Mujer y toros más allá de los tópicos

Hija, hermana y mujer de matador de toros, la ganadera de bravo Verónica Gutiérrez Lorenzo da ejemplo cada día del papel que juega la mujer en la tauromaquia más allá de los tópicos de barrera, mantilla y capote de paseo.

Doble titulada universitaria en Periodismo y Criminología, confiesa que el toro es su vida y que donde más disfruta es encima de un caballo apartando, observando y seleccionando animales para mejorar la ganadería con la que su padre le obsequió como regalo de boda.

Criada en el campo charro, vive afincada junto a su familia, desde hace años, a espaldas del embalse de Alqueva y el próximo jueves, 22 de febrero, compartirá con los asistentes al Aula de Cultura HOY su experiencia al frente de los hierros que hoy pastan en la finca de Los Cansaos, a pocos kilómetros de Olivenza.

Verónica comparte su pasión por el toro con la que profesa por los equinos por lo que no ha podido mantenerse al margen de la tremenda afición que tienen su marido, Miguel Ángel Perera, y su hermano, Pedro 'El Capea', por el acoso y derribo. Quienes la han visto montar a caballo dicen que no desmerece en absoluto a las más expertas amazonas a campo abierto.

Aunque reconoce que le falta valor, no esconde que le gusta ponerse delante de una vaca, de vez en cuando, si esta no muestra demasiadas compilaciones.

Su faceta como mujer de torero también es atípica. Lejos de esperar en la camilla de casa la llamada del «todo ha salido bien», la ganadera prefiere acompañar a su marido a las plazas. Eso sí, siempre que puede se hace acompañar por su padre para que el Niño de la Capea le muestre todos los matices que a ella se le puedan escapar cuando el astado salta al ruedo. Afirma que tiene una imagen algo borrosa de su progenitor como figura del toreo. Cuando el maestro salmantino se retiró por primera vez, ella tan solo tenía ocho años y de su posterior reaparición tampoco tiene unos recuerdos muy nítidos. Sí tiene muy claro, sin embargo, la carrera de su hermano, al que ha apoyado en todas las vicisitudes sufridas a lo largo de su trayectoria como matador de toros.

A todo su bagaje profesional, Verónica debe sumar su condición de madre de Carmen que, a sus nueve años recién cumplidos, ya ha mostrado su querencia por las labores que se desarrollan en la finca en la que vive. Siempre bajo la supervisión de sus padres, a la pequeña ya se la ha visto participar en el crotalado de becerros o en algún que otro apartado.