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BRÍGIDO

«El campo no puede parar porque la gente tiene que comer»

Sin grandes limitaciones. Los agricultores y ganaderos pueden seguir desarrollando su trabajo habitual casi de la misma forma aunque se aconseja que lleven encima documentación que certifique su oficio

Sábado, 28 de marzo 2020, 09:23

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Se nos están cerrando muchas puertas. Los industriales de cochinos han frenado las compras porque los restaurantes y bares han cerrado. Pero el problema es también para el resto del ganado, no solo para el porcino». Son las diez de la mañana y José Antonio Caro, ganadero de 38 años, coge el teléfono. Es de Salvatierra de los Barros (1.650 vecinos, Sierra Suroeste) y viene de comprar pienso para los guarros de ibérico de cebo. Tiene también vacas y ovejas repartidas en tres explotaciones diferentes. Sigue la rutina diaria pero los resultados de su trabajo, y las del resto de agricultores y ganaderos extremeños, han cambiado notablemente.

La pandemia ha puesto la mirada en el sector agroganadero por un triple motivo. De un lado, más que nunca, es imprescindible para asegurar la producción de alimentos pero los consumos de determinados productos han caído en picado. De otra parte, aunque pueden trabajar, deben habituarse a prácticas como la tramitación administrativa vía telemática, excluyendo la presencial, más difícil de asimilar para agricultores y ganaderos mayores. Y también, finalmente, tienen la inquietud general: la posibilidad de contagio por coronavirus.

«¿Que si tengo miedo? Pues sí, pero el ganado debe comer todos los días. No te puedes quedar en casa. Es la forma de ganarte la vida y no podemos parar», reseña Caro. «Los guantes de látex para el campo no sirven para nada. No son operativos para trabajar con el ganado. La mascarilla no me la pongo en el campo», admite.

Con bares y restaurantes cerrados, el ovino y el porcino se quedan sin una salida habitual

La crisis del COVID-19 no ha variado su ritmo de trabajo diario. «Me levanto a las siete de la mañana y empiezo a echar el pienso a las cochinas, luego a los guarros gordos y después a vacas y ovejas. Sobre las 15.30 regreso a casa a comer y vuelvo al campo a las 17.30. Ahí estoy hasta las 20.30», agrega.

«Hago lo mismo de siempre pero no estamos como siempre. Te mueves de una manera más restrictiva. Entras, por ejemplo, en la cooperativa a por pienso y guardas la distancia, apenas tienes relación personal con nadie, guardas el turno a distancia», explica.

Aunque tienen libertad de movimientos, los profesionales del campo deben llevar encima en todo momento un documento oficial que acredite la condición de agricultores o ganaderos (cuaderno de explotación, pago de la Seguridad Social, guía veterinaria, carnet fitosanitario...). Del mismo modo, la declaración del estado de alarma aconseja, que no obliga, a que en vehículos agrícolas vaya una sola persona. Si el trabajador no contase con carné de conducir pueden viajar más respetando el 50% del aforo. En vehículos de cinco plazas, dos personas, una delante y otra detrás, respetando la distancia de seguridad. En los de siete plazas, tres personas.

Al ganadero salvaterreño le quita ahora más el sueño la cuestión económica. Vender sus animales. «No he podido cargar todavía los becerros. Y menos mal que la montanera se ha terminado y se vendieron los guarros de bellota porque como esto nos hubiera cogido en plena campaña el desastre habría sido gordísimo», especifica José Antonio.

«La gente del campo somos básica porque no se puede parar la fabricación de alimentos, la gente tiene que comer pero esta crisis nos está haciendo también daño», enfatiza.

«Se está produciendo un tapón para el cerdo ibérico de cebo porque el de bellota se pudo colocar antes. Algunos industriales han frenado la actividad de sus mataderos. La han reducido a la mitad. Y también hay menos gente trabajando. Todo es una cadena», explica Ángel García Blanco, presidente de Asaja Cáceres.

Los productores de terneros, en menor medida, y más los de ovino, empiezan a vislumbrar dificultades a corto plazo. «Buena parte de ella va para la restauración y si bares y restaurantes están cerrados, esa venta cae en picado», añade García.

En la agricultura las complicaciones todavía no se han apreciado porque las campañas –la primera, la de la fruta, que arranca en mayo, antes para la cereza– no se han iniciado. «Pero en dos o tres semanas debe empezar el entresaque (aclareo) de los frutales y a ver cómo se hace este año. Los trabajadores no se podrán concentrar en un árbol. Tendrán que entresacar uno solo por frutal», aventura Javier Ramos, fruticultor de Valdelacalzada. «Veremos si no tenemos también problemas con la mano de obra», remata.

t José Antonio Caro, con los guarros de la montanera terminada esta campaña en Salvatierra.

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