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Una periodista observa las armas recuperadas en el río en 2012. HOY

Las armas de Bótoa, el robo sin culpables

CRÓNICA NEGRA ·

Se han cumplido 10 años desde que varias personas lograron esquivar tres vallas, las alarma y las cámaras de la Base General Menacho para llevarse 30 armas, no todas se han recuperado

Sábado, 26 de junio 2021, 07:48

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Una fortaleza, con zonas vulnerables, pero al fin y al cabo, una base militar con 3.000 personas entrenadas y sus medidas de seguridad. Sin embargo, la noche del 27 al 28 de febrero de 2011 varias personas entraron hasta el armero y se llevaron 20 fusiles de asalto y 10 pistolas. Han pasado 10 años y nadie ha sido condenado por ello.

La Base General Menacho está rodeada de un campo de maniobras de 2.111 hectáreas. Los edificios están protegido por dos vallas separadas varios metros entre sí y cuentan con detectores de presión y cámaras. Si alguien violenta la primera valla, los militares pueden esperarles en la segunda. Además, el campo de maniobras del exterior está cerrado por otra verja.

La noche del 27 al 28 de febrero de 2011 varias personas, se cree que tres, dejaron un turismo a 70 metros de la verja del campo de maniobras, a la altura de la puerta conocida como Matamoros. Conocían muy bien la base, tanto que sabían que esa era la zona más vulnerable. No les detectaron. Solo se sabe dónde dejaron su turismo porque, para poder meter las armas robadas en el maletero, tiraron al suelo cosas que llevaban como triángulos de señalización o unas chanclas. Hacer sitio en el maletero a última hora pueda parecer un gesto chapucero, pero el resto de la operación fue impecable. Con una cizalla y una llave grifa reventaron la seguridad de una de las bases más importantes del ejército español.

Entraron por la puerta de Matamoros destrozando un candado y cruzaron el campo de maniobras. A las 22.30 se activó la alarma de la primera valla del perímetro, pero los militares que estaban de guardia no detectaron nada anómalo. Cortaron y atravesaron ambas vallas.

Una vez en el interior, les costó varios intentos, pero lograron forzar un todoterreno Aníbal y usarlo para desplazarse por la base. Fueron al armero de la Primera Compañía de Carros. Su primer intento fue subir a la primera planta, abrir la taquilla del sargento encargado del armero y robar su uniforme. Se cree que buscaban el código de seguridad. No lo localizaron, pero superaron el tropiezo porque rompieron el bombín de la puerta. Allí desactivaron una alarma sonora, pero saltó dos veces una volumétrica. A pesar de todo, cargaron las 30 armas en el todoterreno robado, lo condujeron hasta el perímetro donde lo dejaron abandonado, subieron el botín a su coche y se alejaron.

Imagen principal - Las armas de Bótoa, el robo sin culpables
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Al día siguiente, la Guardia Civil anunció que interrogaría a todo el personal presente en la base durante los hechos. Estaba claro que la hipótesis era que alguien de dentro había ayudado a los ladrones o que estos, por alguna relación con la base, la conocían a la perfección. Desde el principio los investigadores comprendieron que habían escogido la zona más vulnerable y habían aprovechado los fallos de seguridad.

La persecución

No hubo avances en la investigación hasta año y medio después, pero no porque la Guardia Civil no tuviese pistas. Sospechaban desde el principio de un exmilitar y algunos familiares y contactos del mismo. Antes de detenerlos, sin embargo, los sospechosos entraron en prisión por una serie de atracos a bancos. En una misma madrugada asaltaron cuatro sucursales. Los persiguieron y lograron saltarse dos controles pero tuvieron que abandonar su coche y esconderse en unos árboles. Finalmente hubo un tiroteo en Casatejada y dos de los ladrones resultaron heridos. Cuando salieron bajo fianza por estos delitos, se encontraron en la puerta de la cárcel de Cáceres a la Guardia Civil dispuesta a detenerlos por su presunta implicación en el robo de Bótoa.

Cien agentes de la Benemérita se desplegaron en Badajoz para hacer registros en La Cañada y Las 800. Los detenidos subieron de cinco a once y los agentes aseguraron que las armas aún no habían sido vendidas, que estaban escondidas. Las buscaron a fondo, incluso usando georradares por si las habían enterrado, pero sin resultado.

Nueve de los once detenidos ingresaron en prisión, aunque el juzgado aclaró que solo seis estaban relacionados con Bótoa, el resto fueron relacionados con otros delitos. Meses después se decretó su libertad sin fianza y sus familiares les jalearon al entrar en el juzgado. Durante la detención, el padre de uno de los considerados cabecillas ya avisó: «Si se demuestra que ha robado, que cumpla la pena, pero hasta entonces solo es presunto. Se merece el mismo trato que Urdangarin que es presunto y está en libertad».

En cuanto a la búsqueda de las armas, queda decir que si algún día dragan el río para acabar con el nenúfar, el posible que encuentren algo más que especies invasoras. En julio de 2012 los buzos de la Guardia Civil tomaron el Guadiana en busca de las armas. Los responsables del robo las desguazaron y las tiraron, probablemente por la dificultad para venderlas. Se cree que alguno de los detenidos o alguien dio pistas a los agentes sobre la zona de búsqueda porque el río es demasiado grande para acertar al azar. Se recuperaron casi todas. Otra pistola fue localizada un año después escondida en una caseta de Caya. El resto es probable que siga en el río. Quedan por recuperar dos subfusiles y cuatro pistolas.

Una de las piezas clave de la investigación era una grabación de dos de los sospechosos en la que manifestaban el error que cometieron al llevarse tantas armas. Uno le recriminó al otro que debían llevarse «un par de subfusiles» en lugar de veinte.

A pesar de todo, en 2015 el juez archivó la causa contra los seis investigados por el robo de Bótoa. Un informe del fiscal indicó que no se podía acreditar su autoría. Los detenidos por lo de Bótoa, sin embargo, han sido encarcelados por otros hechos. De la banda, tres fueron condenados a un año y diez meses en Badajoz por robar un banco y una gasolinera. En otro proceso, cuatro volvieron a ser declarados culpables, esta vez en Cáceres. Los castigaron con cuatro años por los atracos que acabaron en un tiroteo en Casatejada.

Escándalo

Para el ejército fue un golpe. No es un cuartel cualquiera. La Base General Menacho, la sede de la Brigada Extremadura XI, forma parte de la División Acorazada Brunete que es, para muchos, la más importante del ejército. Está compuesta por los regimientos de infantería mecanizada Saboya 6 y Castilla 16.

La vergüenza era mayor porque fue el tercer delito en tres años. En 2008 intentaron llevarse un cajero automático tras apoderarse de un vehículo acorazado y después un soldado robó 200 euros de una caja fuerte.

Debido al caso de febrero de 2011, 12 militares fueron apartados de sus cargos, todos los que formaban parte de la guardia de esa noche. Diez días después del delito, estalló la investigación militar que se llevaba de forma paralela a la de la Guardia Civil. Y lo hizo en el Senado. La entonces ministra de Defensa, Carme Chacón, anunció en la Cámara Alta el arresto 14 días de cuatro militares de Bótoa por negligencia. En 2013 uno de los afectados logró que el Tribunal Supremo anulase su arresto porque consideró que la investigación había sido precipitada.

La clave de la comparecencia de Chacón fue que aseguró que el fallo era humano. Literalmente dijo: «Esa noche no fallaron los medios técnicos, sino las personas». ¿Fue así? Informes posteriores señalaron que al menos la mitad de las cámaras no funcionaban o que incluso los 'walkie talkie' eran defectuosos. El ejército negó esa vulnerabilidad.

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