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El embalse de Alcántara en octubre de 2019, cerca de la localidad cacereña de Garrovillas de Alconétar, con niveles de agua muy por debajo de lo normal. Lorenzo Cordero
Extremadura ya sufre el cambio climático

Extremadura ya sufre el cambio climático

Encinas que florecen en diciembre, alcornoques en estado crítico, aves más pequeñas, insectos que traen virus y animales mal alimentados y sedientos son los efectos del calentamiento global que ya se aprecian en la región

Álvaro Rubio

Cáceres

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Domingo, 8 de diciembre 2019, 08:49

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«No conozco a ningún científico que lo niegue», «centenares de miles de estudios muestran evidencias apabullantes de que existe», «no me gusta que nos manipulen con este asunto», «en muchas zonas de la tierra ya hay consecuencias negativas o por lo menos imprevisibles». Todas estas frases las han dicho investigadores extremeños que llevan años analizando los efectos de las temperaturas y las precipitaciones en el medioambiente. Todos, que se fijan escrupulosamente en experimentos y datos, coinciden: «El cambio climático ya ha dejado huella en Extremadura». Lo afirman con ejemplos. En la dehesa, en los animales, en los árboles y en sus frutos. También en los recursos hídricos e incluso en la llegada de nuevos parásitos. No son especulaciones ni un cúmulo de ideas generales. Cada una de sus afirmaciones se sustentan en estudios. De hecho, miden cada palabra y no son nada alarmistas.

Así son los investigadores que trabajan en la Universidad de Extremadura (UEx) y cuentan cómo está afectando a esta comunidad autónoma el calentamiento global. Encinas que florecen en diciembre, aves más pequeñas con cambios en sus dietas y movimientos migratorios, plagas, animales mal alimentados y sedientos, escasez de pastos, sequías que ponen en juego la producción de bellotas, desaparición de alcornoques y encinas a las que cada vez les cuesta más sobrevivir.

Las temperatura actual en Extremadura ya es de media 1,5 grados superior a la registrada entre los años 1961 y 1990

Aunque en la mayoría de los casos no se puede buscar la causa solo en el cambio climático, gran parte de esas consecuencias se deben a lo que destaca la Agencia Estatal de Meteorología en Extremadura. Las temperaturas medias han subido en la región en torno a 1,5 grados respecto a las existentes entre 1961 y 1990, las décadas que se toman como referencia. Además, las olas de calor ya duran más y se registran menos días de lluvia y heladas.

El escenario es peor si se mira a 2050. Según el último estudio del Observatorio de la Sostenibilidad, que analiza el incremento de los termómetros en el país con los datos recogidos por la Aemet, las temperaturas llegarán a subir en Extremadura hasta tres grados centígrados.

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    Floración

    «La polinización está variando, hay plantas que no saben responder ante el cambio»

Santiago Fernández.
Santiago Fernández. Armando Méndez

Sin embargo, no hace falta esperar tres décadas para ver consecuencias en esta tierra. Santiago Fernández, profesor del departamento de Construcción de la Escuela Politécnica que imparte asignaturas sobre impacto ambiental y ecología en Ingeniería Civil, lleva 11 años investigando con el grupo de Aerobiología de la UEx. Centra sus estudios en el polen y cuenta con un registro en varias ciudades de Extremadura (Badajoz, Cáceres, Plasencia, Don Benito y Zafra). Tienen datos desde 1993 y en cada primavera realizan un análisis.

«Hemos detectado que el período de polinización de varias especies está variando», asegura Fernández, que se refiere a las gramíneas, el olivo y la encina. En el caso de las gramíneas se está reduciendo dicho período. En 1993 duraba 100 días y en 2016, además de retrasarse, duró solo 75. En el olivo el polen aparece con unos diez días de retraso y en la encina también hay cambios. «Florece hacia marzo y hemos llegado a encontrar algunas floreciendo en diciembre», especifica.

Con modificaciones como esa, asevera que ya hay ejemplos de «plantas que no saben cómo responder ante los continuos cambios de lluvias y temperaturas».

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    La dehesa

    «El cambio climático está provocando déficit de pasto»

Sobre ese asunto también investiga Gerardo Moreno, doctor en Biología y profesor en la Escuela de Forestales de Plasencia. Se centra en la dehesa y en concreto en el pasto, los árboles y el ganado. «El cambio climático está provocando déficit de pasto. El período de crecimiento cada año es más corto porque los otoños empiezan tarde y las primaveras acaban demasiado pronto», explica.

Sobre el árbol, destaca varios efectos. «La bellota es un fruto que engorda en verano y para eso es necesario que la encina y el alcornoque no alcancen ciertos niveles de estrés hídrico. Si no el fruto cae sin desarrollarse. Las sequías intensas y prolongadas están poniendo en peligro la producción de las bellotas», apunta Moreno, quien detalla que se está observando que el alcornoque «está teniendo dificultades para su regeneración natural». Especifica que eso está sucediendo en un 85% de zonas que cuentan con esa especie en esta región. «Está en situación crítica y podría desaparecer de la dehesa en este siglo. El grado de salud del arbolado se está deteriorando gradualmente. A la encina ya le está sucediendo», añade.

Gerardo Moreno.
Gerardo Moreno. David Palma
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    La seca

    «Los alcornoques podrían desaparecer de la dehesa en este siglo»

Moreno también alude a las plagas y enfermedades. Se refiere a la 'phytophthora', que produce la seca de la encina. «Está aumentando de manera evidente. A ese organismo le viene muy bien las lluvias torrenciales y largos episodios de sequía», afirma antes de señalar que últimamente se acusa a la producción ganadera de ser una de las responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero.

Le culpan del cambio climático e incluso hay movimientos que invitan a dejar de comer productos cárnicos porque consideran que la ganadería es responsable de esta situación. El investigador Gerardo Moreno lo niega. «La dehesa está siendo más víctima que culpable. De hecho, ya se ha demostrado que secuestra más carbono del que emiten sus animales».

También hace referencia a la disponibilidad de agua en las fincas. «Este año las charcas han quedado secas. Además, los episodios de exceso de calor provocan un desgaste energético en los animales. Gran parte de lo que consumen debería ir para su engorde y lo tienen que destinar a refrigerarse».

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    Charcas ganaderas

    «El agua será insuficiente y eso generará un problema para el ganado»

Susanne Schnabel.
Susanne Schnabel. Lorenzo Cordero

Sobre ese aspecto, Susanne Schnabel, catedrática de Geografía Física que coordina el grupo de investigación Geoambiental en la UEx y dirige del Instituto Universitario de Investigación para el Desarrollo Territorial Sostenible, apunta a que en la actualidad está realizando un estudio sobre las charcas ganaderas. «El agua será insuficiente en los períodos de sequía y generará un problema para el ganado. Esto se puede agravar en un futuro», afirma.

Va más allá. «Un aumento de la intensidad de las sequías provoca disminución de la producción de pasto y eso lleva a un sobrepastoreo y a un elevado riesgo de sufrir erosión en los suelos».

Añade que todavía estamos a tiempo de aportar soluciones. «Hay que conocer el medio natural y su funcionamiento para desarrollar sistemas de manejo adecuados».

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    Aves

    «Es posible que dejemos de ver aves a las que estamos acostumbrados»

José Antonio Masero.
José Antonio Masero. Casimiro Moreno

José Antonio Masero, profesor del área de Zoología en la UEx, está evaluando el impacto del calentamiento global en las aves. A partir de los datos de la estación meteorológica de Talavera la Real, en Badajoz, han comprobado que el número de días de más de 35 grados ha aumentado significativamente durante los meses de abril a julio, que precisamente corresponde con el período de reproducción de numerosas especies.

«El cambio climático ha hecho que muchas aves que se dirigen al norte de Europa lleguen antes a Extremadura y pasen más tiempo en esta comunidad. Pasa tanto en los paseriformes, las especies más pequeñas, como en otras más grandes como las cigüeñas», especifica Masero, que pone ejemplos. «Los ruiseñores que van al norte de Europa antes pasaban aquí dos semanas y ahora están cuatro».

También alude a una especie muy abundante en la región. Se llama aguja colinegra y suele estar en los arrozales del Guadiana. Algunas de ellas incluso las marcan con transmisores satélites para estudiar su movimiento. «Es una especie que ahora llega mucho antes y se marcha después. En los años 90 estaba en Extremadura cinco días y ahora lo hace 40. También ha cambiado su dieta. Por ejemplo, ahora se alimentan de un tipo de semilla que no tiene ácidos grasos omega-3, que son esenciales para ella. Eso afecta directamente a su salud».

Además, Masero está analizando el efecto de las olas de calor en el carbonero común, una especie de ave paseriforme muy común en esta región. Lleva dos años haciendo ese estudio y los resultados por el momento son preliminares. «Hemos comprobado que hay efectos en la coloración de las plumas, la masa corporal y en una serie de medidas de estrés». También apunta a que «con el calentamiento global las aves son cada vez más pequeñas».

Sobre el futuro, dice que si esto sigue así asistiremos a una redistribución de especies en busca de un ambiente térmico más favorable. «Es posible que dejemos de ver aves a las que estamos acostumbrados», concluye.

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    Enfermedades parasitarias

    «Por primera vez hemos encontrado un linaje de malaria en gorriones de Extremadura»

Alfonso Marzal.
Alfonso Marzal. HOY

Alfonso Marzal también es profesor del área de Zoología de la UEx y pone ejemplos sobre la llegada de enfermedades parasitarias. De hecho, recientemente han publicado un artículo en el que reflejan que han identificado por primera vez una especie de malaria tropical proveniente de África en gorriones comunes de Europa tras analizar muestras de sangre de cerca de 3.000 ejemplares en Andalucía y Extremadura. «Se debe al cambio climático y al cambio global. Son procesos que no se pueden separar uno de otro», matiza. Lo que sí asegura es que «si el calentamiento global continúa, cada vez habrá más parásitos que se transmitan de manera activa en nuestro territorio».

Antes de publicar esa investigación, en 2011 dieron a conocer otro estudio sobre poblaciones de aves. Comprobaron que la prevalencia de algunos parásitos de malaria habían pasado de un 30% a un 60% en 20 años.

Con datos como esos, Marzal dice que Extremadura puede ser una de las comunidades a las que más afecte esta situación. «Las características geográficas y poblacionales nos hacen más vulnerables», destaca.

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    Mosquito tigre

    «Estoy convencida de que el mosquito tigre se asentará en Extremadura»

Eva Frontera y Daniel Bravo, investigadores de Parasitología.
Eva Frontera y Daniel Bravo, investigadores de Parasitología. Armando Méndez

Sobre la llegada de nuevas espacies también sabe Eva María Frontera, profesora del área de Parasitología de la Facultad de Veterinaria de la UEx. Coordina el grupo de investigación Paruex, que estudia enfermedades transmisibles al humano y a los animales. En él participan desde investigadores hasta personal del Servicio Extremeño de Salud y se dedican especialmente al mosquito tigre, un insecto que se alimenta de sangre humana y transmite enfermedades como el dengue, el zika y el chikungunya.

«Hace años no estaría habitando en la península ibérica, sino en países más cálidos de Asia. Con la subida de temperaturas y la globalización en la que cada vez la gente viaja más, se detectó por primera vez en la provincia de Barcelona y se ha expandido por el Mediterráneo», explica Frontera, quien apunta que a Extremadura también ha llegado.

En 2018 detectaron huevos de mosquito tigre en Badajoz, Monesterio, Aldea del Cano y Almaraz. «Gracias a la coordinación con Salud Pública se pusieron los medios para evitar que se reproduzca y se asiente», comenta Frontera.

«Antes el dengue era una enfermedad que solo se daba en personas que viajaban, pero en 2018 ya se detectaron seis casos en nuestro país de ciudadanos que no habían ido a lugares donde suele habitar este mosquito», recuerda la investigadora de la UEx.

Ella no muestra ni un atisbo de duda cuando se le pregunta por el mosquito tigre en esta región. «Estoy convencida de que se asentará en Extremadura y puede suceder en cuatro o cinco años».

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