Succo, el reconfortante placer de comer sin que nada falle

Succo es una de las banderas gastronómicas de Plasencia. Aparece en la selección de la guía Repsol desde 2018 y en 2020 subió de categoría. Está situado en Vidrieras, estrecha y típica bocacalle que sale de la plaza Mayor placentina, y tiene una terraza bien montada. El comedor interior es agradable, las mesas son amplias y el servicio (maître y cuatro camareros uniformados en tonos azules y estilo casual) es eficiente, rápido, amable y siempre atento: al pedir una Cruzcampo sin gluten, inmediatamente nos ofrecieron hornearnos un pan apto para celiacos y solventaron los pequeños problemas con buen criterio.

En las mesas, buena vajilla inglesa Steelite, cristalería adecuada con bonitos vasos azules para el agua y copas con el distintivo de la casa para las cervezas. Mantel de hilo blanco, servilletas de fibra moderna con el código QR de la carta estampado y cubertería italiana de nivel. Retiran vajilla y cubertería tras cada plato. Pan correcto sobre platito, unas aceitunas de temporada bien aliñadas para acompañar las primeras decisiones, un lacón ibérico con buen aceite y pimentón como aperitivo de cortesía.

Carta de vinos bien escogida con 69 referencias de 12 regiones vitivinícolas, 11 de ellas internacionales y 20 extremeñas. Buena oferta por copas: tomamos una de godello Emilio Moro, que padece la maldición de los blancos norteños de perder parte de la gracia fuera de su entorno, y un tinto garnacha Secastilla Somontano de Viñas del Vero francamente conseguido que se bebía con verdadero placer. Especifican en cada vino casta de las uvas y meses de crianza.

En la carta, magnífica selección de quesos, buen jamón y buen lomo y torta del Casar aliñada con miel, orégano y pimentón de la Vera, un dislate gastronómico contra el que lucha la Denominación de Origen, pero que, por extrañas e inexplicables razones, es muy común en Plasencia, la Vera y el Jerte. Superamos el bajón y pedimos las alcachofas confitadas con huevo escalfado, jamón y pan con tomate, quizás el entrante más característico de Succo y con razón: alcachofas frescas en su punto y equilibrio conseguido entre el huevo de yema que tiembla, el jamón que cruje, la alcachofa delicada y el toque envolvente de la rebanada empapada en tomate.

El carpaccio de wagyu o el tiradito de pez mantequilla son otros dos entrantes consolidados en Succo y pasamos a los pescados. ¿Bacalao, rodaballo o corvina salvajes, pulpo? Optamos por el rodaballo a la extremeña con papas arrugás. El pescado, muy fresco y su sabor, realzado por un aliño extremeño que en realidad es una versión sutil de la ajada gallega: aceite de oliva y pimentón. En las carnes, calidad: solomillo, entrecot, presa, cochinillo en cochifrito. Nos tentó una pierna de cabrito fuera de carta bien asada, jugosa y con perfecto juego de texturas entre el crujiente exterior y la terneza interior.

De postre, nos inclinamos por la milhojas de bizcocho borracho con perrunillas sobre crema de limón, por la novedad de la perunilla, y erramos. Tenía mucha dulzura, pero poca gracia. Si van por este recomendable restaurante, pidan la torrija o la tarta de queso.

La cuenta, sin sorpresas, y para rematar, un café rico y un té negro cuya marca, 'Le petit Sybarite', nos da pie para resumir nuestra visita a Succo: un sencillo placer sin pretensiones.

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