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El uso de maquinaria es una de las fuentes de emisión más importantes del sector agrario
El uso de maquinaria es una de las fuentes de emisión más importantes del sector agrario HOY
Sector primario

Herramientas digitales extremeñas contra el cambio climático

Agrotrust desarrolla para la multinacional Bunge un proyecto piloto sobre un millón de hectáreas de cultivo en Brasil, con el que se busca reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en la producción de cereales

Martes, 17 de diciembre 2024

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La agricultura mundial redescubre el pasado, pero con nuevas técnicas. La rotación de cultivos, la siembra directa o el mínimo laboreo de la tierra eran prácticas habituales hasta hace no tanto tiempo, pero fueron dejadas de lado en la búsqueda de una mayor rentabilidad. Sin embargo, la tecnología y las precisas mediciones que ésta posibilita han demostrado que esas antiguas formas de trabajar el terreno reducen mucho el impacto medioambiental del sector primario y tienen efectos beneficiosos sobre la producción. «Ahora se llaman prácticas de agricultura regenerativa», explica Miguel Córdoba, responsable de Operaciones Agronómicas de la empresa extremeña Agrotrust.

Unas técnicas que la multinacional Bunge, uno de los grandes operadores mundiales del sector del cereal, quiere implantar en las explotaciones de los agricultores a los que compra la materia prima. Esta gran corporación –que factura más de 60.000 millones de euros al año– se está apoyando en Agrotrust para lograr ese objetivo. «Nos han seleccionado como socio exclusivo para digitalizar el proceso de agricultura regenerativa», señala Córdoba.

Es un proyecto que está dando sus primeros pasos. Se ha puesto en marcha una experiencia piloto en explotaciones agrarias brasileñas. En concreto, se han elegido un millón de hectáreas de cultivo: una pequeña representación de las 19 millones de hectáreas (más de cuatro veces todo el territorio de Extremadura) de las que se abastece Bunge de cereal únicamente en este país suramericano.

La huella de carbono contabiliza el impacto ambiental de una actividad

La labor de Agrotrust es dotar de herramientas digitales a los agricultores que trabajan en ese millón de hectáreas para que registren sus procesos y la maquinaria que utilizan. Todos. Desde el modelo de tractor que labra sus tierras y el tiempo que está en funcionamiento el vehículo hasta el sistema de siembra. «Con esos datos se calcula la huella de carbono», detalla Córdoba.

Pero, ¿qué es la huella de carbono? «Una contabilización de las emisiones y absorciones de gases de efecto invernadero de una empresa y, por tanto, de su impacto ambiental», define Ana García, técnica de Agrotrust implicada en el proyecto. Un cálculo que sin la evolución tecnológica y la digitalización sería «un verdadero infierno», como reconoce Concha Chamero, otra de las técnicas de la empresa con sede en Badajoz.

Y es que la obtención de datos se puede hacer de manera directa –ir con un aparato y comprobar las emisiones de, pongamos por caso, una sembradora– o mediante una metodología que tiene en cuenta la actividad y los factores de emisión. Esta última ofrece una cifra en función de, por ejemplo, el tiempo del empleo de un vehículo y sus caballos de potencia. «Es la que más se utiliza», indica García.

La tecnología tiene una presencia destacada para minimizar los costes de una explotación

Eso no evita los desplazamientos a las instalaciones industriales o a las explotaciones agrarias para recolectar algunos datos concretos y para comprobar que las mediciones se ajustan a la realidad, aunque también la evolución tecnológica ha facilitado esta tarea. «Digitalizar permite tener todo junto y saber exactamente qué han utilizado, cuánto y dónde», confirma García.

De hecho, el proyecto piloto de Agrotrust en Brasil tiene una segunda parte. «Está el proceso de monitoreo, reporte y verificación de los datos que aporta el agricultor, para constatar que son reales», detalla Córdoba sobre una labor que tampoco se puede hacer a mano en las grandes extensiones de terreno. «Se utilizan los satélites para vigilar las prácticas de mínimo laboreo o siembra directa –ejemplifica–; en definitiva, la digitalización es clave para que la agricultura sea más sostenible».

No es una tarea sencilla ni barata, en la mayoría de los casos. Entonces, surge una nueva cuestión. ¿Qué interés tiene una empresa o explotación agraria en conocer cuál es su huella de carbono? Solo hay una respuesta que lo explica: intentar reducirla. No solo se debe a una concienciación medioambiental, también se apoya en motivos económicos, ya que en muchos casos una mayor huella de carbono se debe a que se están malgastando recursos.

Agrotrust se integró este año en la multinacional XFarm

El trabajo con Bunge le llegó a Agrotrust a través de XFarm, la multinacional de capital suizo en la que se integró en el presente 2024.

De esta forma, la empresa extremeña pasó a ser en la práctica parte del departamento de sostenibilidad de XFarm y a participar del proyecto de reducción de la huella de carbono para el que Bunge contrató a esta firma.

Una idea, la de poner tecnología al servicio de sus proveedores, que no es nueva para Agrotrust. «Muchas veces son las grandes multinacionales de alimentación las que pagan a los agricultores para que nos contraten», afirma Miguel Córdoba, responsable de Operaciones Agronómicas de Agrotrust. Esa experiencia acumulada en materia de digitalización fue la que hizo que XFarm se fijara en la marca extremeña.

Las fuentes de emisiones de gases de efecto invernadero más habituales en el sector agrario son la maquinaria y el consumo energético que supone el riego, pero la que más impacta en el medio ambiente son los fertilizantes. Un uso más eficientes de todos ellos repercute positivamente en la huella de carbono, pero también ahorra costes a los agricultores. Por ello, la inversión en prácticas más sostenibles tiene su retorno. «Un operador del calibre de Bunge necesita saber cuál es su impacto y necesita que los agricultores hagan prácticas cada vez más sostenibles», expone Córdoba, aunque añade que en el territorio brasileño se suma un factor también muy importante y es que las empresas se ven en la obligación de verificar que no están cultivando en zonas deforestadas.

A la hora de minimizar los costes, las herramientas tecnológicas vuelven a tener una presencia destacada. Sirven para aplicar los nutrientes de manera exacta, gastar menos agua y electricidad o reducir el uso de herbicidas o pesticidas. «En grandes extensiones, la agricultura de precisión conlleva mucho ahorro», comenta el director de Operaciones de Agrotrust.

Pero una menor huella de carbono también conlleva otros beneficios económicos más directos. Las menores emisiones de gases de efecto invernadero sirven para generar créditos de carbono.

«Se utilizan satélites para vigilar las prácticas de agricultura regenerativa»

Miguel Córdoba

Responsable de Operaciones Agronómicas de Agrotrust

Otro nuevo concepto. ¿Qué son los créditos de carbono? Un crédito de carbono equivale a una tonelada de dióxido de carbono (CO2) evitada o capturada. En otras palabras una empresa o explotación agraria que demuestra que mediante la aplicación de nuevas prácticas ha conseguido reducir su huella de carbono en una tonelada genera un crédito de carbono. «En su generación es muy importante el concepto de la adiccionalidad;se deben implementar nuevas medidas, que no hayan hecho antes ni se estén desarrollando en su entorno», aporta García. «Por ejemplo, la dehesa es un sumidero de carbono brutal, pero eso no cuenta porque lo lleva haciendo miles de años. Sí se crean créditos al implementar nuevos métodos», puntualiza Córdoba.

Esos métodos están muy relacionados con la agricultura regenerativa, que permite emitir menos CO2 y capturar más, como el mínimo laboreo o a la sustitución de los agroquímicos que se echan en la tierra por bioestimulantes. También hay buenas prácticas mucho más obvias, como cambiar las bombillas de resistencia por luces led o que todos los trabajadores de una finca se trasladen hasta su puesto en un mismo vehículo y no en sus coches particulares.

En cuanto a la captura de dióxido de carbono, lo más habitual es que se haga mediante la plantación de árboles. «Los cultivos leñosos, como el olivar, el almendro o la fruta de hueso, al crecer van absorbiendo CO2 y lo almacenan como biomasa; se puede calcular esa captura», indica la técnica de Agrotrust.

Personal trabajando en las instalaciones de Agrotrust en Badajoz. HOY

Aplicar los cambios para producir de manera sostenible cuesta dinero, pero es una inversión que se puede recuperar con la generación de créditos de carbono, ya que éstos se pueden monetizar. «Se compran y se venden y se generaron precisamente para ayudar a los productores a implementar nuevas prácticas de agricultura regenerativa», manifiesta García. Nueva pregunta, entonces. ¿Cuánto vale un crédito de carbono? Aquí la respuesta no es tan concreta. Ese valor depende de la fiabilidad que aporte el método mediante el que se ha calculado la reducción de las emisiones y del lugar en el que se haya efectuado. «Hay créditos que valen cero y créditos que valen 200 euros; vale menos un crédito de carbono generado en Don Benito que en Colombia y vale todavía más si se ha generado en una zona deforestada del Amazonas», según Córdoba. «Los que valen prácticamente cero son los que se han generados bajo un estándar de poca credibilidad;sin trazabilidad esos créditos valen muy poco», puntualiza García.

Existen dos mercados para los créditos de carbono. El voluntario y el obligatorio. En el obligatorio compran únicamente las empresas que tienen un techo de emisiones. Es decir, si superan ese límite lo deben compensar con la compra de derechos de emisión.

Sin embargo, los créditos generados en la agricultura no pueden optar al mercado obligatorio, únicamente al voluntario. Este es uno de los motivos por los que no se están haciendo de manera mayoritaria en España, ni tampoco en Europa, proyectos para su generación en el sector primario. «Al mercado voluntario es al que acuden las empresas que están comprometidas medioambientalmente y quieren, aunque no estén obligadas a ello, compensar sus emisiones», especifica Córdoba.

Concha Chamero y Ana García son las técnicas de Agrotrust que están trabajando en el proyecto con Bunge. HOY

Otra causa para la escasez de iniciativas para generar créditos de carbono en el sector agrario europeo es el precio: entre 30 euros y 60 euros.

Eso hace que la reducción de toneladas de CO2 deba ser muy importante para que los agricultores puedan tener ingresos relevantes por esta vía. En definitiva, se necesitan explotaciones muy grandes –como sí hay en Suramérica, África o La India– para manejar volúmenes interesantes de créditos de carbono. «Bunge está realizando estos proyectos en Brasil, pero también en Europa del este», detalla Córdoba. Otra zona con grandes explotaciones.

Un crédito de carbono equivale a una tonelada de dióxido de carbono evitada o capturada

Por otro lado, más allá de la monetización de los créditos de carbono que hace más asumible económicamente la puesta en marcha de prácticas sostenibles, la digitalización de las explotaciones agrarias tan extensas se convierte en una necesidad para ganar en eficiencia. El uso de la tecnología ayuda a mejorar la rentabilidad de las empresas del sector primario.

Mediante los drones o satélites con los que monitorizar las fincas se puede saber qué necesidades de nutrientes o defensas frente a plagas tiene un determinado espacio. Utilizar las mismas cantidades de productos en toda la extensión de una explotación de 40.000 hectáreas –«como las hay en Brasil», asegura Córdoba– no es razonable, desde el punto de vista de la sostenibilidad, pero tampoco de la eficiencia. «Con tecnología se puede saber qué se necesita en cada lugar», expone el director de Operaciones de Agrotrust, que también cita las posibilidades que aportan los sensores que recogen información sobre el terreno.

«Se podría reducir el riego un 30% sin reducir la producción»

Miguel Córdoba

Responsable de Operaciones Agronómicas de Agrotrust

En este punto, el riego también es uno de los factores que se deben tener en cuenta. No todas las parcelas de una explotación tienen las mismas necesidades de agua. «Generalmente los agricultor ante la duda riegan más; nuestra constatación es que el riego de los cultivos se podría reducir entre un 20% y un 30% sin reducir la producción», considera Córdoba en base a los estudios realizados por su empresa.

Menos agua para regar significa menor huella hídrica y menos emisiones de gases de efecto invernadero, ya que el riego consume energía. «Si reduces un 20% el riego, estás reduciendo un 20% las emisiones», concluye el responsable de Operaciones de Agrotrust.

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