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De izquierda a derecha, Fabián Lozano, Miguel Córdoba, Jorge Blanco y Elena González. J. V. ARNELAS

Predecir cómo será la cosecha con la tablet

Empresas como Greenfield utilizan software para saber cómo evolucionarán los cultivos y así mejorar la competitividad económica de las fincas que contratan sus servicios

JOSÉ TOMÁS PALACÍN

Martes, 29 de marzo 2022, 14:14

Agricultores que crean tecnología. Así es como se definen en Greenfield, una compañía que nació en 2014 para dar respuesta a los problemas del campo. Problemas básicos, pero que en cierto modo entrañan más complejidad de lo que pueda parecer a simple vista. El «de toda la vida se ha hecho así» se cae ante las nuevas innovaciones que mejoran la competitividad económica de las explotaciones agrarias. ¿Y si, por ejemplo, una finca pudiera predecir el futuro para saber la productividad de una parcela de tomate?

«Somos agricultores que ayudan a otros agricultores a través de soluciones tecnológicas. Y, además de eso, interpretamos los datos para hacérselo más fácil al agricultor. Sabemos qué necesita: cómo regar mejor, en qué momento cosechar o qué zonas van a tener una mejor producción y de qué depende», explica Miguel Córdoba, CEO de Greenfield.

Y es que esta compañía extremeña es capaz de predecir cómo será una cosecha, qué producción habrá según qué zonas o adelantarse a posibles plagas, entre otras actividades.

Por las mañanas mandan un WhatsApp a sus clientes con las anomalías detectadas

Satélites, drones o sensores permiten obtener datos y analizarlos para predecir el futuro

«Esto tiene un proceso en el que captamos información, la interpretamos, predecimos el futuro, y a partir de ahí damos recomendaciones. ¿Cómo? Cogemos mucha información de satélites, de datos climáticos. Hay sitios donde hay una estación meteorológica, pero donde no hay, utilizamos un software climático que nos va aportando datos con una precisión de 500 metros. Nos da datos de lo que ha pasado y de lo que va a pasar», asegura Córdoba.

Sus fuentes de información son los satélites, las estaciones meteorológicas ya mencionadas, el propio análisis del suelo, sensores de suelo y árboles para saber el nivel de humedad, drones... Las variables son amplias. «Digamos que nuestro trabajo es captar información de distintas fuentes e interpretarla», resume.

Por poner un ejemplo ilustrativo: uno de los múltiples datos que captan por satélite es la actividad vegetativa. Esta tiene que tener en cuenta que en cada cultivo hay una evolución, como puede ser la del tomate. Este cultivo va creciendo poco a poco, luego va creciendo muy rápido, más tarde se estabiliza, pasa un tiempo en lo que se llama meseta y, cuando ya madura, cae.

Mientras ocurre este proceso, en Greenfield ya han visto el tipo de variedades que hay, en qué momento se encuentran, qué hace la finca, si crecen, si están estables, si están mal... Es decir, interpretan qué le sucede a la finca para cada momento del cultivo, para cada variedad y para cada condición climática. Y, a partir de ahí, «mastican» toda la información y le comunican al agricultor, de forma detallada, pero sencilla, qué problemas tendrá su cultivo, antes de verlo.

«También podemos captar información de muchas fincas y ya tendríamos el famoso 'big data', que lo que nos permite es aprender de los datos», apunta Córdoba. Otro ejemplo: abril es la época de floración del olivar. Si vienen temperaturas altas y el suelo es arenoso, el rendimiento graso de la aceituna va a ser muy bajo. Pero ellos van comprobando qué ocurre en cada finca de olivares, formando un histórico a través de redes neuronales de inteligencia artificial –similar a un cerebro humano– que interconectan informaciones para saber si eso sucederá. Todos estos datos, bien analizados, crean predicciones muy fiables para las explotaciones agrarias.

Nuevas cámaras y dispositivos integrados en el dron. J. V. ARNELAS

«El año pasado lo hicimos con el tomate. Monitorizamos 9.000 hectáreas –hay que tener en cuenta que en Extremadura se cultivaron 24.000–, por lo que tenemos muchísima información. De hecho, solo de tomate tenemos caracterizadas 110 variedades y cada una con su propio comportamiento. Saber cómo interpretar los datos nos puede permitir alimentar esas herramientas de aprendizaje, herramientas artificiales que aprenden cómo se comporta el cultivo», explica Córdoba. Una vez que se sabe analizar, se puede empezar a predecir qué pasa con las cosechas. Y eso repercute en el bolsillo de los agricultores: saber el futuro antes que un competidor es una gran ventaja.

Además del 'big data' o de la inteligencia artificial cuentan con otras tecnologías con las que cumplir sus objetivos, como pueden ser los sensores, el también conocido como IoT o Internet de las Cosas: «Hay sensores que son nuestros proveedores de información. No nos dedicamos solo a fabricar sensores, sino que también los utilizamos», apunta. Los utilizan para saber la humedad del suelo, por ejemplo, para que no se encharquen las plantas. Sondas que van mostrando curvas de evolución de la humedad, estaciones meteorológicas con información muy exacta de lo que pasa en la finca, conectadas, y que dan información cada media hora. Dan datos como la temperatura máxima, mínima, precipitaciones o radiación.

Y, entre otras tecnologías, también hay que mencionar los drones. Una solución llamativa, que hace unos siete años tuvo un gran momento de auge, pero que cada vez se utiliza más para operaciones específicas. Córdoba señala que el satélite Sentinel les da mucha información, pero que hay cosas a las que no llegan: por ejemplo, un píxel de una imagen de este satélite tiene 10x10 metros. Todo lo que haya dentro de ese píxel, árbol, suelo o lo que coja, como hierba, se interpreta. Sin embargo, con un dron, ese pixel puede llegar a tener dos centímetros, y entonces se puede analizar una hoja, una rama... Mucho más detalle.

«Lo que pasa –lamenta– es que con los drones hay que ir a la finca, tiene que haber un piloto y, si hay que volar 200 hectáreas son dos horas que el piloto está esperando sin hacer nada. Eso sin contar que, por ejemplo, la finca esté en Santarém, que son tres horas de viaje». En resumen, desplegar un dron en el campo de manera habitual es caro. Suelen utilizar en momentos críticos del cultivo, como puede ser, de nuevo, en el tomate.

A través del portátil se puede seguir y configurar el vuelo para seguimiento de cultivos. J. V. ARNELAS

«Se usa para saber cuál es el cuajado en floración o la fecundación de la flor. Lo hacemos en el momento final, antes de cosecha, para ver en qué momento hay que estresar el cultivo para que aumente el contenido de azúcar del tomate, etcétera. Esa es la utilidad que tiene el dron. Sirve, sí; aunque más para cuestiones de urgencia. Nosotros aportamos valor analizando datos. De hecho, muchos clientes ya tienen su dron, así que desde Greenfield mandamos un fichero con planes de vuelo específicos mientras el técnico de la explotación lo hace volar», señala Córdoba.

Pero toda esta cantidad de información no tendría sentido si el agricultor la tuviera en bruto. Para que sea efectiva necesita ser trasladada de forma sencilla. El mejor modo de hacerlo, según Greenfield, es darla «masticada», resumida pero sin dejar de dar los detalles. «Una cosa que hemos aprendido es que el agricultor tiene exceso de información y falta de tiempo. Tenemos que dar la información de forma muy simplificada. Hacemos ese trabajo por ellos, el de interpretación, porque muchas empresas dan la información, dicen que es «valiosísima», pero no la desgranan. O ponen mapas con diferentes colores en las que no se dice nada», considera Córdoba.

Con varias aplicaciones en su haber, la compañía pide muchas veces, de hecho, que ni entren: «Nosotros a las ocho de la mañana les mandamos un WhatsApp con un mapa de anomalías, de alertas: aquí vas a tener un problema, aquí no, etcétera. Mandamos un mapa de la finca con las alertas para que, cuando vayan, en vez de tener que recorrerla entera, vayan a tiro hecho».

«Es decir –continúa–, captamos información, la interpretamos y se la damos de una forma tan simple como un mensaje de WhatsApp. Por ejemplo, todos los días les mandamos a los clientes que lo solicitan el riego. El agricultor ve el mensaje y ya sabe que en el filtro 6, válvula 31, está pasando algo. Las alertas están un poco más especificadas, la verdad, es mucho más que señales de tres colores, como si fuera un semáforo. Pero esa es la idea: simplificar al máximo la vida del agricultor y ayudarle a competir».

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