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En su nuevo museo. Helga de Alvear posa en la entrada del recinto que inauguró el jueves. Luis Asín
La galerista generosa que quiso ser música

La galerista generosa que quiso ser música

Sueño logrado ·

Helga de Alvear culmina con la apertura de su museo el sueño de mantener su gran colección unida y que pueda ser expuesta

Cristina Núñez

Cáceres

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Domingo, 28 de febrero 2021, 07:39

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La sinceridad a bocajarro y la ironía socarrona de Helga de Alvear pueden llevarla a reconocer, como el pasado miércoles durante la presentación de su museo en Cáceres, que, además de adquirir obras de arte de primer orden, también ha comprado «algunas tonterías». Los que la conocen estrechamente, como el restaurador cacereño José Polo, no lo dudan: la espontaneidad es uno de sus atributos más sobresalientes. «Para bien y para mal dice lo que piensa, y eso es algo que se agradece mucho en estos tiempos», detalla uno de los artífices de Atrio, que también hace hincapié en su generosidad. «Mucha gente se preguntaba qué había detrás de este proyecto, qué buscaba, y lo que buscaba es lo que hay, ella tiene una mentalidad diferente, anglosajona, y lo que quiere es repartir, porque se siente afortunada de todo lo que tiene».

Este carácter desprendido hizo que durante la primera ola de la pandemia, en el mes de abril, De Alvear donara un millón de euros al equipo del investigador Luis Enjuanes del CNB-CSIC en la búsqueda de vacunas, antivirales y anticuerpos contra el coronavirus. Hay que tener en cuenta que una parte de su colección artística ya pertenece a Extremadura, con la cesión de más de 200 obras que se hizo en diciembre de 2019. La idea es continuar con esas donaciones y que su patrimonio cultural pase a ser de todos los extremeños. De su carácter práctico, 'easy going', habla también su indumentaria. Es habitual verla cómoda, desenfadada, con ropa deportiva o muy sencilla aunque el acto sea de alto copete. Solemnidad cero.

Helga de Alvear nació en el año 1936 en Kirn Nahe, Alemania. «Era muy pequeña cuando empezó la Segunda Guerra Mundial. Teníamos que hacer gimnasia con máscaras de gas», recordaba en una entrevista hecha por este periódico hace dos años, en donde se manifestaba claramente en contra de las corrientes políticas radicales que van ascendiendo. «He vivido la Segunda Guerra Mundial, es imposible que me guste la ultraderecha».

Durante la primera ola del coronavirus donó un millón de euros a la investigación de vacunas y antivirales

Procedente de una familia industrial germana llegó a España con 21 años para aprender español y aquí conoció a su marido, el arquitecto Jaime de Alvear, de quien se enamoró. De él, que falleció hace 10 años, tomó su apellido, dejando de lado el Müller, que en español, bromeaba, sonaba a «mula». «Como me enamoré me gustó todo de España», reconocía en esta charla la galerista que iba, en realidad, para música. «Yo quería ser pianista, pero mi padre me dijo que de eso no se podía vivir. Y dije, pues entonces idiomas. Me iba a los museos, a las óperas y así poco a poco he ido aprendiendo. Luego llegó la Feria de Basilea y Juana Mordó» recordaba en otra publicación de este diario. También fue un caldo de cultivo que la inclinaría al mundo del arte la amistad que tanto su marido como ella entablaron con los integrantes del Grupo El Paso, grandes renovadores del panorama artístico español en los años 60.

5.000 pesetas

Su incursión en el mundo profesional del arte empezó con 5.000 pesetas y a plazos, según ha repetido en numerosas ocasiones. De esta forma Helga de Alvear adquirió su primera pieza artística. Era una obra de Fernando Zóbel, un autor abstracto fundador del Museo de Arte Contemporáneo de Cuenca. Así, bajo la influencia de la coleccionista Juana Mordó, la que fuera su mentora y a la que terminaría comprándole su galería,

De Alvear empezaría a trazar su potente trayectoria en el mundo del arte en los años 80, que haría sólida con la apertura en 1995 de una galería con su nombre en las proximidades del Museo Reina Sofía de Madrid. 84 años y cerca de 3.000 obras compradas «con el corazón», como reconoce ella misma, es la nómina de un trayecto vital que culmina con la apertura del Museo de Arte Contemporáneo Helga de Alvear. «No puedo pedir más», decía el pasado jueves al finalizar la visita de los Reyes, que inauguraron la ampliación de un espacio que inició su andadura en 2010 con la inauguración de la primera fase en la Casa Grande de la calle Pizarro.

Su deseo irrefrenable de comprar arte, «un vicio», como ha definido ella misma, se topó con la necesidad de buscar para las obras un lugar donde no se dispersaran ni perdieran su sentido de colección. Pero este plan de reunir todas las obras bajo el mismo techo no fue fácil. Antes de Extremadura ofreció sus fondos a Vigo, Granada, San Sebastián, como también ha recordado estos días. La mediación de su amigo José María Viñuela, arquitecto y conservador del patrimonio del Banco de España y de los restauradores José Polo y Toño Pérez hizo que el presidente Juan Carlos Rodríguez Ibarra se interesara en el proyecto y lo impulsara. Los arquitectos Tuñón y Mansilla (éste último fallecido en 2012) también fueron «cómplices necesarios» en esta aventura. Helga de Alvear recibió el año pasado la Medalla de las Artes de la Comunidad de Madrid.

La inauguración la ha vivido con una enorme emoción que se dejaba traslucir en su cara el pasado jueves. Han sido días intensos, necesita al caminar el leve apoyo de algún acompañante, pero no le ha faltado la energía para recibir a todas las personas que de una forma o de otra se han subido a su tren durante estos años.

Ver a los Reyes en su recinto artístico fue para Helga una gran satisfacción, según cuentan personas allegadas. Disfrutó con la presencia de don Felipe y doña Letizia, especialmente con ésta última. Hablaron sobre la vida y el arte, que, en su caso, no son más que las dos caras de la misma moneda.

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