Empleo tradicional / nuevas ocupaciones
SOL GÓMEZ y MARÍA ISABEL HIDALGO
VILLANUEVA DE LA SERENA
Miércoles, 7 de septiembre 2022
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Juan Sánchez Díaz | Zapatero
«Me han salido los dientes viendo cómo se arreglan los zapatos»
Juan Sánchez es la tercera generación de zapateros de su familia y en camino está la cuarta. Antes que él, su padre y su abuelo se ganaron la vida con el oficio arreglando en el taller montado en casa el calzado roto o desgastado. «Así es que a mí me han salido los dientes viendo cómo lo hacían ellos». Es cómo explica este zapatero de Don Benito que todo lo que sabe lo ha aprendido viendo trabajar a sus antepasados, devolviendo a la vida las botas camperas y para trabajar en el campo.
Ahora, en su taller ubicado en la calle San Francisco de Villanueva de la Serena, la forma de trabajar no ha cambiado tanto. De hecho, gran parte de las herramientas que utiliza son las que le dejó su padre, entre ellas las hormas, el troquele, el sacabocados o las tenazas de montar. Lo que sí ha dado un giro radical ha sido la calidad del calzado que llega al taller, y que es el que está haciendo que el negocio no sea tan próspero como hace unos años. «Ahora la mayoría viene para que se los pegue, porque son muy malos, y se despegan a la mínima», cuenta. Se trata de calzado procedente en un 90% de China y que ha costado muy poco dinero, señala. «por eso, cuando les dices lo que cuesta arreglarlo, quieren pagar en proporción a lo que han pagado y prefieren comprarse otros». Aun así, en su taller entra una media diaria de 30 pares para arreglar.
Pero Juan pone en valor su trabajo artesanal y cree que la mano de obra hay que pagarla. En este sentido, suelen merecer más los arreglos de los zapatos de caballero que los de señora, porque los primeros, por lo general, suelen tener solo tres o cuatro pares y son de más calidad. Pero en el caso de ellas, señala que prefieren tener una gran variedad por poco dinero.
«Ahora, la mayoría de los clientes vienen para que les pegues los zapatos, porque la calidad ha bajado»
A punto de cumplir 60 años, en la recámara está su hijo Daniel. Con 22 años trabaja con él en el taller y le enseña lo mismo que a él su padre. La idea es que continúe con el oficio «por seguir con la tradición».
El aprendiz se encarga más del tema de las llaves, que es un complemento para que a final de mes cuadren los números. En este caso, entra en juego la tecnología porque hacen llaves de coches, incluso de alta gama y mandos para garajes «haciendo una buena inversión en la maquinaria más moderna».
De ahí que, adaptándose a los nuevos tiempos sin perder la esencia, en el taller de los Sánchez se siguen dando la mano la tradición y la sofisticación.
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Luis Miguel Sola | Teleoperador
«Tengo un trabajo fijo, pero el salario me obliga a buscar otras alternativas»
Los 853 euros mensuales que cobra Luis Miguel Fernández como trabajador con contrato fijo de la empresa GSS, una multinacional dedicada a los servicios del call-center y telemárketing con oficinas en Badajoz, no le alcanzan para hacer frente junto con su mujer a la hipoteca que tienen en común y sacar adelante a su familia, que completa un hijo de nueve años.
Es por eso que a sus 48 años este trabajador acaba de graduarse en Relaciones Laborales y Recursos Humanos. «La mayoría de los que estamos fijos intentamos abrirnos otra vía profesional», comenta. Él además trabaja en el bar de su hermano por las tardes.
El problema laboral de Luismi es que este nuevo sector (que genera muchos puestos de trabajo y se ha desarrollado en España de manera extraordinaria en los últimos años) es el importe de la nómina, ya que no se suelen ofrecer contratos de 35 horas y jornada completa.
«En este sector, si vendes, la empresa te va renovando, pero si no es así, terminas el contrato temporal y vas a la calle»
Él lleva nueve años trabajando para esta empresa; los primeros contratos fueron por obras y servicio, modalidad que ya con las nuevas medidas introducidas por la última reforma laboral ha desaparecido. Tras cuatro años de renovaciones, la empresa le hizo fijo pero esto no cambió su situación a nivel salarial, que ha seguido congelado. «La ventaja que encuentro es que tengo una nómina, que es en lo que se fijan los bancos para conceder una hipoteca o cualquier ayuda», afirma, «pero tal y como está ahora mismo el panorama, no es un salario para una familia».
La reivindicación de Luis Miguel junto a otros trabajadores se centra en pedir a la empresa un contrato a tiempo completo que les permita una estabilidad económica. El máximo de jornada actual es de 30 horas, un tipo de contrato extendido entre las empresas de este sector, por lo que no alcanzan ni a los mil euros del salario mínimo.
Los horarios, por otro lado, también dependen de la campaña comercial en la que estén trabajando, por lo que es un factor de incertidumbre. «La campaña que tenemos ahora mismo es de lunes a domingo, y cuando es así descansamos días entre semana». Los turnos son de mañana o tarde y con diferente franja horaria.
En cualquier caso, Luis Miguel está feliz por poder disfrutar de un contrato fijo, algo complicado para muchos jóvenes, también dentro de su propio sector de call-center, donde se da mucha rotación de trabajadores. «Si vendes, la empresa te va renovando y puede llegar a hacerte indefinido, pero si no es así, con un contrato temporal lo terminas y si no produces vas a la calle y contratan a otro».