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Paco Zambrano, en la Plaza Alta de Badajoz, la cuna del flamenco extremeño. Casimiro Moreno

El flamenco extremeño ya es cultura protegida

Declaración ·

El reconocimiento como Bien de Interés Cultural es el colofón al trabajo de artistas, peñas y estudiosos de reivindicar el flamenco como un arte propio de la región

Miriam F. Rua

Badajoz

Sábado, 19 de marzo 2022, 07:51

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En 1982 la recién nacida Federación de Entidades Flamencas de Extremadura echaba a andar con un eslogan que decía: 'El flamenco también es cultura extremeña'. Cuarenta años después, esa reivindicación ha saltado a las páginas del Diario Oficial de Extremadura, que el pasado día 15 rubricaba la declaración del flamenco extremeño como Bien de Interés Cultural.

Este reconocimiento institucional supone el colofón al trabajo de artistas, aficionados e investigadores para reivindicar a Extremadura como una de las cunas del flamenco y al flamenco como una de las manifestaciones culturales con más raíz de la región. Basten un par de datos: en 1770 el italo-francés Josep Barretti, describió en una publicación sobre su viaje por Europa una fiesta en Elvas con gitanos de Badajoz y en 1853 ya se bailaba en París el jaleo extremeño.

Una de las figuras con más autoridad para hablar del flamenco extremeño es Paco Zambrano, que lleva medio siglo dedicado a estudiar, reivindicar y promocionar el flamenco nacido aquí. En su currículum tiene haber sido quien logró el reconocimiento y la homologación de los tangos y jaleos como cantes autóctonos de la región, diez libros sobre el flamenco extremeño, 26 años hablando de flamenco en la radio y media vida al frente de las dos grandes peñas flamencas de la región, de las que hoy sigue siendo presidente de honor. Para él, la declaración del flamenco extremeño como BIC es tan importante, que cree que ha llegado el momento de retirarse.

«El reconocimiento institucional es tan importante para Extremadura como lo fue la declaración de la Unesco en 2010 del flamenco como patrimonio inmaterial de la humanidad. Si echo la vista atrás, me parece impensable que se haya logrado por la mala fama que tenía el flamenco y el desconocimiento general que había de él».

«Esto habría sido impensable hace 40 años por el desconocimiento que había del flamenco y por su mala fama»

Para Zambrano hay tres pilares en los que se asienta este reconocimiento: los artistas en las tres disciplinas (el cante, el baile y toque), los aficionados agrupados en peñas, y los escritores, investigadores y estudiosos que han reconstruido y documentado la historia del flamenco en Extremadura y ha logrado darle entidad e identidad propias.

El flamenco extremeño está presente en todas las etapas de la historia del flamenco, pero no fue hasta mitad del siglo XX cuando se profesionalizó. Este ha sido –a ojos de Zambrano– el motivo de su reconocimiento tardío como parte de nuestra cultura. Y es que el flamenco nació con los gitanos extremeños y se empezó a manifestar en el ámbito familiar y en los tratos de ganado de las ferias de Zafra, la chica de Mérida o Badajoz, donde sobresalen cantaores como Pepe el de Orellana, Pepe el Molinero o la saga de los Badajoz en la guitarra con Manolo, Pepe y Justo.

«Esta primera etapa preflamenca llega hasta 1952, que fue cuando Porrina lleva el flamenco extremeño a Madrid. Antes no hubo ningún profesional en ninguna disciplina del flamenco en Extremadura, por eso la figura de Porrina, aparte de la excelencia que tenía cantando, es fundamental porque da a conocer una forma de interpretar nueva que son los cantes extremeños. Y luego a rebufo de su triunfo –prosigue– otros artistas, pilares también del flamenco extremeño como Juan Cantero, la Marelu o Ramón el portugués, se fueron a Madrid».

Pese a que Porrina de Badajoz fue el mejor y mayor embajador del flamenco extremeño no fue hasta después de su muerte cuando Extremadura empezó a reivindicarse como territorio flamenco. Por entonces, recuerda Zambrano, «aún arrastraba la mala fama de ser un algo de borrachos y gentes de mal vivir».

De vicio pernicioso a arte

En este escenario, irrumpen en los 80 los aficionados que, agrupados en peñas, consiguen desmontar este relato del flamenco como vicio pernicioso para encumbrarlo a manifestación cultural. En Extremadura han llegado a existir 110 peñas extremeñas, lo que habla de la extensión de una afición que prácticamente llegaba a cada pueblo.

«Las peñas fueron capitales para acabar con el relato del antiflamenquismo y reivindicarlo como arte popular mediante festivales, seminarios, conferencias...». Lo hicieron rescatando los cantes extremeños, desde las creaciones propias como el fandango de José Pérez de Guzmán o la taranta de Pepe el Molinero a los jaleos y tangos autóctonos, logrando su reconocimiento nacional y dando a conocer y promocionando a los artistas.

La historia, los artistas y quienes han luchado por poner al flamenco en el panorama cultural son los responsables de que Extremadura esté viviendo en el siglo XXI su momento más dulce con una hornada de artistas jóvenes «mejor preparados que nunca y que, por primera vez sin ningún complejo, se están codeando con todos los artistas del resto de España», ensalza Zambrano. La salud artística la encarnan nombres como la de los cantaores Miguel de Tena, Celia Romero, Pedro Cintas, el Perrete o Esther Merino; bailaores como Jesús Ortega, Manuela Sánchez, Fuensanta Blanco, Cristina Delgado o Zaira Santos; o en la guitarra, Javier Conde, Francis Pinto, Joaquín Muñino, Manolín García o Rodrigo Fernández.

Menos halagüeño es el panorama de las peñas flamencas en Extremadura hoy, que atraviesan –según Zambrano– un momento de gran debilidad, desorganización y envejecimiento. «Si no hay relevo generacional de los jóvenes por muchas peñas que haya que hoy son instituciones, se tendrán que cerrar».

El respaldo institucional logrado con la declaración como Bien de Interés Cultural es un espaldarazo para la preservación y el futuro del flamenco extremeño. «Hoy es impensable que con la economía que tienen las peñas puedan hacer un festival, esto tienen que hacerlo las instituciones. No hay que llevarse a equivocaciones, con este reconocimiento no va a venir un chorro de dinero para los artistas. Esto es simbólico pero pone al flamenco extremeño en órbita y garantiza su futuro», concluye.

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