Extremeños entre el barro y la tragedia
400 efectivos trabajan en la zona cero de la DANA, en medio de una catástrofe que, según cuentan, les marcará para siempre
Entre barro, en un paisaje devastado y en medio de la tragedia. Así trabajan 400 extremeños en la zona cero de la DANA. Buscan a desaparecidos entre los escombros, identifican cadáveres o ayudan a familias enteras que lo han perdido todo.
En Paiporta, Catarroja, Alfafar o Aldaia. Son pueblos a cientos de kilómetros de esta comunidad autónoma y que hasta ahora eran desconocidos para muchos extremeños, pero hoy, después de la mayor catástrofe natural de la historia reciente de España, están más cerca que nunca.
Desde esta región hasta la Comunidad Valenciana han viajado 200 militares y otros dos centenares de agentes de la Policía Local, Protección Civil, bomberos, Guardia Civil, Policía Nacional, forenses y técnicos de los institutos de medicinal legal de esta tierra. A ellos se han sumado voluntarios de empresas, particulares y ciudadanos que forman parte de asociaciones de ayuda humanitaria.
Coinciden en que lo que han visto les cambiará para siempre. Algunos como José Motera, bombero de Badajoz, califican de «escenario de guerra» el lugar en el que han estado trabajando horas y horas sin descanso; a otros como Jesús Ángel Domínguez, voluntario de la Red de Empresas de Auxilio en Carreteras (REAC), aún le cuesta conciliar el sueño porque las imágenes del caos se lo impiden, y muchos como los agentes de la Policía Local de Plasencia cuentan lo que han visto con un nudo en la garganta. El barro ha dado paso a las lágrimas.
José Motera Bombero del Ayuntamiento de Badajoz
«Catarroja me ha recordado a cuando estuve en la guerra de Yugoslavia»
José Motera Rey es bombero del Ayuntamiento de Badajoz y llegó a la localidad valenciana de Catarroja el domingo, 3 de noviembre, por la noche. Desde ese momento se puso manos a la obra. Entre lodo y a oscuras en garajes inundados, ha estado 14 horas diarias buscando a supervivientes y ayudando a los vecinos de este pueblo que ha quedado devastado tras el paso de la DANA.
Después de cuatro días de intenso trabajo y ya en Badajoz, relata lo que ha visto. Le cuesta dormir porque se ha enfrentado a imágenes muy duras. «Estuve en la guerra de Yugoslavia en el año 1994 y en 1997 y lo que he visto en Catarroja me recuerda mucho a aquello. Tengo grabado el rostro de la gente. Desde que entras en ese pueblo parece que ha habido una guerra», relata José, que fue militar en sus primeros años de carrera laboral.
«Sé lo que es una situación hostil y vengo impresionado. Los mismos gestos que vi en Yugoslavia los he vuelto a presenciar ahora. Estaban desencajados. Enseguida se echaban a llorar y de repente sacaban fuerza y mostraban su espíritu de superación. Hay gente que lo ha perdido todo», dice conmovido.
«Sé lo que es una situación hostil y vengo impresionado; hay gente que lo ha perdido todo», lamenta este bombero
Él tuvo que achicar agua de las tres plantas del garaje de un supermercado y los cuatro bloques de pisos colindantes. «El agua reventó las paredes y nuestra misión fue achicar todo lo posible», dice José, que reconoce que ellos fueron los primeros en llegar a esa zona. «Hasta entonces no habían recibido ninguna ayudas», asegura.
También ha realizado labores humanitarias en la zona. «Llevamos comida y medicinas a personas dependientes. Las empresas nos traían bombas de agua de donde no las había. Faltaban, pero al final, con la solidaridad de la gente, se conseguían», cuenta este bombero, que indica que ha sido un trabajo muy duro. «Pasaban las horas e íbamos notando el cansancio. En esos momentos incluso había vecinos que sacaban fuerza para animarnos».
Ha inspeccionado coches en garajes inundados y ha marcado con un spray y una 'x' los vehículos en los que no había víctimas
No han desistido de su labor ni un segundo. Su trabajo ha sido inspeccionar los coches atrapados bajo el agua en los garajes. Con una 'x' y spray han marcado los vehículos que estaban vacíos, sin personas en su interior. «Hemos puesto 'x' a casi 200 coches. En mi caso no he encontrado a ninguna persona fallecida», comenta José.
«Achicábamos hasta que podíamos entrar y, con el agua a la altura de la cintura, íbamos descartando los lugares en los que no había víctimas», detalla José, que explica que han contado con un coordinador de mando que les guiaba en todas las tareas.
Tiene dos hijos, de 15 y 13 años, y también le ha llamado la atención que adolescentes de esa edad quedaran en pandilla para ayudar a toda la población. «Allí no había ni agua ni luz y repartían comida», comenta José, que se ha estado alojando junto a otros siete bomberos del Ayuntamiento de Badajoz y otros tantos policías locales de Mérida en un hostal de la zona. «Allí también llegó el agua hasta las rodillas, pero lo poco que tenían nos lo daban. Ha sido emocionante».
Extremeños afectados
También le ha conmovido el testimonio de los afectados. Muchos de ellos extremeños que emigraron a la Comunidad Valencia en los años sesenta. «Estuvimos con un hombre de Oliva de Mérida y su mujer, de Puebla de la Calzada, que llevaban en Valencia más de dos décadas. Tenían negocios y lo han perdido todo. Él no ha podido abrir su establecimiento ni sabía lo que quedaba dentro de él. El agua llegó a los dos metros de altura en su interior. Aún así en este tiempo se ha dedicado a ayudar a todo el mundo y gestionar lo que necesitábamos nosotros».
José Motera dice que ha estado cinco días con las emociones a flor de piel. «Es inevitable. Los vecinos te piden ayuda, te cuentan su historia y a veces te derrumbas o sientes que siempre se puede hacer más. Hay gente que lo ha perdido todo. Allí ya no hay aceras, solo vehículos amontonados con barro», apunta José, que asegura que han estado muchos días en una zona con muy poca ayuda de los servicios públicos.
«Ahí estábamos nosotros y en la última jornada fue cuando empezó a llegar la Guardia Civil», explica Motera.
«Hemos vivido situaciones muy duras», dice José, que ha vuelto a Badajoz y aún le cuesta ver las imágenes en televisión
Ahora le cuesta volver a enfrentarse a lo que ha presenciado y ver las imágenes en la televisión. «Me ha conmovido. El Ayuntamiento debería tener un psicólogo para atender en estas situaciones y en otras como accidentes de tráfico con menores. Muchas veces regresamos con la carga emocional a casa y vivimos hechos muy duros», comenta José, que reconoce que esta es la intervención de toda su carrera profesional que más le ha impactado.
«A Yugoslavia fui con apenas 18 años y no hablé de lo que vi allí hasta más de una década después. Lo he sabido digerir, pero ahora soy más maduro y más consciente de lo que he hecho y lo que he tenido que escuchar», reconoce José Motera, que no descarta regresar a la Comunidad Valenciana para seguir ayudando en esta catástrofe natural.
«Esto va a marcar un antes y un después en el país. Aún no somos conscientes de lo que ha sucedido», concluye.
Jesús Ángel Domínguez Gerente de Grúas Docu
«Hemos retirado un centenar de coches que se amontonaban en las calles»
«Lo que he visto ha sido devastación, coches por todos lados unos encima de otros, colegios inundados y gente haciendo cola para coger alimentos. Ha sido impresionante», dice Jesús Ángel Domínguez, cacereño y gerente de Grúas Docu. Aún con la voz cansada, relata lo que ha vivido estos últimos días.
Llegó a la zona cero de la DANA el pasado domingo por la tarde activado por la Red de Empresas de Auxilio en Carreteras (REAC), una agrupación que engloba a más de una treintena de entidades de España y que desde el inicio de la catástrofe ha estado en contacto con Emergencias de la Comunidad Valenciana.
Se desplazó hasta allí junto a varios compañeros y con tres unidades: una grúa industrial de camiones, otra de turismos y furgones y un todoterreno de rescate.
«Estás en la ciudad de Valencia y la vida sigue igual; viajas a 15 minutos y de repente entras en una zona de guerra»
«Empezamos a trabajar en el polígono de la A3 despejando las principales vías y luego estuvimos en Catarroja y Alfafar. La imagen era dantesca», relata. «Nos íbamos a la cama reventados y era imposible pegar ojo después de lo que veíamos», reconoce.
A las siete de la mañana empezaban a trabajar, sin parar casi a comer hasta que anochecía. «Hemos retirado más de un centenar de coches, además de chatarra. Había un montón de vehículos en las puertas de las casas. Todo era como un campo de batalla. Me recordaba a ciudades de Sudamérica que están casi sin urbanizar. Había tierra por todos sitios y basura en las puertas de las viviendas», detalla Jesús.
Los vehículos, una vez retirados por las grúas, los llevaban a grandes explanadas que se han habilitado en la zona. «Tras una semana se ve algo de avance pero lo que hay aquí es inimaginable. El agua llegó a los dos metros», comenta Jesús.
«Hay tanta devastación que a veces no sabías ni por dónde empezar», dice Jesús, que ha estado en Catarroja y Alfafar
Desde el puesto de mando habilitado por REAC, dice que miraba su alrededor y se veían las marcas. «La fuerza del agua ha movido camiones, coches, de todo. Es una auténtica catástrofe», comenta antes de reconocer que ha sentido impotencia. «Hay tanta devastación que a veces no sabías ni por dónde empezar», añade.
El primer día que llegaron había pocos efectivos en la zona y, a medida que fue pasando la semana, empezaron a ver bomberos, policías y ejercito de diferentes puntos del país.
La experiencia le ha impactado. «Hemos estado alojados en Valencia capital y el contraste es inmenso. Hemos estado en un hotel al lado de la Ciudad de las Artes y allí es como si no hubiera pasado nada, la vida sigue. Viajas a 15 minutos en coche y de repente entras en una zona de guerra, con la gente intentando limpiar toneladas de barro», explica Jesús, que también han hablado con extremeños que emigraron a la región afectada por la DANA y lo han perdido todo. «Van a necesitar mucha ayuda. Esto no se va a arreglar en dos semanas. Somos muy solidarios, pero también nos olvidamos pronto», dice con la esperanza de que eso no suceda.
José Antonio Quijada Jefe de la Policía Local de Plasencia
«Paiporta era un caos, ha sido duro despedirse de los vecinos»
Cuando José Antonio Quijada llegó el 3 de noviembre a Paiporta, un municipio arrasado por la DANA, se dio cuenta de la magnitud de la tragedia. «Los negocios y las tiendas están destruidos, la gente se ha quedado en la ruina. Es desolador», dice el jefe de la Policía Local de Plasencia tras su regreso de la Comunidad Valenciana. Hace una semana se desplazó a la zona cero de la catástrofe junto a otros ocho agentes y varios efectivos de Protección Civil.
Todos ellos han estado trabajando duro en medio de la tragedia, codo con codo y casi sin descanso. Ahora, con un nudo en la garganta, Quijada cuenta lo que ha visto. «Hemos estado mano a mano con los agentes de Paiporta regulando el tráfico porque aquello era un caos. Ambulancias que venían con heridos, aceras impracticables, maquinas, barro, coches y camiones por todos lados», dice Quijada, que en este trabajo destaca la labor de todo el equipo placentino que se ha desplazado hasta la Comunidad Valenciana.
«Ha sido duro despedirse de los vecinos de Paiporta, que en cada instante nos mostraban su agradecimiento. Muchos, cuando veían que íbamos desde Plasencia, se emocionaban por lo lejos que está», cuenta Quijada antes de enviar a este diario algunas de las imágenes que muestran el trabajo realizado por todos sus compañeros.
La Policía Local de Plasencia ha realizado el control del tráfico en uno de los municipios más afectados por la DANA
«Hemos ayudado a gente mayor que estaba sola en sus casas y a enfermos que no podían subir a sus domicilios», dice Quijada
En ellas se observa a efectivos de Protección Civil tirando de coches destrozados para intentar apartarlos o a una agente de la Policía Local placentina abrazando a una vecina de Paiporta para consolarla. Los efectos en la salud mental ya están empezando a notarse en las zonas afectadas por el desastre.
«Hemos ayudado a gente mayor que estaba sola en sus casas y a personas enfermas que no podían subir a sus domicilios», dice emocionado Quijada, que reconoce que también les ha invadido un sentimiento de impotencia.
«Hemos hecho todo lo que hemos podido, pero allí se necesita mucha ayuda. Hay que seguir mandando personal a las zonas afectadas porque van a tardar un largo tiempo en poder regresar a la normalidad», afirma Quijada, ya en casa y orgulloso del trabajo que han realizado sus compañeros.
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