Borrar
Recorte tras la condena por el crimen. HOY
CRÓNICA NEGRA EN EXTREMADURA

Una paliza de la que «ese no se levanta más»

En 1982 en Zafra un encuentro fortuito en un club nocturno inició una pelea que derivó en una agresión muy violenta que conmocionó a los extremeños

Sábado, 16 de diciembre 2023, 07:52

Comenta

La frase la pronunció un vecino de Zafra en 1982, y acertó.

Este diciembre se cumplen 40 años de un juicio en el que condenaron a dos hombres por asesinato y a un tercero como cómplice. Los detalles de su crimen, revelados durante el proceso, indignaron a los extremeños por su crudeza.

Los hechos tuvieron lugar la noche del 22 de marzo de 1982. A las tres de la mañana la Guardia Civil de Zafra recibió una llamada. Les avisaron de que se estaba produciendo una pelea en la entrada del club Sonia, pero al llegar no vieron a nadie. El drama ya se había trasladado a otro lugar, a un arroyo cercano.

El encuentro que inició el crimen se había producido unos minutos antes entre dos grupos de hombres que se conocían y que tenían cuentas pendientes. Esa madrugada, en el club Sonia, había un grupo de vecinos de Los Santos de Maimona, entre ellos un portero de una discoteca de esta localidad, J. M. C. Había comenzado la noche de fiesta en su pueblo y se habían trasladado a Zafra para continuarla.

El club Sonia estaba en el cruce de las nacionales 432 y 630 y era uno de los pocos locales de la zona abiertos a esas horas. Eso hizo que cuando al grupo de Los Santos acababan de servirles sus copas, entrase por la puerta otra pandilla, en este caso de Zafra. La tensión fue inmediata porque en este segundo grupo, formado por cuatro hombres, estaba J. H. P. que tenía una cuenta pendiente con el portero de la discoteca que estaba en la barra.

Imagen principal - Una paliza de la que «ese no se levanta más»
Imagen secundaria 1 - Una paliza de la que «ese no se levanta más»
Imagen secundaria 2 - Una paliza de la que «ese no se levanta más»

De hecho J. H. P. había jurado vengarse de ese vecinos de Los Santos de Maimona porque el portero de la discoteca le echó del local donde trabajaba y lo agredió. Este, de 30 años, había sido condenado a un mes de arresto por el altercado.

Para su víctima sin embargo la condena no era suficiente, y cuando se encontraron en el club Sonia decidió contar con sus amigos para ajustar cuentas.

Los responsables del local, viendo la discusión que se desataba entre ambos grupos, lograron que saliesen al exterior. En el aparcamiento se desató la violencia. El grupo de Los Santos de Maimona se metió en el coche en el que habían llegado y trató de marcharse. J. H. P. se lo impidió. Él y sus amigos lanzaron piedras contra el vehículo para intimidar a sus ocupantes, y al ver que no salían, les aseguraron que rociarían de gasolina el turismo y le prenderían fuego con ellos dentro.

Las amenazas surtieron efecto y los de Los Santos se bajaron del coche y salieron corriendo en distintas direcciones. Los agresores se centraron en J. M. C., su objetivo y le persiguieron. Interceptaron al portero en los alrededores del club, cuando estaba cruzando un arroyo que había cerca de la carretera.

Comenzó la paliza. J. M. C. comenzó a suplicar para que lo dejasen y sus ruegos fueron escuchados. Los agresores se marcharon y lo dejaron tirado, con medio cuerpo en el agua, pero aún vivo.

El grupo de Los Santos se marchó sin saber qué le había pasado al portero, y los de Zafra también se subieron a su coche, pero con la intención de buscar a los otros y continuar la venganza. Pararon en un hotel cercano. Dos de ellos se fueron a la cafetería, pero otros dos rastrearon los alrededores buscando al grupo de Los Santos sin éxito. Como no encontraron a nadie, decidieron volver donde estaba el portero para rematarlo. Este detalle fue el que más impresionó a los lectores cuando fue publicado por HOY durante la investigación.

Camino al arroyo J. H. P. cogió un tablón de madera y el otro hombre que lo acompañaba, J. S. H., un trozo de soga. Cuando llegaron donde estaba el portero, seminconsciente, le dieron varias patadas. La agresión final fue a golpes con las armas que habían improvisado en el trayecto, de hecho, el tablón se partió en varios trozos al impactar con la cabeza.

Al volver al hotel y reencontrarse con los que no habían ido al arroyo, J. H. P. pronunció la famosa frase «Ese ya no se levanta más, está arreglado». A continuación el grupo se desplazó a Zafra y paró en una fuente a lavarse la sangre y el barro de la ropa. Continuaron la noche de fiesta tomando la última en un local de Villafranca antes de volver a sus casas.

Lo encontró su madre

El cadáver del portero fue encontrado por su propia madre por la mañana. Fue a buscarlo por los alrededores del club cuando le dijeron que era el último sitio donde había sido visto.

Según la autopsia, la víctima sufrió heridas inciso cortantes en el cuero cabelludo y frente, y señales de fuertes golpes y hematomas en la cara y la espalda. La muerte le sobrevino por una hemorragia cerebral debido al traumatismo craneal.

El juicio se celebró en diciembre de 1983. Iban a ser procesados los cuatro de Zafra, pero uno de ellos no compareció por estar haciendo el servicio militar. No le dieron permiso.

En el proceso, el fiscal pidió 21 años de reclusión mayor para los dos principales implicados, los hombres que fueron a rematar al portero cuando ya estaba inconsciente en el arroyo. En cuanto al tercero que compareció, en principio había solicitado dos años, pero lo elevó a 12 considerando que era cómplice y que cometió un delito de omisión en el deber de socorro. Supo, por la frase de la paliza, que la víctima había quedado en una estado muy grave tras la agresión, y no pidió ayuda. El juez atendió la petición del fiscal y fueron condenados a estas penas.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

hoy Una paliza de la que «ese no se levanta más»