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Imagen de Orellana la Sierra. HOY
La Crónica Negra en Extremadura

«Mata a mi marido y estaremos juntos»

CRÓNICA NEGRA EN EXTREMADURA ·

Rosa y Antonio estaban enamorados desde niños, pero se casaron con otras personas por presiones familiares y su historia acabó el tragedia en la Navidad de 1902

Sábado, 4 de febrero 2023, 07:43

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A principios del siglo XX no existía el divorcio en España. La primera ley que reguló esta práctica llegó con la República, en 1932. A Rosa, una vecina de Orellana la Sierra, le hubiese venido bien que ya estuviese aprobada en la Navidad de 1902 cuando decidió pedirle a su amante que matase a su marido.

El 25 de diciembre de ese año terminó con un crimen una historia de amor que había supuesto horas y horas de rumores en Orellana la Sierra. En este pueblo, como destacó la prensa, «sabía Dios y todo el mundo» que Rosa y Antonio estaban juntos. Lo habían estado siempre, desde mozos. Pero no se casaron entre ellos, sino con otras personas por cuestiones familiares.

Dio igual, su relación siguió estando casados con otros. En 1901 Antonio se quedó viudo, pero Rosa seguía casada con Agustín, con que el tenía una hija de 10 años. Los vecinos habían sido testigos, más de una vez, de que Antonio entraba en casa de Rosa cuando Agustín se marchaba. También comenzaron los rumores en el pueblo de que el marido sobraba y que la pareja de enamorados planeaba quitarlo de en medio.

Se cumplió. Rosa se hartó de la mala relación marital y aplicó el clásico móvil: «mata a mi marido y estaremos juntos».

El 25 de diciembre de 1902 Agustín salió de su casa hora y media antes del amanecer. Llevaba una fanega de trigo para molerlo en el molino de San Andrés. Para llegar cogió el camino del millar de Valfrío y llegó hasta el término municipal de Navalvillar de Pela.

Rosa, en cuanto sintió que su marido se marchaba, fue a buscar a Antonio para pedirle que cumpliese su promesa e indicarle en qué dirección se había marchado Agustín.

Se encuentran los hombres

Ambos hombres se encontraron en el camino. Agustín con su fanega y Antonio con una escopeta. El primero fue encontrado por unos trabajadores unas horas después cerca de un chozo. Estaba muerto. Tenía tres disparos.

La secuencia de los hechos nunca se resolvió, pero los vecinos de Orellana la Sierra contaban que fue muy cruel. Aseguraron a los periódicos de Badajoz que hubo testigos, aunque nunca se atrevieron a contarlo en público. Según estos rumores Agustín disparó a Antonio a distancia dos veces. Luego se acercó y se puso de rodillas para rematarlo de cerca. En el juicio se planteó esta posibilidad porque tenía los pantalones manchados de barro.

Imagen principal - «Mata a mi marido y estaremos juntos»
Imagen secundaria 1 - «Mata a mi marido y estaremos juntos»
Imagen secundaria 2 - «Mata a mi marido y estaremos juntos»

Una vez cerca de la víctima, Agustín se dio cuenta de quién era su verdugo y le rogó: «por favor, no me mates».

«No tengo más remedio que matarte, lo único que puedo hacer en tu favor es permitir que te tapes los ojos», aseguraron los vecinos de Orellana la Sierra que dijo el amante mientras le lanzaba un pañuelo al marido. Esta conversación no se confirmó, pero los informes forenses sí indicaron que el muerto sujetaba un pañuelo junto a su cara en una posición extraña.

La resolución del crimen no dio problemas. Muchos vecinos señalaron a los sospechosos. Agustín confesó ser el autor de los disparos, aunque negó la relación con Rosa. Esta, por su parte, negó cualquier participación en la muerte de su marido.

El juicio se celebró dos años después en la Audiencia Provincial de Badajoz. Los juzgados se llenaron de curiosos, muchos de ellos llegados desde Orellana. De hecho la prensa aprovechó la presencia de residentes en esta localidad en la capital pacense para entrevistarlos y realizar varios artículos sobre el trágico suceso.

Juicio por parricidio

El juicio se desarrolló con mucha tensión entre el fiscal y los abogados defensores, que tuvieron varios encontronazos. Antonio alegó que había matado a Agustín en defensa propia. Admitió que llevaban una escopeta, pero aseguró que se encontró con su víctima de casualidad en el millar de Valfrío. Testificó que iniciaron una discusión y que comenzó a disparar porque el marido de Rosa le tiraba piedras.

Antonio negó ser amante de Rosa y también rechazó haber rematado a Agustín cuando este estaba en el suelo. Dijo que se había manchado los pantalones de barro al caerse borracho al salir de un bar.

Rosa, por su parte, dio un testimonio mucho más breve negando cualquier participación. Durante el proceso judicial sufrió un síncope cuando testificó su hija de 10 años, que confirmó que la relación entre sus padres era muy mala.

El fiscal realizó el alegato final con mucha pomposidad, siguiendo el estilo de la época. Dijo que era un delito de gran magnitud. «Tanta repugnancia inspiró siempre el parricidio a los hombres de todas las edades que ya en la antigüedad, el sabio griego que escribió las leyes que habían de regir a los atenienses, desterró de su código las penas impuestas para castigo de monstruosidad tan grande porque no puedo concebir que hubiera jamás un ser capaz de arrancar la vida a su padres o a su madre, a la mujer o al hombre con el que hubiera unido para siempre su suerte en el contrato santo del matrimonio».

El fiscal calificó la relación de ambos acusados de «pasión criminal» que «obcecaba su inteligencia». El jurado condenó finalmente a la pareja a cadena perpetua. El pueblo de Orellana la Sierra protestó porque quería que fuesen ejecutados.

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