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En La Abuela Justa los niños comen garbanzos y lentejas –lo que toque ese día en el menú– como si estuvieran en su casa. CASIMIRO MORENO
Niños en los restaurantes extremeños: ¿sí o no?

Niños en los restaurantes extremeños: ¿sí o no?

Hablamos con varios cocineros de región para averiguar cómo equilibran la bienvenida a familias con el deseo de ofrecer un ambiente tranquilo y platos de calidad

Viernes, 8 de noviembre 2024, 20:54

¿Son los niños bienvenidos en los restaurantes extremeños? La presencia de los más pequeños en los establecimientos hosteleros ha generado un debate que va más allá de si hay menú infantil o no. Entre la flexibilidad para adaptarse a las familias y la necesidad de mantener un ambiente tranquilo para otros comensales, los cocineros y propietarios intentan un equilibrio que no siempre es fácil ni está exento de polémica.

¿Es viable ofrecer una experiencia gastronómica de calidad y, al mismo tiempo, crear un espacio acogedor para los más pequeños? ¿Cómo dar gusto a toda la clientela? Para responder a estas preguntas, nos sumergimos en el día a día de varios restaurantes de la región, donde cada uno aborda este desafío de manera diferente.

Antonio Caro, de La Bistrológica, siempre habla claro y en esta ocasión no iba a ser diferente: «Es matemático, los niños ocupan un espacio y no consumen lo mismo que un adulto». No obstante, asegura que jamás han dicho que no a familias con niños. «Lo ideal es que avisen si traen carro para poder encajarlo, sobre todo en días que sabes que vas a llenar e intentar así optimizar el espacio». Ellos incluso tienen una trona y, si es necesario otra porque haya más niños, se la piden al local vecino.

Aunque indica que al principio de la andadura del restaurante iban más familias con niños que actualmente porque «a veces son los propios padres los que prefieren dejarlos en casa y venir a tomarse un buen vino y un chuletón tranquilamente», detalla un caso reciente en el que recibió una reserva para siete personas y cuando se presentaron eran cuatro adultos y tres niños. Uno de los mayores le dijo que los pequeños no iban a consumir nada, que ya venían bebidos y comidos del McDonald's. «Eso un sábado que has echado a gente para atrás te hace un roto, ya que baja mucho el tique final», confiesa. No obstante, aun así La Bistrológica cuenta con elaboraciones más infantiles como huevos fritos, patatas, croquetas y filetes empanados.

Este establecimiento, por cierto, acaba de dar una vuelta de tuerca a su local, con mejoras significativas como servilletas de tela, mesas nuevas de pino macizo, mayor amplitud entre ellas y, sobre todo, destaca la apuesta que han hecho por los vinos, duplicando su número de referencia y apostando por nuevos vermús y olorosos, que Mayca García (la otra propietaria) recomendará para maridar con cada plato nuevo de Antonio.

También pregunta siempre si vienen niños Víctor Corchado, de Borona Bistró. Su proyecto y el de Rocío Rey (jefa de sala y copropietaria) consiste en un restaurante gastronómico con capacidad para 27 comensales que ofrece tres menús degustación. Es decir, no hay carta ni platos específicos para los más pequeños, pero para agradar (a pesar de que indica que su clientela no suelen ser familias y menos por las noches), pregunta a los padres qué les gustaría que les cocinase a los niños. «He hecho tortilla francesa, sopa de fideos y hasta macarrones con atún y queso, eso sí, con una salsa de tomate casera». El cocinero de Malpartida de Cáceres aduce que los menús infantiles a veces carecen de calidad. «Es habitual ver cosas muy básicas y mucho frito y al final, estamos educando al paladar en sabores industriales». Por ese motivo, se han planteado hacer un menú degustación de calidad para niños de cara al próximo año.

De lo que Víctor sí avisa es que no tienen trona, sólo adaptadores. Además, procuran colocar a estas familias en un espacio con mayor privacidad porque sus menús son largos y los niños se aburren. «Aunque el otro día un niño de nueve años se lo comió enterito», comenta. «La verdad es que nunca hemos tenido una mala experiencia, pocas veces ha pasado que vengan con niños sin avisar. El 99% de nuestros clientes son adultos y si son padres, procuran dejarle el niño a alguien y venir solos», detalla.

No adaptan su menú Carlos López y Jara Jiménez, dueños de El Bar Old School Food. Este garito, ubicado en Mérida, ofrece en esta cuarta y última temporada un menú desconocido que varía según mercado y clientela. Un concepto moderno de estética industrial pero de cocinado artesanal en el que doce personas se sientan en torno a la barra y contemplan cómo Carlos se mueve entre kamados, fogones y cuchillos varios.

«En un concepto como el nuestro, adaptar un menú te rompe tiempo y coste, no es rentable», indica. Así que no aceptan niños, a no ser que superen los diez o doce años y se vayan a comer lo mismo que un adulto. Aunque cuenta una excepción que da casi para el libro Guinness de los récords: «El otro día vino un chaval de cinco años. Se comió cinco pases salados y uno dulce». Son nuevo en total, así que sus pequeños dientes de leche engulleron casi el 70% de la propuesta de El Bar Old School Food.

El Bar Old School Food ofrece un menú exclusivo con doce puestos, por lo que no lo adapta para niños.

En la misma línea está Camaleónico de Badajoz. Fue el primer sitio de la ciudad que restringía la entrada a menores de catorce, allá por su apertura, hace casi tres años. Su propietario, Stephan Navarro, cuenta que recibió muchísimas críticas, pero también el contrapunto de otros clientes que se lo agradecieron personalmente. Pero las críticas o reseñas, al ser públicas, hacen más ruido. «Estaba en un dilema porque había gente que se ofendía muchísimo, pero he tenido a niños recolgándose de las cuerdas que tengo de decoración y en ese caso, el problema es de los padres», asevera.

Él, que tiene dos hijos, dice que cuando va a una discoteca no se los lleva. «Por eso quizás un restaurante donde se ofrece una experiencia gastronómica y sensorial, con un clima íntimo y productos de máxima calidad, no sea tampoco lugar para niños». No obstante, ahora ha cambiado su política y admite críos, pero no menores de doce y sólo al mediodía. «He habilitado dos zonas con cuatro mesas en total para las familias y si me llaman y está llena ya, no acepto más niños. Hay quien no lo entiende, pero yo tengo que velar por esa pareja que viene a disfrutar a tope».

Stephan tampoco modifica los platos de la carta porque «hay niños que comen de maravilla». Para ilustrarlo comparte la anécdota de una niña que pidió de regalo por su noveno cumpleaños cenar en Camaleónico. «Los padres me llamaron y me dijeron que sabían que era sólo al mediodía y mayores de doce, pero que era su ilusión. Así que excepcionalmente acepté y además la pusimos en la mesa de 'los mayores'. La niña era para verla; dejaba los cubiertos sobre el plato en la posición correcta cuando no quería más, se echaba para atrás cuando le retirábamos y hasta daba las gracias».

Por otro lado, Maite Campiñez, de La Abuela Justa, asegura que «nunca» han tenido ningún problema con los niños. Se refiere a que se pongan a corretear entre las mesas o a armar jaleo. Porque lo que sí confirma es que todos los días tienen pequeños comiendo en esta casa de comidas pacense. «Vienen y comen como si estuvieran en casa de su abuela: garbanzos, lentejas... Lo que tenemos ese día. O si quieren croquetas o filetes empanados, se lo metemos en el menú del día», cuenta. Este sí es un establecimiento muy familiar, en el que los críos se comportan educadamente, «aunque algún mantel tengo pintarrajeado, pero no me importa porque nos encantan los niños», concluye.

En La Abuela Justa sólo tienen una trona por falta de espacio, pero todos los días van niños a comer. CASIMIRO MORENO

Un espacio amplio y seguro

Los Piratas cantaban que «el equilibro es imposible», pero Gonzalo Serrano y Beatriz Guisado, gerentes de Tápara intentan buscarlo. Tienen un buen as en la manga y es que cuentan con dos espacios. El restaurante, ubicado en el barrio cacereño del R-66 y El Cortijo de Tápara en la carretera de Medellín. «Cuando son grupos grandes o varias familias con muchos niños, intentamos destinarlos al Cortijo.

Allí tienen mucho espacio para corretear libremente», cuenta Gonzalo. «Pero es verdad que al restaurante a veces vienen al mediodía, pocas veces por la noche. Evidentemente te baja el precio que va a pagar esa mesa, pero no puedes decir que no». Para esas ocasiones, y dado que su cocina es creativa y elaborada, tiene platos infantiles tales como hamburguesa con queso, bastoncitos de pollo, platos combinados o croquetas con patatas. «También depende de cómo sean los niños. Hay algunos que corren por el restaurante y molestan a otras mesas, así que tienes que tener un cuidado máximo para tener contentos a todos los clientes. Pero otros críos son buenísimos; se ponen con las tablets y no dicen ni 'mú'».

En definitiva, la presencia de niños en los restaurantes es un tema complejo que no tiene una respuesta única. Cada hostelero debe encontrar su propio equilibrio, teniendo en cuenta las características de su negocio y las necesidades de sus clientes. Pero hay oferta para todos los públicos.

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