los investigadores también trataron de relacionarlo con otras violaciones, creían que pudo cometer hasta doce, pero no confesó estos hechos. Hubo peticiones de Toledo y Zaragoza solicitando datos sobre el detenido porque también habían sufrido sucesos similares.
Aunque este fue el más llamativo, no es el único caso de agresor de parejas que ha sufrido la región. En 1988 en Badajoz hubo un robo, tres disparos a novios en sus vehículos, una violación consumada y otra en grado de tentativa que luego se descubrió que habían sido cometidos en unos pocos días por el mismo hombre.
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