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Un caldero antiguo como el que se usó en el crimen. HOY
CRÓNICA NEGRA EN EXTREMADURA

El extremeño que recogía la sangre de su cuñado en un caldero

En 1918 en Berlanga un padre, su hija y el novio de esta fueron juzgados por un crimen llamado 'El caso del caldero' que fascinó a los vecinos por el macabro método para tapar el asesinato

Sábado, 21 de octubre 2023, 07:41

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Por qué un hombre recogería la sangre del cadáver de su cuñado asesinado? ¿Y por qué usaría un caldero? Detrás de esta inquietante imagen hay una cuestión práctica. Uso un recipiente para ir recogiendo las gotas de sangre mientras transportaba el cuerpo. Así evitaba dejar un rastro que delatara cuál era el lugar del crimen.

El macabro cortejo fue apodado por la prensa de la época como el caso del caldero. Ocurrió en 1918 en Berlanga.

En una vivienda de la dehesa extremeña convivía José Manuel A. H. con su hija, Julia A. M. Muchas noches también dormía en la casa José María, el novio de la joven, aunque no estaban casados.

José Manuel tenía otro hijo, Juan, que ya estaba independizado porque se había casado, pero que en la práctica era el cabeza de familia y organizaba la casa y los negocios de sus parientes. Juan estaba enfrentado con su hermana y su futuro cuñado, que no le gustaba nada. Decía que Julia no tenía un novio «sino un desatino».

Las relaciones de padre e hijo también eran muy malas. Juan había asumido la función de máximo responsable de la familia y, según relataban los testigos, hacía sentir a su progenitor «como un cero a la izquierda».

La noche del 17 de mayo de 1918 se reunieron en la casa el padre, los dos hijos, José María y un vecino cercano. También había un niño de 10 años que solía ayudar en las tareas del campo en esa finca y que se quedó dormido en una habitación anexa. Los cuatro hombres jugaron a las cartas y los lances del juego crearon tensión. Finalmente el novio de Julia se envalentonó y le dijo a su cuñado que le debía un cigarro por una jugada que había ganado. La respuesta de Juan fue: «Lo que te voy a dar son dos bofetadas».

Ese conflicto inició una bronca que acabó con Juan muerto a hachazos y con distintas versiones sobre cómo sucedió.

El vecino se marchó tras escuchar las amenazas. En el juicio posterior el Fiscal mantuvo que los que estaban hartos del maltrato de Juan esperaron a que este se durmiera sobre una saca de paja. Una vez inconsciente, su padre cogió un hacha y le dio varios golpes. A continuación le tendió el arma al que iba a ser su yerno y le dijo: «Ahora te toca a ti». José María remató al que ya no sería su cuñado oficial.

El cortejo sangriento

Tras ejecutar a Juan cuando estaba dormido, el trío asesino lo subió a un burro para llevarlo a otro lugar. El padre sujetaba el cuerpo, la hija guiaba al animal y José María portaba un pequeño caldero para ir recogiendo la sangre y que no quedasen rastros del crimen.

Imagen principal - El extremeño que recogía la sangre de su cuñado en un caldero
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Imagen secundaria 2 - El extremeño que recogía la sangre de su cuñado en un caldero

«El macabro cortejo», como lo apodó la prensa de la época, llevó el cadáver hasta la finca donde trabajaba el muerto y lo recostó junto a un árbol para fingir que había sido asesinado mientras vigilaba esas tierras. Trataron de crear una escena creíble. Juan parecía descansando con comida y tabaco a su lado y una escopeta ensangrentada, como si hubiese formado parte de la agresión.

Tres días después del crimen, el cadáver seguía en el mismo sitio. Nadie pasó por la zona y el cuerpo comenzó a descomponerse. El padre de la víctima decidió ir donde la mujer de su hijo y confesar que estaba muerto y que habían tenido un enfrentamiento, aunque no dio detalles. Logró que su nuera no dijese nada y al día siguiente ambos denunciaron la desaparición.

Finalmente los vecinos localizaron a Juan y sus familiares lo enterraron tratando de tapar las causas. El caso hubiese quedado tapado, si no llega a ser por Juanito, el niño de 10 años que dormía en la casa y que resulta que se había despertado y había sido testigo de todo.

El menor contó lo ocurrido a la Guardia Civil y el cadáver fue exhumado para realizarle la autopsia. Este análisis detectó golpes de hacha en la región occipital, la parietal derecha, la nariz, la boca, la mano derecha y el tórax.

Los tres implicados fueron encarcelados a la espera del juicio que se celebró dos años después en Llerena y se convirtió en un espectáculo. R. Cubero, reportero del Correo de la Mañana, explicó porqué había tanto interés. «La crueldad con la que el crimen fue realizado y que ha hecho que se califique de asesinato y la intervención directa del padre de la víctima, que lo ha colocado en la categoría bochornosa de parricidio, abonan sobradamente nuestro deseo y el del público de ver en qué queda esto».

José Manuel, el padre, fue el único que admitió cierta responsabilidad en la muerte. Reconoció la discusión, pero rechazó haber matado a su hijo mientras dormía. Defendió que Juan le había agredido con la escopeta y él se había defendido con el hacha.

José María y Julia afirmaron que no sabían nada de esa noche. Ella aseguró, además, que nunca habían tenido un caldero, pero varios testigos corroboraron que no era cierto.

Sobresalto en el juicio

El juicio reventó cuando Juanito, el niño que ya tenía 12 años, se retractó de su testimonio y dijo que se lo había inventado bajo amenazas de un guardia civil.

Este giro fue un gran golpe para el Fiscal, que se enfrentó a voces con los abogados defensores. El juez tuvo que decretar un descanso de cinco minutos.

El responsable del Ministerio Público tuvo que retirar la acusación contra Julia por falta de pruebas. Mantuvo la de los varones gracias a una carta que había mandado el padre desde la cárcel al vecino que jugó esa noche a las cartas con ellos. Le confesaba que habían logrado callar al niño en un primer momento regalándole dulces. En la misiva se adivinaba la intervención de José Manuel y José María.

«Yo soy un enamorado y mi dama es bella, hermosa. A veces su silueta está ennegrecida por el luto y el dolor y se llama Justicia», declamó el Fiscal en su alegato final.

La poesía, sin embargo, no se ahorró el disgusto. El jurado popular consideró culpable al padre de la víctima, aunque creyó la versión de que actuaba en defensa propia. Fue condenado a 10 años. José Manuel, el cuñado que recogió la sangre, fue absuelto.

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