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Venir de fuera / Irse fuera

Cristina Núñez

Cáceres

Martes, 6 de septiembre 2022

  1. Charlotte Lecharlier | Psicóloga y poeta nacida en Bélgica

    «Aquí se vive con cercanía, todo el mundo se conoce y es algo que me encanta»

Vídeo. Charlotte Lecharlier, psicóloga y poeta belga, sentada en un banco de la plaza de Italia, en Cáceres. JORGE REY

Su página de Facebook se llama 'Una belga por soleares'. El verso de la canción de Joaquín Sabina le sirvió a la psicóloga y poeta Charlotte Lecharlier (Namur, Bélgica, 1985) para expresar su particular proceso de adaptación a la vida española y a Extremadura, su puerto de llegada y el lugar en el que ya ha echado casi media vida. «Encajé muy rápido, pero hubo un momento en el que me sentía entre dos aguas». Reside en Cáceres desde 2007, un año después de su estancia como Erasmus en esta ciudad cuando era estudiante de Filología. «Uno de los motivos que me hicieron volver es que conocí aquí al que ahora es mi marido, otro es que tenía ganas de salir de mi país, de vivir fuera».

En 2018 empezó a escribir su poesía en español, un 'clic' mental que ella interpretó como un claro signo de sentirse «muy bien aquí», pero reconoce que el proceso es largo, y que a ella le llevó una década. «Lleva su tiempo el hacer una red social, tener amistades que consideras tan importantes como las que puedas tener en la infancia, a veces sí que tuve esa sensación de sentirme absurda, como la canción de Sabina, pero tanto en mi país como aquí».

Nacieron sus dos hijas, que ahora tienen seis y 10 años respectivamente, hizo el PIR (el examen de Psicólogo Interno Residente) y los lazos se iban estrechando cada vez más. «Poco a poco me fui haciendo muy buenos amigos, ahora mismo si tuviera que volver a Bélgica me costaría», señala esta mujer que, lo deja claro, rechaza los nacionalismos excluyentes. «Siento que mi pertenencia va más con la gente que conozco y con los lugares donde estoy bien que de donde vengo». De Extremadura solo dice cosas buenas. «Es una región preciosa, cuando viene mi familia o mis amigos me dicen que tengo suerte por vivir aquí: todo es bonito, más barato, la comida está rica...». Pero detecta la falta de autoestima de la población. «Hay algo así, parece que a los extremeños les gusta echarse tierra encima, pero en realidad no lo veo un defecto, es humildad».

«Cuando viene mi familia o mis amigos me dicen que tengo suerte de vivir aquí: todo es bonito, más barato y la comida está rica»

Le gusta también el calor humano con el que se vive en la región. «Todavía hay mucha red social, cuando vienen mis amigas flipan un poco porque me paro cada cinco minutos, porque me pongo a hablar con el farmacéutico, porque ya conozco su vida, o con el panadero, todo el mundo conoce a todo el mundo, hay una capacidad de comunicación que no se da tanto en el norte, es algo que me encanta».

Además de pasar consulta como psicóloga otra de las actividades a las que se ha entregado Charlotte en Cáceres es la de hacer recitales poéticos acompañada de otras mujeres escritoras y músicas. «Es relativamente nuevo, llevo dos años, es algo muy bonito e inesperado, nunca pensé que iba a poder recitar en público, me gusta, al principio era algo que me daba mucho pudor porque no es mi idioma y hay matices que se me escapan, poder vivir la poesía en el lugar en el que estoy es maravilloso».

Parece un tema secundario, pero la forma de comer también ha sido un reto. «Yo necesité una adaptación para empezar a comer más a lo extremeño, al principio seguí haciendo mi cocina como en Bélgica pero poco a poco empecé a apreciar las cosas, al principio las migas o las sopas de tomate me costaba más y ahora me encanta, gracias a mi suegra extremeña las conocí, igual que el cocido, las lentejas, esas comidas tradicionales». Ahora, cuenta, cuando viaja a Bélgica, algo que hace con una considerable frecuencia, se lleva allí una parte de Extremadura en los platos que cocina.

  1. Paula Moreno, cacereña en el extranjero

    «Echo de menos muchas cosas, pero por ahora no me veo en Extremadura»

La joven cacereña Paula Moreno en una foto realizada en Seattle, la ciudad estadounidense en la que ha vivido hasta su cambio a Canadá. HOY

«Las castañas asadas en el otoño, la primavera, el mes de mayo y todas las cosas que hay en Cáceres, mis amigos, mi familia y la comida». La lista de añoranzas de Paula Moreno (Cáceres, 1992) es larga, pero ya no concibe el mundo sin viajar, algo que lleva haciendo desde que tenía 21 años. «Me gusta, estoy enganchada al reto de vivir en un sitio nuevo, cambiar de idioma, las costumbres, conseguir trabajo, empezar de cero», explica desde la ciudad estadounidense de Seattle, en donde vive junto a su pareja y la familia canadiense para la que trabaja de niñera. Cuando se realiza esta entrevista está a unas semanas de mudarse a vivir a Canadá. «Yo sé que mi forma de vida es difícil de entender desde la óptica del que busca algo más tradicional, pero yo estoy contenta», explica.

Licenciada en Periodismo por la Pontificia de Salamanca ha llegado a ejercer el oficio, pero «la precariedad del sector y los bajos sueldos» le han ido alejando del mundo de la comunicación. «He trabajado de todo, de niñera, de camarera, en tiendas, siempre me he buscado la vida, me encanta la profesión de periodista, lo estudié por vocación, pero para mí no es un objetivo desarrollar una carrera profesional en ningún ámbito, simplemente es una herramienta para conseguir dinero, ganar tiempo y seguir disfrutando». La idea de ser funcionaria como muchos de sus amigos que viven en Extremadura no la seduce.

«Cuando terminé la carrera hice unas prácticas pero no quería seguir estudiando ni haciendo un máster que era lo que hacía mucha gente, así que me fui a vivir a Nueva Zelanda, estuve dos años allí y luego volví a Cáceres un poco perdida por aquello de que la ciudad seguía igual pero yo había cambiado después de ver mundo, necesitaba volver a salir, así que decidí que me iba a Canadá con unos visados que da el gobierno canadiense para los españoles y estuve año y medio». En vacaciones o cuando se le terminaba un visado volvía a venir. En todo este tiempo la idea de quedarse no arraigaba. «Me sigo sintiendo de Cáceres y de Extremadura, pero solo por periodos cortos, yo me he hecho al mundo fuera, como te pique el gusanillo es difícil dejarlo».

En su nuevo destino, Canadá, sí que piensa asentarse. «Ya me pesa un poco la mochila, así que espero poder estar unos años tranquila, me encanta el país, tengo amistades, tengo trabajo y estoy esperando tener la residencia para poder ser ciudadana de pleno derecho allí». Sobre el hecho de ser niñera indica que allí, en Canadá, «es algo que está muy bien remunerado, es algo muy diferente a lo que significa en España, donde se combina con otros trabajos». No tiene claro que se quiera dedicar a esto de forma permanente, pero sí quiere aprovechar ahora la oportunidad.

Cuando llega de visita a Cáceres le sigue gustando la tranquilidad y la calma, el hecho de que se llegue muy rápido a todas partes y no necesitar coche, algo que está muy presente en Estados Unidos. «Aquí es una persona un coche, no puedes ir a ningún sitio sin él, todo está lejos y resulta impensable ir caminando a trabajar y tardar cinco minutos en llegar como pasa en muchos sitios en Extremadura, eso es un plus», comenta. También extraña «la calidez humana, algo que aquí no hay tanto, te puedes caer en la calle y puede que nadie repare en ti», lamenta esta joven. Pese a todo su decisión de mantener su nido fuera es muy firme, y la idea del regreso la deja en suspenso. «No sé si algún día volveré a Cáceres y haré una vida más tranquila, pero por ahora no me veo allí», zanja sonriendo.

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