Legítima defensa por matar a hachazos a su cuñado y tocayo
En Oliva de Jerez en 1916, un desacuerdo entre familiares se convirtió en un escándalo lleno de teorías malintencionadas por parte de los vecinos de los implicados
Manuel Lucas y Manuel Lucas se conocían de toda la vida porque eran del mismo pueblo y de la misma generación. Sus vecinos les llamaban por sus apellidos para distinguirlos: Castillo y Adame. Su relación de tocayos dio un pasó más cuando fueron mozos porque el primero se casó con la hermana del segundo. Entonces comenzaron a llamarse cuñados entre ellos y unos años después, asesino y víctima.
Las bromas sobre roces familiares son habituales en España, tanto es así que cuñado se ha convertido en sinónimo de molesto o pedante en el argot popular. Algo así ocurrió hace más de un siglo en Oliva de Jerez (actualmente Oliva de la Frontera). Los Antonio Lucas no se llevaban bien. En su pueblo se sabía.
El misterio era la causa. Como su relación terminó en crimen, se especuló al respecto. Se habló de deudas económicas, de ambiciones por la herencia, de problemas de negocios, de desplantes en el pueblo e incluso de cotilleos mucho más malintencionados. Las peores versiones hablaban de celos por una mujer que les gustaba a ambos y que no era ni la mujer del primero ni la hermana del segundo.
La realidad, sin embargo, es que el caso pasó a la historia criminal por la violencia desatada entre parientes, pero no quedó claro la causa del llamado crimen del Campo de la Oliva.
La prensa de la época bautizó así el suceso, como era costumbre, porque fue en esta parcela donde ocurrieron los hechos. Fue el 1 de marzo de 1916. Adame estaba trabajando en el campo y entró en el chozo que había en la finca para coger algo. Cuando salió por la puerta, vio un hacha que caída sobre él. Tuvo tiempo de reaccionar, pero no evitó el primer golpe en la frente. A pesar de ser una herida importante en la cabeza, no fue mortal y Adame tuvo tiempo de darse cuenta de que era su cuñado Castillo el que blandía el arma y de intentar defenderse.
Ambos hombres comenzaron una pelea en la que los dos resultaron heridos por el hacha, pero fue finalmente Adame el que cayó muerto en el suelo en medio de una enorme hemorragia.
Cuatro hachazos
Según el parte de la autopsia, «recibió al menos cuatro golpes produciéndole otras tantas heridas. Una en la región occipital de cinco centímetros de extensión (en la parte de atrás de la cabeza), otra en la región parietal izquierda (lateral), de doce centímetros, otra en la parte inferior del temporal izquierdo, por detrás del pabellón de la oreja, de diez centímetros y otra en la parte inferior izquierda de la región occipital (casi la nuca), de otros diez centímetros».
El informe fue contundente: «todas ellas (las heridas) en la cavidad craneana, con fractura de huesos y salida de la masa encefálica son mortales de necesidad y producidas por un hacha».
El cadáver fue localizado poco después de la muerte por otros trabajadores y enseguida las pesquisas se centraron en la conocida enemistad entre cuñados. Castillo fue detenido y admitió los hechos, aunque con una versión distinta.
El juicio se celebró un año después, a finales de marzo de 1917, en la Audiencia Provincial de Badajoz. Cuentan las crónicas de la época que hubo mucho público interesado en el proceso al tratarse de un crimen muy violento. Esos días, además, se juzgaba en el mismo lugar a una mujer que había estafado a muchos comercios de la capital y eso también atrajo a los pacenses a sus juzgados.
La mujer fue condenada por pagar con monedas falsificadas. Era una práctica habitual en la época. Se manipulaban los dibujos de las monedas para hacerlas pasar por las de un valor mayor. El juicio de la estafadora acabó pronto con una condena y los comerciantes que fueron a asegurarse de que se hacía justicia también se sumaron al proceso penal por el asesinato de los cuñados.
El juicio
El Fiscal pidió 17 años y cuatro meses de cárcel por homicidio con el agravante de parentesco. La acusación particular, que representó a la familia del fallecido, sin embargo, mantuvo que se trataba de un asesinato planificado y exigió una condena de cadena perpetua.
El letrado particular argumentó que el acusado esperó a que su cuñado saliese del chozo para atacarle por sorpresa y que no pudiese defenderse, y que lo hizo en un lugar aislado para asegurarse de matarlo.
La defensa, por su parte, contó una versión muy distinta del suceso. El abogado de Castillo aseguró que ambos hombres se pelearon y que los hachazos mortales los hizo su cliente en defensa propia. Argumentó que el superviviente también sufrió una herida de hacha, en el pecho, y que estuvo a punto de morir. «Tuvo necesidad racional de defenderse de una agresión que no había iniciado», dijo el letrado de la defensa y publicó El Correo de la Mañana.
El jurado se retiró a deliberar y no tardó mucho en volver con una decisión. Aceptaron por completo la versión de la defensa y consideraron inocente a Castillo. La Fiscalía protestó y pidió a la sala que se repitiese el proceso porque la resolución «no se ajustaba a las pruebas». Sin embargo el juez determinó que era válido y absolvió al acusado que salió en libertad. Defensa propia por los hachazos contra su cuñado y tocayo.
La prensa de la época destacó que había sido la habilidad del abogado defensor, que hizo una gran argumentación, la que logró la absolución. Los cronistas indicaron que Fiscal y acusado particular fueron muchos más técnicos y pomposos mientras que el abogado defensor optó por la grandilocuencia para meterse al jurado en el bolsillo. La herida que sufrió el acusado en el pecho era de apenas tres centímetros y no tenía más lesiones, pero fue suficiente para justificar la muerte.
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