Mujer contra mujer, la prestamista destripada
CRÓNICA NEGRA DE EXTREMADURA ·
1905 en Cabeza del Buey. Una vecina de 54 años apareció muerta de una forma muy sangrienta y los investigadores no podían creer que fuese un crimen femeninoNo hay muchas asesinas y aún menos con sangre de por medio. Por eso en 1905 en Cabeza del Buey, cuando apareció una vecina destripada, a los investigadores les costó creer que detrás había una mano femenina.
La víctima era prestamista. Una mujer de 54 años de la localidad que vendía gallinas, tenía unos fondos y los prestaba a cambio de intereses. No fue el único crimen contra usureros en Extremadura. Era una profesión o afición muy extendida a principios del siglo XX porque los bancos no eran accesibles a cualquiera. También era una actividad de riesgo porque causaba desprecio. Al modo de Crimen y castigo, de Dostoyevski hubo un asesinato sin resolver en 1916 en Hornachos. El de 1905, en Cabeza del Buey, sí acabó en condena, aunque con muchas dudas.
El 20 de enero de 1905 Celestina M. M., de 54 años, casada y con dos hijas, se quedó en su casa de Cabeza del Buey haciendo sus labores. Su marido estaba trabajando en el campo. A las cinco de la tarde una niña fue en busca de esta vecina para llevarle algo de aceite. La llamó desde la calle y, al no contestar, entró y recorrió la casa. Junto al pozo, en el patio, vio algo terrorífico y salió corriendo. En la calle se encontró con el marido de Celestina que llegaba de trabajar y que, al ir a auxiliar a su mujer, solo pudo comprobar que estaba muerta.
La escena era muy sangrienta, según definieron los testigos. Estaba destrozada. Al menos tenía una docena de heridas profundas en la cara, el cuello y las manos. Pero lo más impactante era su vientre abierto con los intestinos al aire.
Seis días después de los hechos, el periódico La Región Extremeña informó que había tres sospechosos detenidos. Se detuvo a un hombre recién salido de la cárcel y también a otro que estaba de paso en Cabeza del Buey. Posteriormente se reveló que también sospechaban del novio de una de las hijas. Los padres no veían con buenos ojos las relaciones de la joven y algunos vecinos habían visto al muchacho espiando la casa por la cerradura.
Todos quedaron en libertad cuando una vecina de Benquerencia, Juana H, confesó ante la Guardia Civil y señaló a otra mujer como cómplice, su amiga Soledad.
Juana tenía un comercio en su pueblo que no iba bien. Había comprado muchos productos para revenderlos, pero no les daba salida y se le acumulaban las deudas. Decidió pedir un préstamo a Celestina, pero la rechazó.
El 19 de enero de 1905 se trasladó a Cabeza del Buey y durmió en la casa donde trabajaba como sirvienta Soledad, que era una amiga suya. Al día siguiente mandó a Soledad a comprarle dos pollos a Celestina. Los investigadores creyeron que era una excusa para comprobar si estaba sola.
Sobre la una y media de la tarde ambas mujeres, según la confesión, entraron en la vivienda. Le exigieron a la prestamista 1.500 pesetas, a lo que se negó. Juana sacó una navaja y comenzó a apuñalarla. La víctima huyó al corral «donde sus perseguidoras continuaron causándole heridas, muchas innecesarias para el fin que se proponían y con el solo objeto de aumentar el martirio de celestina».
Tras el crimen guardaron la navaja en el fondo de una botella que encontraron en la casa. Luego revolvieron los ropajes de la víctima hasta encontrar sus llaves y poder acceder al arcón. Los familiares calcularon que se llevaron 3.000 pesetas que esta prestamista guardaba en casa. El dinero nunca se encontró y este fue uno de los agujeros más llamativos del caso. Soledad pagó, al día siguiente del suceso, 25 pesetas a un acreedor que no supo explicar cómo había logrado, pero no se localizó el resto.
El proceso judicial se suspendió y se retomó varias veces por distintas causas. Un abogado renunció a llevar la defensa, no comparecieron los testigos, etc. Finalmente el proceso definitivo se celebró en enero de 1907.
Juana y Soledad fueron juzgadas por robo y homicidio por unos «hechos que tan grande impresión causaron y tanta expectación despiertan», según definió en 1906 el Nuevo Diario de Badajoz.
Juana protagonizó una declaración que dejó pasmados a los asistentes, incluidos los periodistas. Admitió que tenía deudas y había intentado lograr un préstamo de Celestina, pero a la mayor parte de las preguntas respondió de forma incoherente. No recordaba, no sabía si había sido así o no sabía nada «del crimen ese». El giro más sorprendente lo dio cuando aseguró, de repente, que su confesión era falsa porque la había martirizado una pareja de la Guardia Civil. Aseguró que la habían pegado «ocho ó diez días con sus noches» y que el objetivo era «ponerla tonta».
Su supuesta cómplice, Soledad, tuvo una actitud muy distinta y se ganó a la sala. «Esta procesada habla con una locuacidad pasmosa y apenas deja meter baza a los que la interrogan», narró el Nuevo Diario de Badajoz que añadió: «Preguntada si, a pesar de lo que dice ayudó a matar a Celestina, dice, empleando entonación y colocándose en actitud verdaderamente dramática: ¡Cien cruces pongo, porque soy inocente!».
La defensa encendida de Soledad sobre su inocencia fue tan abrupta que enfadó al juez, que la mandó callar. «No diga usted más simplezas. Ya me va usted cansando», dijo el magistrado.
Una de las claves del juicio fue el testimonio forense. El perito aseguró que la primera herida que recibió Celestina la debilitó. «Debió restarle muchas energías, pero no tantas que una sola persona pudiese ocasionarle las demás sin auxilio de nadie dada la naturaleza de las heridas». Es decir que los forenses estaban seguros de que una sola mujer no podía haber matado a la víctima con esa violencia.
El jurado popular, sin embargo, rechazó el testimonio del forense y creyó a Soledad y su teatralidad. Solo Juana fue condenada por los hechos, a 18 años por homicidio «con abuso de superioridad, arrebato y obcecación».
La sentencia causó una trifulca en la sala del tribunal de Castuera en el que se estaba juzgando. Presentación, una de las hijas de la fallecida, protestó a gritos contra la absolución de Soledad.
El periodista de La región Extremeña que cubría el proceso, sin embargo, apuntó a que la conclusión el jurado popular era comprensible por ser un caso poco claro y con muchas emociones. En sus conclusiones el propio Fiscal reconoció que no había pruebas directas contras las procesadas, pero sí una acumulación de indicios. Una vez más le costaba creer que una mujer hubiese sido capaz de tanta violencia.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión