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Un chozo, como el lugar en el que tuvo lugar el crimen. HOY
Crónica Negra

Un disparo a través de la pared mató a Florencio

En Villanueva del Fresno en 1899 Laura decidió asesinar a su marido por sus «devaneos» y estuvo a punto de quedar impune por la forma que eligió para llevar a cabo el crimen

Sábado, 15 de abril 2023, 07:54

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En dos años y medio de Crónica Negra de Extremadura HOY ha desvelado asesinatos con todo tipo de métodos: envenenamientos, carnicerías a hachazos, incluso ahogar a alguien introduciéndole garbanzos por la nariz o matar a un hombre para robarle un testículo. La mayor parte de las muertes, sin embargo, suelen ser por arma de fuego, pero en 1899, en Villanueva del Fresno, una vecina llamada Laura le dio una vuelta de tuerca y demostró que se puede ser original al asesinar a tu marido.

Laura P. vivía en una choza con Florencio M. Todo el mundo en la zona creía que era su marido, pero en realidad esta mujer había estado desposada antes con otro hombre y aún faltaban 30 años para legalizar el divorcio. Al no haber fórmula legal, simplemente dejó a su pareja por Florencio, que tenía fama de galán. Sea como sea, hacían vida de matrimonio y lo llamaba su marido.

Pasaron unos años felices, pero Florencio hizo gala de la fama que tenía, y como definió la prensa de la época, comenzó «con devaneos». Tras varias aventuras, se centró en una amante, una joven llamada Antonio que vivía en Oliva de Mérida. Eso hizo que el galán viajase cada vez más alegando ante Laura que tenía trabajo.

El matrimonio dependía económicamente de unas cabras. De repente Laura temió que Florencio las vendiese y la abandonase, dejándola sin nada. La idea la perseguía y los enfrentamientos por celos eran constantes.

El 18 de agosto de 1899 esta mujer decidió matar a su marido y tramó un plan rebuscado que estuvo a punto de salirle bien. Hizo un agujero en la pared del chozo, justo a la altura de la cama, en el lado en el que se acostaba Florencio. Cubrió el hueco con un mantón de ella, a modo de cabecero o decoración.

Un agujero y un mantón

Ya de noche la pareja se acostó a dormir. En un momento de la madrugada Laura se levantó de la cama con cuidado, cogió la pistola que tenía su marido, salió de la casa e introdujo el arma por el agujero que había hecho en la pared. Desde fuera disparó y acertó a Florencio en la cabeza. Murió en el acto.

Imagen principal - Un disparo a través de la pared mató a Florencio
Imagen secundaria 1 - Un disparo a través de la pared mató a Florencio
Imagen secundaria 2 - Un disparo a través de la pared mató a Florencio

Por la mañana informó del crimen. Les dijo a las autoridades y a sus vecinos que dos desconocidos habían matado a Florencio, que los escuchó tras la pared. Que se despertó al ver como un arma entraba por la pared y fue testigo del disparo. Añadió que pensaba que su marido «se estaba haciendo el muerto» hasta que vio la sangre en su cabeza.

Laura afirmó que los asesinos también iban a dispararla a ella después, pero que escuchó decir a uno de ellos «a ella no que no tiene la culpa de nada».

Las explicaciones de la viuda, sin embargo, no convencieron a las autoridades y fue detenida. Una vez bajo custodia confesó que había mentido, pero aseguró que el disparo lo había realizado otra persona, Ignacio G., un socio de negocios de su marido. Aseguró que ambos hombres tenían disputas económicas y que Ignacio había robado la pistola unos meses atrás.

El juicio se celebró tres años después. El proceso ocupó un lugar secundario en los periódicos de la época porque coincidió con la investigación del famoso crimen de Don Benito, que se había producido solo dos meses antes. Además de Laura fue procesado Ignacio, ya que el fiscal creía que era este hombre quién había hecho el disparo a través del agujero siendo cómplice de la mujer.

La defensa de Laura se basó en que Ignacio era el responsable y que ella tenía alteradas sus facultades mentales. Tres psiquiatras testificaron que tenía sus capacidades mermadas, aunque aseguraron que no era así durante el crimen, sino posteriormente.

Esta mujer tenía epilepsia, una patología que en esa época se relacionaba con la locura. La diagnosticaron porque unos días después de su detención fue encontrada en su celda, convulsionando en el suelo y con espuma en la boca. El fiscal insinuó que Laura fingía su dolencia, ya que afirmó que era muy inteligente.

Los médicos indicaron que no podía fingir su patología. Afirmaron que la habían observado durante un mes y que tenía alucinaciones, que era capaz de tener largas conversaciones con alguien que no existía.

Ignacio, por su parte, declaró que no mantenía discutas con el fallecido, que solo coincidían en alquilar el mismo pasto para sus cabras, pero que pagaban por separado y que nunca le robó la pistola, que la solía usar Laura, por ejemplo, en Nochebuena, para celebrar esta fiesta con disparos al aire.

Una boda como coartada

Los testimonios de los vecinos de Villanueva del Fresno no ayudaron a Laura, pero sí a Ignacio. Varios testigos confirmaron que este hombre había dormido en su choza sin moverse la noche del crimen. Por contra relataron detalles que no dejaron bien a la esposa de la víctima.

Dos vecinos aseguraron que semanas antes del crimen Laura se empeñó en casa a su hija mayor con un joven que se había mudado al pueblo y que solo conocía de tres días antes. José, el que se convirtió en su yerno, confirmó este hecho. El rumor en la localidad es que había casado a su hija para alejarla del chozo, ya que planeaba el asesinato y no quería implicar la. Tenía otra niña, de solo ocho años, que mandó a dormir al pueblo la noche del suceso.

En sus conclusiones el fiscal usó todos estos comportamientos para tratar de convencer al jurado popular de que esta mujer no esta loca y que el crimen era un plan muy elaborado.

El jurado declaró inocente a Ignacio, ya que en el proceso quedó claro que no tenía nada que ver con el crimen y condenó a Laura por homicidio, aunque admitieron el argumento del trastorno mental. Quedó libre aunque fue recluida en un manicomio para seguir tratamiento.

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