Las entrañas de los trenes pasan por Cabeza del Buey
Una empresa extremeña fabrica el cableado de los trenes de América, Europa, el norte de África y Australia
Cuando José Manuel Muñoz entra en un tren y se acomoda en su asiento no se fija en los detalles en los que repara cualquier viajero. Él intenta adivinar por dónde va el cableado que nadie ve. Lógico, se dedica a esto, por resumir mucho el trabajo de este ingeniero industrial de 42 años, natural de Cabeza del Buey, a cuya empresa llegan encargos de trenes, tranvías y metros de medio mundo. Se trata de ICB (Industrial de Cableados y Bienes S. L.), la cual dirige junto a su socia María del Carmen Murillo, de 43 años y también ingeniera industrial.
En estos momentos están pendientes del tren de alta velocidad francesa (TGV), que la semana pasada mostró sus nuevos vehículos en pruebas: 115 trenes de 200 metros de longitud y doble piso, compuestos por 7, 8 ó 9 coches cada tren. Su capacidad es de 740 personas y circularán a 350 km/h. Desde su nave de Cabeza del Buey, se han encargado de fabricar la parte eléctrica de los baños y los depósitos.
«Todo lo que tiene un mecanismo que se acciona, ya sea con un interruptor o mediante un sensor, desde el botón que abre la puerta, la luz que se enciende al detectar movimiento, el secador de manos..., requiere de un cableado que no se ve. El fabricante del ferrocarril (Alstom) lo diseña según las normas de cada país, así que nosotros recibimos el diseño y aquí lo montamos y hacemos los ensayos», explica.
Estados Unidos, Australia, prácticamente toda Europa y Sudamérica, el norte de África... En cualquier lugar del mundo donde haya un tren, un tranvía o una línea de metro es fácil que este cableado producido en Extremadura haya pasado por las manos de las decenas de mujeres que trabajan ICB, radicada en un pueblo de 5.000 habitantes en el Este de la provincia de Badajoz, prácticamente lindando con Córdoba. Allí tienen mesas de hasta 25 metros de largo por ocho de ancho que simulan el tamaño real de un vagón sobre las cuales van desplegando cables en función del diseño que les envía cada fabricante para el que trabajan.
De cero a cuarenta empleadas
Cuenta José Manuel Muñoz que se hizo ingeniero industrial en la Universidad de Extremadura en 2004. Después estudió un máster MBA de un año y antes de acabarlo ya tenía trabajo. Lo contrató una empresa de Barcelona que tenía fábricas en las poblaciones extremeñas de Cabeza del Buey y Alía, donde se hacían equipos para ferrocarriles. Pero cerró en 2010 en plena crisis económica.
Sin trabajo, el extremeño se fue a Brasil para coordinar un proyecto relacionado con el metro de Sao Paulo. «Estuve seis meses y me ofrecieron quedarme allí, pero preferí volver a Extremadura y montar en mi pueblo mi propia empresa, ya que tenía los contactos y la experiencia, y eso que 2011 no era un buen año. Había estallado la crisis, mi sector depende mucho del sector público y los gobiernos en aquella época se habían quedado sin dinero», recuerda.
Acaban de terminar con el nuevo tren de alta velocidad francés y antes han trabajado en el metro de Nueva York o Madrid
Muñoz dice que en un principio estaban solo su socia y ella y que después la empresa no ha hecho más que crecer. «Empezamos sin nadie durante unos ocho meses sin producir y haciendo una labor comercial, luego contratamos a dos operarios, pasamos a cuatro, a seis,... el año pasado contratamos a trece trabajadores más y en la actualidad hay cuarenta en plantilla pensando en ampliar (...), el noventa por ciento son mujeres, por alguna razón trabajan mejor, ya que es un trabajo en cierto modo artesanal y delicado, y aunque es totalmente manual no es nada repetitivo y sí muy dinámico porque continuamente hay pruebas y modificaciones», describe el ingeniero extremeño.
Componentes de todo tipo
En ICB tienen dos líneas de trabajo muy claras. Por un lado, el cableado de los vagones, que tiene que ver con mecanismos de todo tipo, desde los asientos reclinables a la wifi, los puertos USB o la luz, por citar algunos ejemplos. Por otro lado, los cuartos de baño, mucho más complejos que los de cualquier casa, asegura el ingeniero extremeño.
Ahora mismo el trabajo más reciente que tienen entre manos en esta industria de Cabeza del Buey es el de las nuevas unidades del tren de alta velocidad de Francia, el cual acaba de entrar en pruebas, si bien ellos entregaron su producción hace año y medio. Pero no solo han trabajado en los baños de estos vagones. En el metro de Nueva York, por ejemplo, produjeron los convertidores, y en el de Madrid los intercomunicadores y los casi siete mil carteles que te informan en cada vagón cuál es la siguiente estación, algo que también han realizado en países como Santo Domingo o Argelia, en este caso con letras en árabe que se leen de derecha a izquierda.
Como extremeño, José Luis Muñoz está deseando trabajar en el futuro tren de alta velocidad de Extremadura. De momento, es optimista porque en su sector hay una previsión de crecimiento. «Los fondos europeos invierten en eficiencia energética y renovables y las ciudades están gastando en tranvías y en mejorar el transporte público, por lo que hay buenas perspectivas», afirma.
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